"Al momento de asumir tu partida hazlo con alegría, con ilusión" Yesid Fernando Vasquez, sacerdote: "Frente a la disponibilidad de unos, otros son incapaces de despegarse de la silla"

Todo cambia
Todo cambia

"Durante estos días tienen lugar no en pocas iglesias particulares y en algunos institutos religiosos, los bien conocidos y para algunos deseados 'nombramientos eclesiales'"

"Permítanme hacer dos miradas sobre este acontecimiento, una de índole 'institucional' y otra de índole personal"

"Queridas comunidades, ayudad a vuestros sacerdotes a marchar; y recibid, ayudad y dad la mejor bienvenida al que vendrá"

"Cambia todo cambia"

“Cambia todo cambia,
Cambia lo superficial
Cambia también lo profundo
Cambia el modo de pensar
Cambia todo en este mundo
Cambia el clima con los años
Cambia el pastor su rebaño
Y así como todo cambia
Que yo cambie no es extraño
Cambia todo cambia”

Así lo expresa una canción de Mercedes Sosa. Durante estos días coincidiendo con el fin de curso y preparando el inicio de uno nuevo, al inicio de una, para muchos, anhelada estación estival, tiene lugar no en pocas iglesias particulares y en algunos institutos religiosos, en mayor o menor medida, los bien conocidos, y para algunos deseados, “nombramientos eclesiales”. Permítanme hacer dos miradas sobre este acontecimiento una de índole “institucional” y otra de índole personal.

En torno a estos cambios se empieza a manejar una serie de elementos y realidades que pareciera nos pusieran en una máquina del tiempo y nos dejaran en plena época y mentalidad medieval, llena de secretismos, intrigas, maquinaciones, acuerdos, prebendas etc. Qué lejos también nos dejan de ser verdaderamente una comunidad nacida y alimentada por la Buena Nueva de Jesús, qué lejos nos dejan del auténtico espíritu pastoral, qué lejos de la llamada sinodalidad, qué cerca de la imagen que muchos tienen de nosotros de ser una iglesia de lucha de poderes y fuerzas, al mejor ejemplo de una empresa o de la más grande multinacional donde se ven claros los escalafones; y qué lejos nos deja de la acción carismática que en ella debe prevalecer.

Comienzan las cábalas en algunos buscando poner a fulano o sutano, o a sí mismos en tal parroquia o en un cargo en particular, se crean los bandos a favor y en contra, se busca salir vencedor y dejar a otros como vencidos, se hacen patentes los “amiguismos” que tienen y que no esconden, ni disimulan los que tienen la voz al momento de decidir. En torno a comidas y cenas se preparan los movimientos, las estratagemas, que poco tienen que ver con auténticas propuestas de dinamismo pastoral.

Sacerdotes
Sacerdotes

Pero junto a toda esta trama colectiva que deja mucho que desear y esperar, subyace algo mucho más profundo de índole personal, algo que sí valdría la pena reflexionar y pensar, desde la oración y el encuentro con el hasta ahora único Buen Pastor, y es la disponibilidad al momento de aceptar un nuevo proyecto u oficio pastoral. No son pocos los casos conocidos de sacerdotes diocesanos y religiosos con quienes es una tarea titánica y casi imposible el tan siquiera pensar que puedan dejar su actual cargo, pareciese que es impensable despegar sus “venerables posaderas” de la silla, de la que en palabras más o menos claras, se han apropiado durante más de un lustro, o una o varias décadas en el mismo lugar; esto no se puede entender por un supuesto criterio de “estabilidad” o de mantener la continuidad en procesos o acciones pastorales, es la expresión más alta de la egolatría pues pareciese que el único que lo puede hacer “soy yo” y sin mí no se puede o se acaba. Nos hace mucho bien el escuchar las voces de los miembros de la comunidad que felicitan nuestra labor, nuestra preparación, etc, pero nos hace mucho daño el creérnoslas, creo que se entiende lo que digo, me alegra que te feliciten por lo bien que cumples y haces tu labor pastoral, pero por favor no dejes que te suban y pongan en un pedestal, “De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os han mandado, decid: No somos más que unos pobres siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer.”(Lc 17, 10).

Está incapacidad de desapegarnos puede ser también la manifestación de un afecto desordenado, a veces se falta a la castidad y al celibato, sin entrar en el ámbito sexual o genital. No quiero decir que no se deba querer, más aún amar la comunidad a la que se sirve (no de la que se sirve), claro que sí, pero no estamos ahí en exclusividad, te esperan más personas, más retos, más “buenas nuevas” que vivir y anunciar; y cree, ora y expresa que el que venga después de ti lo haga mejor que tú, eso seguramente te ayudará a experimentar la tan bastante predicada y poco vivida: humildad.

