Antonio Aradillas Preguntas que peregrinan hacia Guadalupe

(Antonio Aradillas).- En vísperas de la solemne festividad de Nuestra Señora la Virgen Santa María de Guadalupe, patrona religiosa de Extremadura y de la Hispanidad, a la vez que fiesta oficial civil de la Comunidad Autónoma, son muchas las personas, las ideas y los sentimientos que deciden peregrinar a su santuario de las Villuercas, con sobradas razones para haber sido declarado por la UNESCO, "Patrimonio de la Humanidad".

Peregrinan las personas de dentro y de fuera de Extremadura, devotos o no tanto, y a la vez peregrinan las preguntas de las que son portadores, necesitadas de ser contestadas por quienes corresponda y tengan autoridad para ello. Y, antes que nada, sin sensiblerías y decencia, hay que reconocer que las preguntas son muchas. De primera necesidad y con urgencia de ser expuestas y, por tanto, de recibir respuestas debidas, congruentes y veraces. Con la religión, y menos con lo que se relaciona con la Virgen, en este caso y advocación de Guadalupe, no se juega. Sería un sacrilegio tal pretensión. No darles curso a tales preguntas, y no establecer diálogo sobre ellas y su formulación, además de un deplorable pecado, sería -lo es- , grave falta de educación, impropio de la convivencia entre personas medianamente civilizadas y además, y sobre todo, cristianas, con relevante y denostada mención en el caso en el que tuviera, o tenga, que ser, algún miembro de la jerarquía eclesiástica el capacitado para encarar tales preguntas y, consiguientemente, encarnar las respuestas.

En esta ocasión, y tal y como están hoy las cosas, con la cerbatana de las mejores intenciones, lanzo algunos amables dardos de interrogantes en direcciones guadalupanas:

¿Cómo es posible que Guadalupe, con ser Guadalupe, siga perteneciendo administrativamente a la diócesis de Toledo, capital de Castilla-La Mancha? ¿Sería esto viable en cualquier otra Comunidad Autónoma y Provincia Eclesiástica, que no fuera Extremadura, condenada de por vida, democrática o no democráticamente, a ser la última de las 17, en cualquiera de los índices desarrollísticos? ¿Es que hasta religiosamente, sus representantes que se dicen legítimos han de consentir que esta Autonomía siga "dejada de la mano de Dios"?

¿Cómo, por qué y a nombre de qué entidad, religiosa o no, está hoy inmatriculado el santuario- monasterio de Guadalupe? ¿Es de la diócesis o Iglesia de Toledo? ¿ Es don Braulio, por más señas, arzobispo primado de las Españas, el poseedor de sus escrituras, o títulos de propiedad? ¿Qué rentabilidad -en euros-, con o sin IVA, le significa Guadalupe a la entidad que aparezca como dueña y administradora, sabiendo de muy buena tinta que sus fervorosos devotos y devotas, se contabilizan entre los más generosos de la Iglesia católica, en España y en sus aledaños homónimos, sobre todo hispanoamericanos?

¿Es el "gazofilacio" , o es la "dignidad" del titulo mariano de "arzobispo de Guadalupe", lo que justifica su adscripción a los otrora todopoderosos dueños feudales de vidas y territorios conquistados "manu militari", en la "cruzada contra el moro"? ¿No da la impresión de que Extremadura - "por los hechos lo conocereis"- sigue siendo el más colonizado de todos los del Estado de las Autonomías, con deplorable y llorosa mención también por parte de la misma Iglesia?.

¿Es posible que con todo eso del "sigilo sacramental", la "prudencia" y la discreción, permanezcan veladas y vedadas las cuentas, en los arcones de las medievales estancias monásticas o catedralicias?. ¿Tienen los laicos algunas de las "siete llaves" que enclaustran a perpetuidad y "discreción", secretos tan significativos y jugosos, compartidos solo clericalmente, y con mucetas y hábitos talares?

Aunque algunas de las siguientes preguntas casi que pertenecen más a la "prensa rosa", o del "corazón"- por lo de los colorines y los ritos- , que a la liturgia y a los cánones, ¿Quién será y actuará de concelebrante principal en la misa solemne de la próxima fiesta? ¿Seguirá haciéndolo el arzobispo de Toledo? ¿Actuarán como acólitos-concelebrantes, aunque no principales, los tres obispos de las diócesis extremeñas, uno de ellos también arzobispo, o a alguno de ellos precisamente este año le asaltará la tentación de padecer alguna técnica fiebre, benigna en este caso, pero que justifique su ausencia, pensando además que ni siquiera por "cortesía" o "deferencia", don Braulio jamás cedió sus derechos presidenciales canónicos?

¿Continuarán aguerrida y prudentemente los afiliados y simpatizantes de "Guadalupex", impidiendo su reivindicación de extremeñidad de Guadalupe, con otros procedimientos que no sean los estrictamente legales, con decidida y apretada determinación de eludir, por ahora, otros recursos extra o para- eclesiales? ¿Cuánto tiempo falta ya para convencerse de que hay ocasiones, y personas, eminentísimas, o no tanto, que no entienden otro lenguaje que no sea el de las pancartas, el del griterío y el de los escándalos en pintadas y eslóganes, con ofensas personales, individuales o institucionales, con cuantos riesgos ello comporta?

¿Será esta la fiesta de la Virgen, en la que además de su advocación guadalupana,
-"río del lobo" o "río escondido"-, su actual arzobispo decida auspiciar, bendecir, indulgenciar y practicar el de "Nuestra Señora del Diálogo"?. Aun contando con las dificultades eclesiásticas que confiere la condición de jerarquía para ser devoto del diálogo, dentro y fuera de la Iglesia, ¿será por fin posible que al menos por motivos de educación en la fe, y en la otra, se expongan y se reflexione acerca de cualquier razón pastoral que pudiera existir para prolongar indefinidamente el exilio de la Virgen de Guadalupe, constitucionalmente extremeña por todos sus costados, en tierras autonómicamente castellano-manchegas, en cuya capital, Toledo, hace inimaginables esfuerzos don Braulio, por resucitar los comportamientos de sus ancestros político- eclesiásticos cardenalicios, feudales, impropios hoy de la Iglesia, y más de la encarnada en el papa Francisco?

Pido disculpas por repetirme en el tratamiento del tema, pero, en este caso, no es mía la culpa, sino de las circunstancias, procedimientos y protagonistas, impropios de los tiempos medianamente democráticos y civilizados en los que vivimos, también en la Iglesia. Es posible que en otra ocasión les prestemos atención a los ilustrísimos Caballeros que cortejan y son portadores del sacratísimo sobrenombre de Nuestra Señora de Guadalupe.

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