| Paulo Gabriel, provincial de Brasil
Los religiosos agustinos de la provincia de Nuestra Señora de la Consolación estamos en la Prelatura de Sao Felix de Araguaia en el Matto Grosso, viviendo con Dom Pedro Casaldáliga desde 1980. Varios de nosotros trabajamos allí. Yo mismo tuve la gracia de Dios de vivir durante 18 años con Don Pedro en la misma casa. Y, en la actualidad, hay una comunidad religiosa agustina que vivía con él y se ocupaba de su cuidado.
Dom Pedro Casaldáliga es una místico con los pies en la tierra, un santo de nuestro tiempo, al igual que otros grandes santos de nuestro tiempo, como Dom Helder Camara, Oscar Romero, la Madre Teresa de Calcuta y tantos otros.
Se trata de hombres y mujeres que, a partir de su experiencia de Dios, de su fe, se comprometen social y políticamente en la construcción de un mundo mejor.
Tras su fallecimiento, les pido a todos ustedes, amigas y amigos de la vida, que recen a Dios por él. Porque Dom Pedro es un auténtico testigo de Jesús, un auténtico hermano de la 'caminhada', un místico de nuestros días.
En estos momentos, entre otros muchos, recuerdo este poema de Dom Pedro:
Yo moriré de pie, como los árboles
Me matarán de pie.
El sol, como testiga o mayor,
pondrá su lacre
sobre mi cuerpo doblemente ungido,
y los ríos y el mar
se harán camino
de todos mis deseos,
mientras la selva amada
sacudirá
sus cúpulas de júbilo.
Yo diré a mis palabras:
No mentía gritándo os.
Dios dirá a mis amigos:
Certifico que vivió con vosotros
esperando este día.
De golpe, con la muerte,
se hará verdad mi vida.
¡Por fin habré amado!
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