(Xabier Pikaza).- En esta semana pascual nos preparamos para celebrar la resurrección de Jesús, la gran fiesta cristiana, el principio de identidad del Evangelio. Todo se dirige hacia esa fiesta, todo se condensa en ella: Somos cristianos aquellos que creemos que Dios ha resucitado a Jesús, y que nosotros seremos resucitados con él, cada uno de nosotros, con nuestra propia "carne", es decir, con nuestra propia identidad histórica y personal
Pues bien, frente a la resurrección de la carne (es decir de los muertos), aunque no en contra de ella (al menos en sentido radical) se eleve la experiencia y dogma de la reencarnación de las almas, que de un modo u otro está en el fondo de las religiones de oriente (hinduísmo, budismo). Por eso es bueno marcar sus diferencias.
La doctrina de la reencarnación no forma parte de los novísimos cristianos, que constan de cuatro acontecimientos o estados: muerte, juicio, infierno y gloria (con el purgatorio) ... La doctrina de la reencarnación no cree en el fondo en el valor de la historia (es una especie de gran sueño), ni en la identidad de cada persona.
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