Antonio Aradillas Paradigma de Iglesia medieval
(Antonio Aradillas).- Al margen, o sobre, los atuendos, observaciones, dimes y diretes, puntualizaciones, miedos y temores de unos y otros, escuelas, escolásticas y liturgias, que configuran el retablo del Sínodo de la Familia con su proyección en la vida de la Iglesia, previo el penitencial planteamiento registrado en los tiempos presentes y pasados, la impresión que se percibe dentro y fuera de la Iglesia es la de que se pretende hacer perdurable el paradigma medieval que de ella se tiene. Es posible que algunas de las reflexiones siguientes contribuyan a mejorar el entendimiento de tema tan relevante como el que se afronta.
. El amor, la misericordia y la formación de la conciencia en el contexto de la vivencia de la fe responsable y adulta, predicada y llevada a la práctica en los evangelios y no en exclusiva en las normas y en los Códigos, habrán de ser referencias claves en la reflexión. Sin la activa y transparente presencia de estos conceptos, servirían de poco otras lucubraciones, por muy teológicas, bíblicas y canónicas que sean, y así se presenten.
. Muchos "cum laudes", reconocimientos y felicitaciones a quienes idearon el esquema del Sínodo, con la participación de matrimonios y seglares en sus encuestas, desarrollo y conclusión de los temas. Pero, ¿qué saben, o sabemos, los clérigos respecto a la familia, y sobre todo desde episcopologios y más si estos son cardenalicios? Las personas consagradas a Dios, por votos que precisamente son "anti" o "a" familiares, no están capacitados para "ver", "juzgar" y "actuar" acerca de su idea, funcionamiento y aplicación actuales.
. La Teología y el Derecho Canónico no proporciona, por sí mismos, elementos válidos para constituirse en edificadores, y en jueces, de vivencias familiares. Los célibes, y más por la gracia -el Reino - de Dios, no tienen familia, en cuya composición participan -¡y de qué forma a veces¡-, también las suegras, los abuelos, los nietos, y las situaciones de paro laboral o profesional , y multitud de circunstancias, en las que las ciencias antropológicas tienen la última -o penúltima- palabra.
. Da la impresión de intentar hacer perdurar algunos el paradigma de Iglesia medieval, de mostrar respeto tan singular y devoto a encíclicas como la "Humanae Vitae", y a multitud de orientaciones y "definiciones" relativas al sexo, cuya verdadera teología no fue desvelada, o lo fue exactamente al revés, hasta superar en atención y en catequesis a ideas tan cristianas como el amor a Dios y al prójimo, el derecho a la felicidad, el sacrosanto disfrute del cuerpo propio y ajeno, y más en la relación- religión familiar.
. El paradigma de la Iglesia medieval se hace activa y presente también en el Sínodo, con el convencimiento casi con carácter dogmático de muchos, de la falsedad intrínseca a fórmulas tales como "Carpe diem", "tempos fugit" o "recedant vétera et nova sint omnia", como si el tiempo y los criterios que lo explican, acomodan y rigen hubieran de ser eternos, sin principio ni fin, inamovibles, e inmarcesibles. En tiempos como los actuales, y más en los que están por venir, adscribirles a comportamientos y a criterios, caracteres de estabilidad vitalicia, es un atrevimiento y un lujo que pocos sensatamente suelen permitirse. De acuerdo, o en desacuerdo, con esta apreciación, pero los hechos -y más lo sagrados- , son así de tozudos y obstinados.
. Fuera del paradigma de Iglesia medieval ¿qué consistencia podrán arrogarles a sus ideas y palabras, a veces hasta gallardas, los teólogos "expertos" en homosexualerías, en relaciones sexuales íntimas - "ratos y no consumados (¡¡)-, y en tantas situaciones intra o extra matrimoniales, prevaleciendo, por ejemplo, el convencimiento de que a la mujer, por mujer, habrá de definirla en la Iglesia sempiternamente el pecado, por lo que jamás será factible su aspiración al sacerdocio, con descalificaciones escatológicas en esta vida y en la otra para quienes osen opinar lo contrario?
. Consuela sagradamente pensar que el Papa Francisco rema en idéntica e innegociable dirección a como lo hacen el viento del Espíritu Santo, la lógica y los tiempos nuevos, por lo que la Iglesia, también en el esquema familiar que ahora se revisa, no añorará paradigmas medievales hipócritas e inmisericordes, ya superados.