Cuando la palabra no representa la idea Antonio Aradillas: "Para su jerarquía, la recristianización de la Iglesia se hace ya inaplazable"
El prefijo "re" indica desgaste o pérdida en el empleo de la palabra que responde a la idea y a la praxis primigenia del sujeto u objeto al que se alude
Propongo aplicar el término "recristianización" a los espacios propios de la Iglesia que se ven afectados por este prefijo
Como el tema es tan amplio como lo es la propia Iglesia, en esta ocasión me limito tan solo a apuntar algunos de los espacios, estamentos y catequesis de la sagrada institución: jerarcas, templos, calendario litúrgico...
Proclamo la supresión de la mayoría de los "santos" que presiden los días del calendario sagrado y dar relevancia a ideas tanto o más santas como los emigrantes, las mujeres maltratadas, los sin-techos, los ancianos...
Como el tema es tan amplio como lo es la propia Iglesia, en esta ocasión me limito tan solo a apuntar algunos de los espacios, estamentos y catequesis de la sagrada institución: jerarcas, templos, calendario litúrgico...
Proclamo la supresión de la mayoría de los "santos" que presiden los días del calendario sagrado y dar relevancia a ideas tanto o más santas como los emigrantes, las mujeres maltratadas, los sin-techos, los ancianos...
Comprendo que el término “recristianización” pueda parecerles sorprendente a muchos, y a algunos hasta abominable y maldito, y con tan serias aspiraciones a la exageración que le robe contenido y efectividad. Es posible que a todos les sirva la RAE de ayuda para conferirles tranquilidad semántica poniendo los puntos sobre las “ies”. (El prefijo “re” indica “repetición, intensificación, fuerza o energía”, desgastada o perdida en el uso o empleo de la palabra que responde a la idea y a la praxis primigenia del sujeto u objeto al que se alude)
En nuestro caso, tal sujeto-objeto no es otro que nada menos que la Iglesia católica, apostólica y romana, de la que proclamo con veracidad y realismo. Evangelio y eclesiología, historia y recolección de frutos, que demanda integrarse con toda sus consecuencias en el proceso de re –cristianianización, actualizado en el Concilio Vaticano II y más fervorosamente y con sólidas prisas, audacia y “en salida” por el papa Francisco.
Como el tema es tan amplio como lo es la propia Iglesia, en esta ocasión me limito tan solo a apuntar algunos de los espacios, estamentos y catequesis de la sagrada institución.
Con sacrosanta mención para su jerarquía, la recristianización de la Iglesia se hace ya inaplazable. Sus símbolos, ornamentos que se dicen sagrados, composición, nombramientos-selección de sus obispos, comportamientos-testimonios de vida —algunos también cardenalicios— comenzando por los palaciegos, gestos litúrgicos, cartas pastorales, homilías, declaraciones…, no podrían aspirar al simple “aprobado” en la asignatura evangelizadora de la recristianización eclesiástica, por misericordiosos que sean y se comporten sus examinadores de turno…
Estos, con los evangelios en la mano, se verían obligados también a valorar determinadas doctrinas que se han proclamado, y proclaman cristianas, al igual que comportamientos ético-morales y aún canónicos, cuya infracción sistemática habrían de empujar a muchos hacia las llamas eternas del infierno… El Código de Derecho Canónico, por citar un ejemplo, les abre a muy pocos cristianos partícipes del pueblo de Dios, las puertas del cielo, a no ser si son de condición “ricos”. Los pobres-pobres apellidan, honran y exornan el sagrado nombre de la Iglesia, pero esta ni sus representantes más cualificados están inscritos en el listado de la pobreza proclamada en los evangelios.
Los templos —espacios sagrados en los que de modo especial se les rinde el culto a Dios y a los santos— están descristianizados… Además de acaparar y potenciar casi en exclusiva, la condición de cristianos, estos se ausentan de ellos por falta de curas o por exceso de aburrimientos.
El proceso de recristianización de estos espacios podría y debería iniciarse y completarse dedicando parte de ellos también a actos culturales, reuniones cívicas, convivencias, exposiciones… Difícilmente podrán tener hoy justificación cristiana edificios tan monumentales como catedrales, basílicas, templos parroquiales, ermitas, santuarios, con los índices de asistencia tan parcos como los que se acreditan en sus actos de culto…
El calendario llamado litúrgico –Años Santos– es exponente claro y clamoroso de la necesidad de recristianización de la Iglesia en la actualidad. Sus fiestas apenas si son religiosas. Mayoritariamente son políticas, sociales, civiles y tal vez, familiares. A la Semana Santa le sobra tal apellido en multitud de tiempos y lugares, por mucho que hayan sido apodadas “fiestas de interés turístico”, nacional, autonómica y aún internacional. De la Navidad, Año Nuevo y Reyes, apenas si es horado y lícito añadir que han recobrado con esplendidez y holgura la condición de “pagana” que tuvieron en principio y que la Iglesia se limitó a “bautizar”. En los programas de las fiestas patronales de los pueblos y ciudades, la procesión, misa y sermón, están catalogados al mismo nivel de los “chiringuitos”, las “capeas” y otros espectáculos, más o menos típicos y tradicionales.
También los acontecimientos religiosos de por sí, y aún sacramentales, privados, como los bautizos, primeras comuniones, bodas, funerales…, precisan seria y profunda recristianización, dado que de su lugar y sentido de celebración no son los sacerdotes-ministros de Dios… Los verdaderos “liturgos” son los encargados de los Grandes Almacenes y los de los restaurantes… Estos son en definitiva los beneficiarios, protagonistas y con-celebrantes, que dejan imperecederos recuerdos para toda la vida, de los familiares y amigos…
Poniéndole por ahora el punto y aparte a estas sugerencias, proclamo por la supresión de la mayoría de los “santos” que protegen y presiden los días del calendario sagrado. Más que nombres concretos que son y se dicen “cristianos”, habrían de tener relevancia mayor ideas tanto o más santas como “los emigrantes, las mujeres maltratadas, los sin-techos, los ancianos, el cáncer de mama, la constitución, las pensiones, el hambre, las bicicletas, la ecología, los enamorados, la paz, la convivencia, los transplantes, la donación de órganos” …