Fraternidad universal, nación y preferencia por los últimos Peio Sánchez, rector de Santa Ana: "El Papa critica las perversiones del liberalismo, el nacionalismo y el universalismo"
"En contraste con las llamadas iglesias nacionales, la tradición católica siempre ha subrayado esta fraternidad abierta y universal que tiene en Dios su trasfondo: todos invitados a ser uno"
"El papa critica tres perversiones. Del liberalismo la tendencia al individualismo, del nacionalismo sus versiones excluyentes y del universalismo, una globalización destructora de los pueblos y las personas"
"La perspectiva de los descartados recoloca desde los últimos de la fila la aspiración de la fraternidad"
"La perspectiva de los descartados recoloca desde los últimos de la fila la aspiración de la fraternidad"
Esta reflexión surge como comentario a un aspecto central de Fratelli tutti, la última encíclica del papa Francisco. Se trata de una cuestión que la filosofía y la práctica política ha resumido en tres posturas: liberalismo, nacionalismo y universalismo. Una lectura inicial de la propuesta del papa insistirá en el alcance universal, que además fija como finalidad en la introducción del texto:”las siguientes páginas no pretenden resumir la doctrina sobre el amor fraterno, sino detenerse en su dimensión universal, en su apertura a todos”. En contraste con las llamadas iglesias nacionales, la tradición católica siempre ha subrayado esta fraternidad abierta y universal que tiene en Dios su trasfondo: todos invitados a ser uno. Así las religiones están llamadas a esta contribución: “los creyentes pensamos que, sin una apertura al Padre de todos, no habrá razones sólidas y estables para el llamado a la fraternidad. Estamos convencidos de que «sólo con esta conciencia de hijos que no son huérfanos podemos vivir en paz entre nosotros” (n.272).
Profundizando, el papa critica tres perversiones. Del liberalismo la tendencia al individualismo, del nacionalismo sus versiones excluyentes y del universalismo, una globalización destructora de los pueblos y las personas. Dos opciones son las claves en su perspectiva. La primera es la tensión necesaria entre el sabor local y el horizonte universal. “La fraternidad universal y la amistad social dentro de cada sociedad son dos polos inseparables y coesenciales” (n.142). Incorporadas al título, la fraternidad, recuperada por el trilema de la revolución francesa, tiene una tendencia incluyente que supera los nosotros excluyentes. La amistad social, que tiene raíces aristotélicas, ha sido retomada actualmente en clave política por autores como Maurice Blanchot o Jacques Derrida, pero en el papa se acompaña del apellido “social”, que tiene un tono tanto personal como comunitario, de pertenencia a un pueblo.
"La fraternidad, recuperada por el trilema de la revolución francesa, tiene una tendencia incluyente que supera los nosotros excluyentes"
Así Francisco reconoce el valor del “sentimiento de pertenencia” (n. 230). “El amor a la tierra, al pueblo, a los propios rasgos culturales. No me encuentro con el otro si no poseo un sustrato donde estoy firme y arraigado, porque desde allí puedo acoger el don del otro y ofrecerle algo verdadero (…) Estoy afianzado en mi pueblo con su cultura (…) El bien del universo requiere que cada uno proteja y ame su tierra” (n.143). Dicho esto, inmediatamente insiste en la tensión universal. “Pero no es posible ser sanamente local sin una sincera y amable apertura a lo universal, sin dejarse interpelar por lo que sucede en otras partes, sin dejarse enriquecer por otras culturas o sin solidarizarse con los dramas de los demás pueblos” (n.146). “En tensión hacia la comunión universal” (n. 95).
La otra clave imprescindible que postula el papa Francisco se sale del marco habitual de este debate y abre una nueva perspectiva. La relación entre persona, comunidad y humanidad se ubica en la perspectiva de los últimos, para ello acude al icono-parábola del “buen samaritano”. ”La parábola nos muestra con qué iniciativas se puede rehacer una comunidad a partir de hombres y mujeres que hacen propia la fragilidad de los demás, que no dejan que se erija una sociedad de exclusión, sino que se hacen prójimos y levantan y rehabilitan al caído, para que el bien sea común” (n.67). En cuestionamiento nos lanza algunas preguntas”: ¿Qué reacción podría provocar hoy esa narración, en un mundo donde aparecen constantemente, y crecen, grupos sociales que se aferran a una identidad que los separa del resto? ¿Cómo puede conmover a quienes tienden a organizarse de tal manera que se impida toda presencia extraña que pueda perturbar esa identidad y esa organización autoprotectora y autorreferencial?” (n.102). La perspectiva de los descartados recoloca desde los últimos de la fila la aspiración de la fraternidad, desde su sufrimiento se han de resituar las aspiraciones personales, la identidad de los pueblos y la verificación de la universalidad.