"¿Merecen ese trato preferente las cosas religiosas?" El extraño caso de los contravalores religiosos privilegiados frente a los valores democráticos
"Hay un caso extraño que se refiere a la privilegiada consideración que en España y muchos otros países disfrutan los creyentes religiosos, así como sus creencias y sus doctrinas morales, frente al conjunto de la ciudadanía"
"En ocasiones observamos que la crítica a las creencias religiosas fácticas (presumiblemente falsas) o el rechazo de las doctrinas morales religiosas (anti-derechos) se percibe melindrosamente como un ataque u ofensa intolerable, y da lugar incluso a reacciones violentas"
"Por el contrario, si alguien niega o se ríe de afirmaciones contrastadas científicamente, es rarísimo que una física, un biólogo, o una geóloga se sientan 'ofendidos', y más raro aún que tengan reacciones violentas"
"Para equilibrar las cosas, la solución no es sustituir el confesionalismo nacionalcatólico por un multiconfesionalismo en el que se extienden los privilegios de la Iglesia a otras religiones.… De hecho, eso empeora gravemente la situación… Lo necesario para terminar con el Estado confesional que padecemos y establecer un Estado laico"
"Por el contrario, si alguien niega o se ríe de afirmaciones contrastadas científicamente, es rarísimo que una física, un biólogo, o una geóloga se sientan 'ofendidos', y más raro aún que tengan reacciones violentas"
"Para equilibrar las cosas, la solución no es sustituir el confesionalismo nacionalcatólico por un multiconfesionalismo en el que se extienden los privilegios de la Iglesia a otras religiones.… De hecho, eso empeora gravemente la situación… Lo necesario para terminar con el Estado confesional que padecemos y establecer un Estado laico"
| Juan Antonio Aguilera Mochón
Trataremos un caso extrañoque se refiere a la privilegiada consideración económica, educativa, mediática… que en España y muchos otros países disfrutan los creyentes religiosos –especialmente cristianos, musulmanes y judíos–, así como sus creencias y sus doctrinas morales, frente al conjunto de la ciudadanía y sus conocimientos y valores comunes, basados idealmente en la racionalidad científica y los derechos humanos.
No satisfechos con esos privilegios, algunos de aquellos creyentes ponen denuncias o reaccionan violentamente porque sienten «ofendidos» sus «sentimientos» por un quítame allá esas pajas (si me permiten que lo diga así).
Para que se comprenda mejor mi argumentación, repasemos dos aspectos de lo que esos creyentes defienden y quieren ver libre de «ofensas».
1. Las afirmaciones sobre cómo es y funciona el mundo
Merece la pena contrastar, mediante algunos ejemplos, las creencias fácticas de las religiones, de tipo dogmático (basadas en la autoridad incontestable de libros o seres sagrados), sostenidas institucional y/o mayoritariamente –si no me equivoco– por las citadas tres religiones abrahámicas, con lo que sabemos con alto grado de verosimilitud gracias a la ciencia; para luego confrontar lo que sucede cuando alguien rebate (o se ríe de) alguna creencia religiosa o alguien rebate (o se ríe de) algún conocimiento científico.
- Religiones:Dios/Yavhé/Alá lo creó todo, especialmente a la especie humana, para mayor gloria Suya, y cuida de su creación interviniendo milagrosamente de vez en cuando en el mundo desde un más allá inmaterial. Es lo que se conoce como «creacionismo», del que existen variantes, sobre todo según se acercan o alejan de la literalidad de los libros «sagrados», especialmente del Pentateuco (o Torá), que tienen en común. Las tres religiones siguen creyendo en Adán y Eva (véase, por ejemplo, el Catecismo vigente de la Iglesia católica).
- Ciencia: con el método científico (que exige pruebas, afirmaciones susceptibles de ser falsadas…) buscamos la explicación de todos los fenómenos naturales por causas naturales; por tanto, sin intervenciones sobrenaturales desde ningún más allá (se rechazan los milagros, y no hay pruebas serias de ninguno). El origen de todas las especies, incluyendo la humana, lo explica el evolucionismo neodarwinista, que no admite una finalidad en la evolución. Se rechaza por tanto el creacionismo. La historia de Adán y Eva no es más que un mito.