Camino

Prepara el camino, abaja los montes, allana los senderos para que el que venga sea bien recibido, que tus palabras sean las que anuncian que vendrá un hermano sacerdote y no tu rival y menos el causante de tu partida. Mantén el vínculo y el cariño con quienes compartiste este tiempo, llámales o visítales, para saber cómo están, cómo siguen; pero no para fiscalizar lo que el otro hace y menos para que suscites o te descarguen los defectos o “desaciertos” del nuevo; y si te lo dicen condúcelos a la caridad, a la tolerancia, a la aceptación de su nuevo pastor, para que le acompañen, lo ayuden y le apoyen.

Y al momento de asumir tu partida hazlo con alegría, con ilusión, recuerda que el día de nuestra llamada y de nuestra respuesta sacramental, en la ordenación diaconal y repetido en la presbiteral, en la que de rodillas delante del obispo que nos confería tan gran don, pusimos nuestras manos entre las suyas y todos escuchamos con claridad: “Prometes obediencia y respeto a mí y a mis sucesores?” Y con “temor y temblor” respondimos y todos los asistentes escucharon de nuestros labios: “Prometo”. Y como deseo y como anuncio de esa entrega, de ese “fiat” que hicimos, como un oráculo profético se nos dijo que en el cumplimiento de esa promesa había una garantía que solo se vería desde la fe en Él: “Dios que comenzó en ti esta obra buena, Él mismo la lleve a término”.

Porque de eso se trataba, de dejarnos llevar, que Él nos lleve; así se lo expresó a Pedro: «En verdad, en verdad te digo que, cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras.» (Jn 21, 18). ¿No lo recordamos? O es que lo dijimos por aparentar o esperando que quedara bien la foto que en ese momento hacían y qué muchos enmarcamos y conservamos en alguna estantería. Para los presbíteros diocesanos fue una promesa y para los religiosos un voto, pero en consciencia implica el mismo compromiso.

Ordenaciones

Cuánta gracia me hacen aquellos que hoy pregonan que la obediencia debe ser dialogada, si bien es cierto que no ha de ser tan ciega, que se puede expresar el parecer, el sentir, en fin todo lo que personalmente reflexionamos y pensamos, repito se puede y se debe expresar, manifestar, ponderar; pero no creo que se tenga que imponer. Claro, se espera que la voz y el deseo que manifieste el sucesor de los apóstoles que nos lo pide, sea también con corazón de pastor, más aún de padre, que vela por el bien de sus hijos y que lo que pide en ese momento de nuestra disponibilidad, lo expresa claramente como un gran bien, nunca como si fuera un castigo y mucho menos un premio.

Y queridas comunidades, ayudad a vuestros sacerdotes a marchar; y recibid, ayudad y dad la mejor bienvenida al que vendrá. Recordad lo vivido, celebrado y construido durante el tiempo que estuvo vuestro párroco o rector, quedaros siempre con lo bueno y perdonad lo que haya habido de malo. Tened presente que las comparaciones son odiosas y ofenden. Brindad la oportunidad al que ha llegado, le han enviado no para “ser” como el que se fue, sino para que en la particularidad e individualidad de cada uno se esfuerce por ser imagen y presencia del Maestro, del Señor. Prepararos no tanto para continuar, creo que la palabra más evangélica sería “seguir”, en todo lo que hacéis en bien del Reino, de vuestro barrio, de la familias, de los niños, jóvenes, adultos, ancianos y sobre todo los que sufren y menos favorecidos. Disponeros siempre para la “novedad”, eso es lo que siempre lleva en sí el Evangelio, y no olvidéis el mal que hace a una comunidad cuando su mejor eslogan es: “Aquí siempre se ha hecho así”.

Animo y a recordad el llamado a la conversión que se ha hecho a las comunidades en el último documento sobre las parroquias; esta conversión que en su esencia bíblica se puede entender en dos acepciones: “metanoia” cambiar de mentalidad, de manera de pensar y “epistrefo” que es la acción de volver, como lo hace el hijo alejado que vuelve a la casa del Padre. Que este espíritu sea el que anime a los nuevos párrocos, a los que continúan en sus parroquias y a todas las comunidades.

Despedida y bienvenida
Despedida y bienvenida

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