"Considerar pecado la homosexualidad es un aberración" Una expresión de homofobia, una expresión de indecencia
"La nota del Vaticano condenando la homosexualidad no es solo un síntoma evidente de arcaica homofobia, sino también una afrenta vergonzosa contra muchos cristianos, cuya condición sexual coincide con lo que los representantes de Dios en la Tierra, consideran pecado"
"Ese tipo de pecados lastran a la iglesia católica a un espacio de cobardía, indecencia, negacionismo y ofensa contra el prójimo"
| Juan Cuatrecasas Asua, Diputado Congreso PSOE La Rioja XIV Legislatura
Ay de vosotros escribas y fariseos, hipócritas. Sepulcros blanqueados, hermosos por fuera y llenos por dentro de huesos de muerto y de toda clase de inmundicias (San Mateo).
Me desayuno hoy con una nota procedente del Vaticano en donde se tacha de pecado, a las parejas homosexuales y en la que también se prohíbe a los sacerdotes bendecirlas. La triste sombra de la hipocresía y hasta del cinismo en algunos casos.
Al parecer una vez más la iglesia católica no huye de su santa inquisición, de sus complejos y sus realidades ocultas. Deciden dónde está lo que ellos definen como pecado, como escándalo, como inconveniente moral, y se olvidan de la felicidad de la gente, de la igualdad, de la libertad, del pluralismo, de la diversidad y de la justicia. El pecado, siempre como faro.
Una expresión de homofobia que viene de quienes más presumen de principios y virtudes humanas, de quienes son incapaces de manejar la realidad del presente sin caer en el descrédito personal y de toda una religión.
Una expresión de indecencia que clama al cielo, ese cielo que nos cubre a todos por igual, hacia el que algunos levantamos la vista a diario, manifestando talante, calma, paciencia, felicidad, tristeza ó simplemente consuelo. Al jurista y político estadounidense Henry Lewis Stimson se le atribuye esta afirmación, el único pecado mortal que conozco es el cinismo. Un cinismo que a través de la losa eterna de sus pecados, de esas lascas de moralina barata que llevan prendidas en sus cerebros y conciencias y que cuando la almohada les acompaña, no les dejan ni dormir. La nota del Vaticano condenando la homosexualidad no es solo un síntoma evidente de arcaica homofobia, sino también una afrenta vergonzosa contra muchos cristianos, cuya condición sexual coincide con lo que los representantes de Dios en la Tierra, consideran pecado.
El ánimo excluyente de quienes han emitido esta nota, una más en la larga historia de perversión de parte de la jerarquía eclesiástica, les condena. Desde su criterio de pecado, desde cualquier doctrina ética o moral, ó desde un simple pero lleno de riqueza emocional, concepto humanista.
El pecado, para los antiguos griegos, fallo de la meta, no dar en el blanco, solo está a veces en la mente de quienes lo denuncian, no existe como tal, supone una vieja tradición traída desde el pasado intolerante al presente, por quienes se escandalizan hasta por el vuelo curvo de un gorrión.
Ese tipo de pecados, de los que habitan en cavernas puritanas, no solo no lo son, porque no tienen ningún ingrediente que atente contra la libertad individual ó general y tampoco ofenden a ese Dios del que ellos tanto presumen y dicen conocer.
Ese tipo de pecados lastran a la iglesia católica a un espacio de cobardía, indecencia, negacionismo y ofensa contra el prójimo. Dónde está realmente el pecado, esa es la pregunta que deben hacerse los que lanzan notas a través de los medios sin pararse antes a reflexionar, pensando bien, ó buscando la provocación por delante de la humildad, los valores, el humanismo y la misericordia.
Considerar pecado la homosexualidad es un aberración y es ya hora de que estos señores abran los ojos, miren alrededor y dejen de preocuparse por la normalidad, por lo convencional y se ocupen realmente de la larga lista de deberes pendientes que tienen para asimilar el cristianismo al presente.
Escuchen a Moliere : la hipocresía es el colmo de todas las maldades, escuchen y reaccionen de una santa vez.
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