- Religiones:Tenemos un alma que explica la conciencia y que sobrevive a la muerte corporal.
- Ciencia:la conciencia humana se explica por el funcionamiento del cerebro; al morir una persona cesa su actividad cerebral y mental, y por tanto la conciencia.
2. Las doctrinas de carácter moral (valorativo y normativo)
En este caso, las respuestas no vendrán desde la ciencia (pues esta no entra en el terreno de la moral) sino desde los derechos humanos. Sin duda hay valores positivos en las religiones --y más aún en los creyentes, por supuesto--, pero aquí nos centraremos en lo que parecen más bien «contravalores».
- Religiones:Hay que amar y adorar a Dios/Yahvé/Alá. Y a Jesús, y/o a la Virgen, y/o a Mahoma… Estos dioses o personajes (entre otros) son modelos a seguir. Si no se hace así y no se siguen sus sagrados mandatos, habrá castigos en esta vida y/o tras la muerte.
- Desde los derechos humanos:El Dios/Yahvé/Alá esencialmente común de las tres religiones abrahámicas es un pésimo ejemplo. En «el libro» sagrado común (el Pentateuco, o Torá) vemos que este ser de ficción era, según resume Richard Dawkins, «mezquino, injusto e implacable […] un ser vengativo, sediento de sangre y limpiador étnico; un misógino, homófobo, racista, infanticida, genocida...». En nombre de ese Dios común y sus mandatos se han llevado a cabo (y se siguen realizando) las mayores atrocidades.
- Religiones:Rechazamos el laicismo (especialmente en educación y economía), la libertad de las mujeres para abortar, tomar anticonceptivos…, la de todos para realizar la eutanasia; negamos el derecho de los homosexuales a mantener relaciones sexuales, a casarse y a adoptar niños. La «salvación» de cada persona, en cada confesión exige fidelidad a sus propios dictados.
- Desde los derechos humanos:Las negaciones de libertades y derechos se oponen a derechos humanos fundamentales, en especial el de libertad de conciencia. Lo de la «salvación» exclusiva ha dado pie a xenofobia, integrismo y violencia, y ha promovido comunitarismos represores de la libertad de conciencia.
La respetabilidad de las creencias, doctrinas y modelos religiosos
Desde las religiones se exige no sólo a sus creyentes, sino a toda la sociedad, un «respeto» especial a sus «dogmas, creencias, ritos o ceremonias» (por abreviar, a sus «cosas»). Y la sociedad y el Estado suelen aceptarlo; por ejemplo, el artículo 525 del Código Penal español considera un delito el «escarnio» de las cosas religiosas cuando se hace «para ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa». En otras palabras, hace delito de la blasfemia. Y los artículos 522 a 524 también conceden una consideración privilegiada a los actos y sentimientos religiosos.
¿Merecen ese trato preferente las cosas religiosas? Los representantes en España de las religiones citadas tienen claro que sí: cuando el Gobierno ha hablado de eliminar el art. 525 (raro gesto, dada su complicidad confesional en tantos temas sensibles), les ha faltado tiempo para salir a la palestra a protestar.
En ocasiones observamos que la crítica a las creencias religiosas fácticas (presumiblemente falsas) o el rechazo de las doctrinas morales religiosas (anti-derechos) se percibe melindrosamente como un ataqueu ofensa intolerable, y da lugar incluso a reacciones violentas. Más aún si la crítica o el rechazo se expresan con humor, sobre todo si es como burla («escarnio»). Ya sabemos que históricamente, incluso entre los creyentes, unas diferencias que desde fuera parecen nimias han ocasionado grandes derramamientos de sangre.
Se debería poder zanjar la pregunta anterior dejando claro que cualquier idea, afirmación, costumbre… debe poder someterse a escrutinio racional y a libertad de crítica, con los límites que marque la ley, que deben ser iguales para todos, de modo que las cosas de carácter religioso no deben ser una excepción privilegiada (ni menoscabada). Pero conviene profundizar algo más.
