Antonio Aradillas Rutas de leyendas turístico-religiosas
(Antonio Aradillas).- En el recorrido por estas rutas, con plena y fructífera justificación de que la cultura es su principal inspiración, se asevera que también las leyendas se pueden hallar en la raíz y en el fundamento de otros "viajes y vacaciones" igualmente atractivos y cultos.
Cuando el elemento religioso es el principal acicate para la actividad turística, lo mismo con carácter histórico que mítico o fabuloso, está asegurada a perpetuidad la afluencia de devotos dispuestos a recorrer -"peregrinar" en este caso- por tales caminos, para lucrarse además de las indulgencias y pías satisfacciones, que también sanan y reconfortan el espíritu.
El santuario gallego de San Andrés de Teixido es ejemplo singular de cuanto relatamos. Los hechos, portentosos en unos casos, y las milagrerías en otros, se hacen con frecuencia presentes en romerías y fiestas junto al santuario, al que "se vai de morto o que non foi de vivo", por lo que es indispensable recorrer el sendero oficial con sumo y respetuoso cuidado. Es fama que las almas peregrinan hacia lugar tan sagrado en forma de sapos, culebras y demás "sabandijas", por lo que se corre el riesgo de pisarlas y, por tanto, de profanar su recuerdo.
La práctica piadosa exige a los peregrinos de San Andrés de Teixido beber de la fuente, apropiándose de la virtud curativa de sus aguas, cortar algún ramo de "toxo", o de "herba de namorar", someterse al ritual de las piedras de los "amilladoiros" y, colocando sobre ellos algunas de las traídas de lo más lejos posible, quedarán allí "a la espera del día en el que hablen las piedras", que por cierto coincidirá nada menos que con el definitivo día del Juicio Final.
Por su actualidad suprema, es de destacar el convencimiento misterioso de los devotos del santo de que, a favor de los enfermos que a él se encomiendan, o les sean encomendados, ejercerá su intercesión ante Dios para librarlos de una larga y penosa agonía. Quienes se encomienden a San Andrés de Teixido lo hacen, más que con la intención de tener una pronta muerte, con la de que el santo les beneficie con que esta sea rápida, a tiempo y serena.
Una petición como esta, cargada de religiosidad, piedad y sentido común, solía formularse en no pocos santuarios, en la Edad Media, dentro y fuera de España, calificándose sus titulares como eficaces patronos para facilitar el tránsito de la vida a la muerte, con dignidad y sin originar inmoderadas molestias familiares o sociales. Aún más en algunos de estos santuarios hasta llegó a practicarse un rito, hoy y siempre inmoral y depravado, de que se hiciera uso de un mazo "bendito" -conocido como "holy mallet"-, con el que se golpeaba la cabeza de los moribundos que "sufrían demasiado". En el santuario irlandés de San Fillián, encargadas de hacer uso de tal mazo, eran unas mujeres conocidas como "Gemini agalbadori", que según todos los indicios, su procedencia era española.
En la actualidad, tan proclives a ardorosas discusiones sobre la legitimidad de la eutanasia, algunos "eruditos moralistas" invocan estas y otras prácticas mantenidas con carácter pseudo- religioso, como solución aproximada a los problema de la longevidad, a consecuencia del inmoderado alargamiento de la vida, esta sin la calidad propia que demandan los seres humanos por su condición de personas.