Nuevas confidencias de un cura jubilado Otro San Francisco

(Antonio Aradillas).- Nota: Con veneración, respeto, compresión y evangelio, entrañado en el hondon del alma y de la idea de iglesia que manifiesta encarnar el papa Francisco me animo a interpretar y hacer publico su pensamiento acerca de la "santidad oficializada" de la que el mismo es su maximo responsable. Como genero literario, mi interpretación es valida y legitima, con el oficioso y jovial añadido de que es tan religiosa como real y piadosa.

"Con llaneza santa y audaz, a cualquier cristiano como tal le dí ya confianza para desvelarle cuales son mis pensamientos y proyectos en la tarea de la refundación de la Iglesia en la que estoy firmemente empeñado, también en relación con las beatificaciones y canonizaciones al uso".

"Por favor, que a ninguno de mis sucesores se le ocurra hacerme el día de mañana protagonista "celestial" de las solemnes celebraciones que oficialmente, con todos los "honores", dan por instalados en los altares, a quienes jamás aspiramos a ello. Si refirieran las crónicas hagiográficas que tal es la voluntad de Dios, no les hagan caso. La voluntad de Dios puede ser, y es, objeto de manipulaciones, que se dicen "santas", pero que no lo son de verdad, o además, se encubren a veces con arrogancias y vanidades".

"El santo-santo oficialmente canonizado, lo es más aún cuando la teología adoctrina la fe popular, revelando que el verdadero y único mediador entre Dios y los hombres, es y se llama Cristo Jesús. Lo es también cuando contribuya al adoctrinamiento de que los ejemplos de cristianos, o no cristianos, en el ejercicio humilde y cabal de sus profesiones y oficios, sin catalogación religiosa alguna, fueron referencia esplendentes por su sencillez y humanidad".

"El dinero, en euros, en dólares, o en cualquier otra moneda no vaticana, que habría de invertirse en los procesos de mi imposible beatificación o canonización, sugiero que se destine a la adquisición de coronas de flores para arrojarlas al mar en las costas de Lampedusa, o en recuerdo de las mujeres víctimas de los malos tratos".

"No se preocupen y "no revuelvan Roma con Santiago", pasando inverosímilmente por mi bendita Argentina, para engrosar la antología de milagros, sobre los que fundamentar la heroicidad de ascetismos e impecabilidades. Los santos-santos no hacen milagros. Se limitan a descubrir los que realiza nuestro Padre Dios, valiéndose de la naturaleza y de los comportamientos del género humano, sean o no cristianos sus componentes".

"Por muchos esfuerzos que hago, no me veo a mí mismo convertido en imagen o estampa, con el halo, nimbo o aureola que corone mi cabeza, como símbolo de santidad. Yo ya tengo bastante con soportar la mitra y el "papamóvil", por razones de protocolo y liturgia. Como experiencia purificadora, es ciertamente sonrojeante y molesta, como lo es la intitulación de "Soberano", "Sumo", "Santísimo" y otras eminencias exageradísimas, paganas por todos sus costados".

"Como siempre supe, y ahora un poco más, cómo se inician, "fabrican" y gestionan normalmente los procesos de santidad y los elementos y circunstancias que intervienen en ellos, y que los hacen avanzar, retener y aún rechazar, exijo una vez más que no me declaren oficialmente "santo".

"Sería para mí insoportable, sospechar cómo investigadores y hagiógrafos habrían de hurgar en mi vida, con el fin de enaltecer algunos de sus episodios y pasar otros por alto, por no considerarlos "edificantes" para algunos sectores del pueblo de Dios. Fui, soy y quisiera ser nada más y nada menos que una "persona normal" y, por aquello de la "fragilidad humana", un simple aspirante a "buena persona", reconociendo que, tal y como todavía siguen estando las cosas en la Curia Romana, en sus Congregaciones respectivas no caben estos candidatos a la santidad".

"Recuso la sensación de "patrimonialización" que, con veracidad, se registra últimamente en la Iglesia, beatificando y canonizando a todos los Papas recientes, como si nosotros, por el hecho de haberlo sido, no fuéramos tanto o más pecadores que los demás seres humanos. No me extraña el asombro, y hasta el escándalo, que esto suscita en la sociedad, y dentro de la propia Iglesia".

"¿Y qué profesión, oficio, lugar, colectivo o país, podría reclamar mi nombre y mi recuerdo para declararme su santo titular o patrono?¿Qué ocurriría si me relacionaran con los futbolistas, y más concretamente con un determinado equipo de la federación argentina? ¿Sería yo el culpable último de que los árbitros pitaran o no a favor de uno o de otro equipo y diera los goles por válidos? ¿Permitiría la Federación que mi imagen se estampara en las camisetas? Si, por un imposible, ontológicamente inimaginable, se solicitara mi celestial patronazgo para la Argentina como nación, ¿cuál habría de seer la reacción de sus habitantes, mis paisanos, comenzando por las autoridades que la rigieran entonces?"

Qué no, que no me declaren oficialmente santo! Vaya además por delante mi promesa de que, si es la voluntad de Dios y me dejan, yo haré lo posible, y un poco más, por poner en orden lo referente a las beatificaciones y canonizaciones y su "negocio" - espiritual -y aún material-, con el convencimiento personal y colectivo de que los abusos siguen siendo muchos y de consideración., con flagrante olvido de lo que para el pueblo de Dios significan los santos cuando lo son de verdad".

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