"Los Juegos Olímpicos actuales han perdido gran parte de la inicial significación" Sano y santo Olimpismo
El paso del tiempo exigió con presteza que no solo participaran en las mismas los griegos sino también los procedentes del resto de los pueblos, hasta lograr la feliz y anhelada universalización hoy conseguida…
Gracias también a las celebraciones de las Olimpiadas, pueblos y personas -hombres y mujeres- cuentan con posibilidades óptimas para reafirmar la armonía que ha de existir entre el cuerpo y el alma
Razones históricas y etimológicas les aportan a las Olimpiadas parte importante -esencial- del acontecimiento universal, en cuyas vísperas de su nueva edición nos encontramos, nada menos que en Tokio. Todos y cada uno de sus episodios constituirán temas apasionados para los espacios informativos de los medios de comunicación y, por tanto, para conversaciones y tertulias. Y que conste, que también el religioso no deja de ser marco y retablo para ellas.
Los juegos -del latín “iocus”, y con el significado plural de “diversión, entretenimiento, juglar, joya y joyero” y, por lo mismo , “placer y alegría” ,se iniciaron en la ciudad de Olimpia, al norte de Grecia, de cuyo monte” Olimpo” recibe su nombre. Tal monte estaba consagrado a Zeus, padre de los dioses, con preponderancia y dilecta mención para “Poseidón” y “Hades”. Las fiestas duraban seis días y se celebraban cada cuatro años, en ciudades o lugares previa y democráticamente acordados.
De entre los valores que las convocatorias y celebraciones griegas pretendían significar a favor de la colectividad , destacaban las referentes a la paz y a la armonía de los cuerpos y las almas, con absoluta prohibición, por ejemplo, de las guerras en tiempos de la preparación y ejecución de las fiestas. “Paz, y hombres libres” fue en sus principios justificación suprema de las Olimpiadas. El paso del tiempo exigió con presteza que no solo participaran en las mismas los griegos sino también los procedentes del resto de los pueblos, hasta lograr la feliz y anhelada universalización hoy conseguida…
Merece destacarse con sentido religioso, eclesial y hasta propio del post- Concilio que encarna el papa Francisco, el dato igualitario de la consideración que el alma y el cuerpo, o el cuerpo y el alma, a la luz de las enseñanzas contenidas en los santos Evangelios, han de poseer, y poseen por sus propios méritos. Están de más los pietismos espiritualoides que proyectaban y proyectan su atención solo o fundamentalmente hacia el alma, como “santo y seña” de la religión oficial a favor del “espíritu”, con sus ceremonias, ritos y personas “consagradas”, mayoritariamente administrada , mantenida y difundida por el clero.
En los gimnasios, públicos y privados, de los griegos, de pretendía conseguir la total armonía del cuerpo y del alma, y la convivencia, con el correspondiente cultivo de las relaciones humanas. ¿Es que hay algo tan eminentemente religioso como este ejercicio? Eran otros tiempos, pero hay que referir, sin justificar, de que eran los hombres y solo los hombres quienes habrían de participar en los Juegos Olímpicos, en su preparación, practica y hasta formando parte del público del que eran excluidas explícitamente las mujeres.
Los tiempos están congruentemente cambiando, aunque no al ritmo que se quisiera y se necesita. Gracias también a las celebraciones de las Olimpiadas, pueblos y personas -hombres y mujeres- cuentan con posibilidades óptimas para reafirmar la armonía que ha de existir entre el cuerpo y el alma. La total apertura a razas, religiones, tradiciones y culturas distintas, consta con plena claridad en relación con las disciplinas lúdicas acogidas en los listados de cada una de las ediciones de los Juegos Olímpicos.
Como no todo es perfecto, huelga lamentar que ”no siempre es verdad tanta belleza”, por lo que, por citar un ejemplo, Olimpiadas y negocio establecieron bien pronto una coyunda y contubernio feroz, en beneficio de unos cuantos-siempre los mismos- con prebendas y anexos no solo comerciales, sino además políticos , aunque con atuendos y formas aproximadamente deportivas.
Conclusión triste, dolorosa y aberrante es la de que los Juegos Olímpicos actuales han perdido gran parte de la inicial significación mantuvieron en las esferas del humanismo integral que los inspiraron y mantuvieron en algunas de sus ediciones . El justo complemento del “para-olimpismo” completa la tarea con veracidad y emoción superlativa.
En el mismo contexto es preciso implantar la idea de que en todo proyecto y realización de los juegos – que por eso son y así se denominan- no solo se contabilizan, coronan y enaltecen los números “uno”, sino también los “dos”, los “tres” y hasta los” últimos”. Lo importante es participar, respetar, respetarse y aprender a ser y actuar como personas y como colectivo humano, con ínclitas e iniciáticas referencias a Dios, con nombre de Zeus u otros.
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