Antonio Aradillas Piadosa historia bancaria
(Antonio Aradillas).- Sirva de introducción la advertencia de que en esta ocasión me limito a transcribir lo más literalmente posible la narración de una lectora, quien, en su "curriculum" y en su "tarjetario", se muestra cliente y devota del extinto Banco Popular.
"Un grupo de amigas, después de la misa diaria, nos reunimos en una cafetería del barrio, y una y otra vez, nos contamos nuestras alegrías y nuestras penas, dando por supuesto que estas superan con creces a aquellas. Hablamos de "todo lo humano y divino" - también de la Iglesia-, y aunque a la mayoria "nos cae bien el papa Francisco", con sus gestos, palabras y la confianza que suscita, a otras les parece que el papa- papa -Sumo Pontífice-, ni fue, ni será otro, que San Juan Pablo II.
"Y el hecho es que, del Opus o medio-pensionistas, todas las amigas decimos contar con el respectivo Director Espiritual correspondiente, que es mucho más que el confesor. Es nuestro confidente, en el más limpio y religioso sentido de fidelidad y lealtad que tiene esta palabra. Lo mismo por "director" que por "espiritual" nos presta una ayuda infinita y además "en el nombre de Dios". Es nuestro valedor en muchas cosas y en diversidad de ocasiones y situaciones, tanto familiares como sociales. También en las económicas, y este es mi caso.
"A la muerte de mi marido, (que en paz descanse), sin hijos, ajena yo, como no pocas mujeres de la época, a cualquier tema relacionado con el banco y sus sucursales, mi Director Espiritual se aprestó a proporcionarme atención y ayuga. Además de una Caja regional denominada de la "Inmaculada", y de un archiconocido "Círculo Católico", junto con una Caja perteneciente al Cabildo catedralicio de una ciudad andaluza, así como el Banco Ambrosiano con domicilio en el Vaticano, jamás pensé que el dinero pudiera adscribirse a Congregación religiosa alguna, por aquello de que cuanto él tocara se convertía automáticamente en pecado.
"Pero el hecho fue que el aludido Director Espiritual, con santo énfasis, desinterés y seguridad en sus promesas, y con buenas, rentables y aún caritativas inversiones, se prestó a acompañarme a las oficinas centrales del Banco Popular. Lo de "popular", signos externos religiosos y el trato recibido por parte del personal más cualificado, junto con la presencia y conocimientos de quien me acompañaba, lo consideré "providencial", y así se lo hice saber a mis amigas. Una de ellas, la más "sabidilla" en esta materia, amplió la información añadiendo que el referido Banco era conocido como el "Banco del Opus", con lo que logré el convencimiento de que tanto en esta vida como en la otra, mi dinero estaría ya asegurado, y mi difunto esposo, satisfecho y contento, si es que cabe un gramo más de felicidad en el "más allá".
"Y aquí y así, se acaba la historia. Se acaba, o comienza. Según. Porque mientras unos me recomiendan que lo dé todo por perdido, y que tal vez esa fue, y es, la voluntad de Dios, otros y otras me urgen a que "revuelva Roma con Santiago", no escatimando medios judiciales para recuperar lo que fue mío. Eso sí, que quede bien claro que mi Director Espiritual no fue culpable de nada, pero que conste que hay muchos sacerdotes que se creen, y son, "sabelotodo", y aún con la mejor de las intenciones actúan, y lo hacen peor que los más ignorantes. Que así mismo claro que "la voluntad de Dios" no tiene por qué coincidir en exclusiva con la resignación y con no mover un solo dedo para reivindicar los derechos.
"Yo debí sospechar a su debido tiempo, que el dinero, por dinero, no tiene religión. Aún más, que, de por sí, es pagano o ateo, pese a nombres o a sobrenombres "religiosos" de los que algunos se valgan para engrosar su clientela, a veces, hasta con promesas de vida eterna.
"Lamentaría en el alma por encima de todo, que a la tertulia con mis amigas tuviera que colocarle de aquí en adelante el "punto y aparte", por haber tenido que engrosar el inmenso grupo de "pobres de solemnidad", que han de dedicar sus ocios "post missam" a las labores domésticas y a otros quehaceres, porque el poco dinero que me quede no dé más de sí...
"Por ahora encomendarme a los santos de la Corte Celestial, y más concretamente a los inscritos en la Obra, con novenas o rezos, sintiéndolo mucho y en contra de lo que me aconsejan algunas amigas, me aporta satisfacciones muy limitadas. Los milagros, y más los de carácter económico o financiero, están hoy muy cuestionados. Pero todo, o casi todo, se andará.".