Antonio Aradillas Pancartas y Jaculatorias

(Antonio Aradillas).- La Biblia -Antiguo y Nuevo Testamento-, es "palabra de Dios". Así se define, aunque en frecuentes ocasiones sea preciso acudir, e invocar, circunstancias de lugar y de tiempo para que su veracidad sea conocida, y reconocida con legalidad. También los hechos que se constituyen en otras tantas noticias diarias, previa su constatación, selección y redacción profesional correspondientes, son "palabras de Dios".

Dios habla -nos habla- por ellos. Lo son así mismo todas las palabras `pronunciadas, ni solo no ni fundamentalmente por la autoridad con su condición jerárquica que las distinga, sino porque sean, o pretendan ser, portadoras de otras tantas verdades que sus religiones escriben siempre con las letras mayúsculas del nombre sagrado de Dios, "Único y Verdadero", en esta vida y, para muchos, también en la otra.

. "Palabras de Dios", aunque sin ornamentos que se dicen "sagrados", y sin interpretaciones litúrgicas o para- litúrgicas, son, entre los cristianos, las pancartas y las jaculatorias, siempre y cuando, como es obvio, lógico y racional, las redacten el buen sentido, la educación y la lealtad. Tanto popular, como académicamente, las justifica y redacta su "exhibición en reuniones públicas y contiene letreros de grandes caracteres con lemas, expresiones de deseos colectivos, peticiones etc". Las jaculatorias -"oraciones breves dirigidas al cielo con mucho fervor"-, presentadas en "cartelón de tela o cartón, sostenidas en una o varias pértigas ", comparten connotaciones comunes a la hora de la comunicación, enseñanza, catequesis y pedagogía.

. Huelga reseñar que, por diversidad de razones, las pancartas se las han apropiado con predilección los políticos y los sindicalistas y allegados, mientras que los movimientos religiosos patrimonializaron las jaculatorias y las letanías. Huelga referir también que unas y otras son manifiestamente mejorables, necesitadas de especialistas y técnicos honrados para su redacción y administración ...De su uso correcto, y oportunidad, dependerá en gran proporción su eficacia y las facilidades que tenga el mensaje para alcanzar los objetivos propuestos.

. En el proceso de evangelización y comunicación entre cristianos, con predilecta mención para la Iglesia católica y su jerarquía, diríase que faltan pancartas, y tal vez, sobran jaculatorias. Así lo testifican expertos en la materia y tal es la sensación que experimenta el pueblo de Dios, al comprobar los índices de eficacia que sus reclamaciones alcanzan , y sin dudar que alcanzarán aún más cuando se sacralicen las pancartas de modo aproximado al de las jaculatorias, y unas y otras puedan coincidir "en paz y en gracia de Dios" en lugares y en manifestaciones comunes, sin que ni a unas ni a otras sea el carácter "sagrado" su diferenciación principal.

. En las iglesias, catedrales, plaza de San Pedro, plaza madrileña de Colón, concentraciones religiosas, puertas principales de palacios episcopales... no están de más las pancartas. Estas tienen méritos reivindicativos suficientemente sagrados para ser consentidas, recibidas, recitadas y leídas con todos los honores, de modo eminente después de haber sido ejercidas y trasmitidas infructuosamente en su condición y hábitos de jaculatorias.

. Desde la caridad, la ternura, la amabilidad, la misericordia y el estricto sentido de la convivencia, siempre al servicio de la "Común-Unión", que define de por sí a la Iglesia, es comprensible que ni la jerarquía ni muchos fieles entiendan y acepten la presencia de las pancartas en actos religiosos, considerándolos ofensivos, laicos, y ateos, por muy evangélicas y respetuosas que sean las reivindicaciones que las hayan inspirado. Y es que hay territorios en la Iglesia en los que, además del sempiterno "Amén" y del devoto "Totus tuus", ni hubo, ni podrán registrarse, otros textos que expresen deseos e intenciones transferidas de las realidades evangélicas y sociales, copiadas al pié de la letra, de comportamientos y, expresiones y palabras pronunciadas por el mismo Cristo Jesús.

. Sin vernos obligados a adelantarnos a los acontecimientos, será de utilidad y provecho religiosos que la jerarquía se vaya acostumbrando, por citar algunos respetuosos ejemplos, a ver con sus propios ojos, y con los de los medios masivos de comunicación social, frases como las de "No a los palacios episcopales", "No a los Estados Pontificios", "Sí a la mujer sacerdote", "No al Opus", "Sí a los nombramientos episcopales con intervención del pueblo", "Lutero, santo ya", "Sí a la democracia dentro de la Iglesia", "No al infierno", "Sí a la misericordia de Dios", "No a las "Vírgenes alcaldesas a perpetuidad", "Sí al celibato opcional", "No a los curas caciquiles, amos y señores de los pueblos", "Sí a la audaz y efectiva participación del laicado", "No a tantas riquezas y a su administración "ad libitum clericale", "et sic de coeteris", por expresarlo en latín, que es como mejor lo entiende la gente.

Una foto con pancartas que reclamaran en plena plaza de San Pedro la desaparición del Vaticano como Estado independiente, daría la vuelta al mundo y constituiría un testimonio de Iglesia, con capacidad tanto o más evangelizadora que un apretado y "dogmático" puñado de encíclicas. El Papa Francisco es, y tiene, por ahora, la PALABRA.

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