Antonio Aradillas ¿Príncipes-virreyes de la Iglesia?
(Antonio Aradillas).- Tarea y preocupación primordiales por parte del Papa Francisco es la refundación del concepto "jerarquía" en el contexto de la Iglesia actual, encarnada y ejercida por los obispos. Reflexiones acerca de su idea, con reprobación y censura para el ejercicio y comportamiento de muchos de ellos, se encuentran en sus exhortaciones, apurando cualquier ocasión para su proclamación evangélica y evangelizadora.
. Y es que, en el contexto mínimamente religioso del poema- versificación de la vida cristiana, los conceptos "príncipe" e "Iglesia" son radicalmente asonantes. Por mucha imaginación gramatical, y lexicográfica, de la que se disponga en relación con los términos "príncipes -virreyes", con sus acompañamientos "principescos" y "virreinales" por una parte, y por otra, "eclesiásticos", cardenales, arzobispos y obispos "ordinarios o "in pártibus infidelium", la rima de la convivencia y de la común unión -Comunión- es impracticable y quimérica. "Obispos", en la diversidad de sus grados, subtítulos, tratamientos, signos y etiquetas, con los que en la actualidad se les hace presentes como otros tantos "sacramentos", jamás constituirán parte de cualquiera de los versículos-poemarios de los Libros Sagrados.
. En las acreditadas y nítidas admoniciones del Papa Francisco se desvelan con inmediatez sacrosanta, su intención de descalificación orgánica de toda consonancia que se les pueda forzar a hacer rimar los términos de "obispos", con "príncipes" o "virreyes" en las vigentes jurisdicciones eclesiásticas, canónicas o asimiladas. Las palabras, entre otras, de "oveja", "pastores", "servicio", "entrega", "vigilancia", "fraternidad", "humildad - humanidad", "pobreza", "gracia", "alegría", "disponibilidad", "sencillez", "franqueza", "naturalidad", "fe", e "inocencia" son ininteligibles para el pueblo de Dios, que constata y padece en las carnes de sus propias almas, lo empeñados que están sus "pastores" en proclamar y vivir la fe - es un decir- , a la vez que ejercer el ministerio de la autoridad en mansiones palaciegas, con sus ceremonias y ritos sociales, y de los otros.
. Estrofas de los "credos" redactados con los términos citados, y otros parecidos, apenas si configurarán otros himnos que los elegiacos, arrancados de los libros veterotestamentarios de las "Lamentaciones", con cuartetos infinitamente distantes de los evangélicos y del resto del Nuevo Testamento, con excepción de algunos parágrafos del Apocalipsis.
. Y que conste, y este es el eje de mi reflexión, que no se trata de temas, términos y situaciones pretéritas, medievales o renacentistas. Es -sigue siendo-, asignatura actual, con la gravedad de que, al estar hoy más cultivado el "sensus fidelium", el escándalo es más perceptible para muchos, a la vez que los esfuerzos para su encubrimiento resultan ser más redundantes y, por tanto, excitables y nada pastorales.
. Por favor, que no tache nadie de exageradas estas reflexiones, de cuya paternidad responsable no es otro que el Papa Francisco, y de los que con unanimidad higiénicamente religiosa, se hacen eco los medios de comunicación social, eclesiásticos, o no tanto, sin otra intención que la de contribuir a que la Iglesia sea de verdad Iglesia de Cristo. Que nadie piense que todos los obispos españoles se comporten, y pretendan seguir comportándose de esta manera, aunque no se tenga más remedio que reconocer que su nombramiento-elección llevó necesariamente consigo perpetuar tal estilo de "vida pontifical" hasta sus penúltimas consecuencias.
. Desde tales perspectivas y elementos de juicio, por ejemplo, no resultará extraño, raro, inconcebible, incongruente y hasta ofensivo para el resto de los "hermanos" de la Conferencia Episcopal Española, que alguno de ellos prefiera reservar habitación-acomodo en un Parador de Turismo "imperial" cercano a Madrid, durante la semana de las celebraciones de la referida Conferencia, que la fama de sus comidas-bebidas sean pasto de conversaciones, exégesis y paráfrasis, no precisamente frugales entre sus diocesanos- sacerdotes y laicos- , que su palacio se haya remozado con toda clase de comodidades, con el añadido "ejemplar" de que en uno de los establecimientos más conocidos, reconocidos y chic del ramo, de la capital archidiocesana, reciba regularmente el servicio de la manicura... Me adelanto a reseñar que no se trata de chismorreos informativos "sociales", a los que en ocasiones también hace referencia el Papa Francisco.
- Un obispo, "pastor" de verdad, es un don de Dios a su Iglesia. Hasta el uso discreto del mismo báculo no les resulta incómodo a la grey, aunque no llegue jamás a aceptar con benevolencia el de la mitra, pagana de por sí, y más por sus "ínfulas". Pero un obispo-príncipe o virrey, en la concepción y proclama de la esencia de la Iglesia, obsesión del Papa Francisco, es una aberración, que merece vilipendios y denostaciones, aunque revestidas siempre de cuantiosas dosis de perdonadoras indulgencias.