Distintas susceptibilidades
Las pretensiones religiosas llaman mucho la atención, porque lo que a veces se defiende tan exaltada y hasta violentamente hemos visto que consiste, por una parte, en modelos y doctrinas morales bastante mejorables, por ser suaves. Más aún cuando en base a ellos se realizan acciones como las terapias de conversión de homosexuales, el acoso a clínicas abortistas, el encubrimiento de pederastas, la apropiación de patrimonio público, etc.
Y, por otra parte, se exige respeto de afirmaciones sin pruebas, o incluso contra la evidencia. Me temo que una creencia de la se exige respeto hasta el punto de que se niega la posibilidad de someterla al juicio de la razón, no luce muy respetable. Y, claro, como dijo alguien, «si no queréis que nos riamos de vuestras creencias, no tengáis creencias tan graciosas». Piénsese, por ejemplo, en cómo evitar los chistes sobre la Virgen, la paloma (¿o mejor pichón?) y San José. Resulta que, para muchos, es irrisorio que se sostengan muy seriamente meras “beaterías ofrecidas bajo aval de algún Salvador”, o, dicho brevemente, “b.o.b.a.d.a.s.”.
"Como dijo alguien, si no queréis que nos riamos de vuestras creencias, no tengáis creencias tan graciosas"
Pero cuando algunos creyentes proclaman que debe imperar, por encima de todo, lo que consideran La Ley de Dios, ese ser omnipresente, a las más mínima se enfrentan a quien sea por “pretender ofender la ley ante Dios a sabiendas”, o, dicho brevemente, se sulfuran por “p.o.l…”; bueno, tampoco hace falta abreviar tanto.
Por el contrario, si alguien niega o se ríe de afirmaciones contrastadas científicamente, es rarísimo que una física, un biólogo, o una geóloga se sientan «ofendidos», y más raro aún que tengan reacciones violentas. De hecho, no conozco casos. Será porque el método científico se apoya precisamente en la crítica mutua y la autocorrección con argumentos y pruebas, y en el rechazo del falaz «argumento de autoridad». ¿Alguien agrede desde la ciencia a quienes se burlan del darwinismo o pretenden saltarse las leyes de la física? No sé de nadie que haya destrozado botellas de anís del Mono, ofendido por caricaturizar como tal al excelso Darwin. Si alguien se mofara de Newton, Galileo, Bohr, Einstein… (personas asimismo reales y admirables), o de la redondez (aproximada) de la Tierra, la respuesta racional sería la indiferencia o la paciente pedagogía, y la mayor crueldad en la respuesta no iría más allá de la conmiseración, o de nuevo el humor.
Si alguien niega o se ríe de afirmaciones contrastadas científicamente, es rarísimo que una física, un biólogo, o una geóloga se sientan 'ofendidos', y más raro aún que tengan reacciones violentas"
Por otra parte, advirtamos lo frecuente que es que se haga escarnio de filósofos, literatas, actrices, deportistas… y sobre todo de políticos. Y no olvidemos las burlas sobre pueblos enteros y sus supuestos defectos (roñosos, vagos, machistas, tontos…). Todo esto se sobrelleva, a pesar de que a quienes suele vejarse no son entes imaginarios, sino personas reales y vivas, que verán sus sentimientos «ofendidos» sin que los protejan amenazas o legislaciones especiales, sino los límites que imponga la ley, iguales para todos –salvo para los creyentes religiosos–.
Paradojas o incongruencias
Cuando algunos creyentes (afortunadamente no todos, ni mucho menos), o las grandes confesiones religiosas, rechazan derechos de mujeres y LGTBI, o arremeten contra ateos y otros infieles, los afectados, o no atacados directamente pero defensores de los derechos humanos, suelen reaccionar enérgicamente, pero sin recurrir a la violencia. Pero, ay como a estos (las víctimas) se les ocurra hacer algún acto o burla contra quienes atropellan sus derechos (los victimarios), pues entonces serán vituperados en muchos medios, y a veces demandados basándose –en el caso de España– en los citados artículos, herederos del nacionalcatolicismo franquista, del Código Penal. Y, en ocasiones, tal vez enardecidos por el apoyo mediático/meapilático y jurídico, los fundamentalistas ejercerán violencia física. Tales indeseables pretenden que esto sirva de aviso a navegantes, un aviso o intimidación que en las religiones principales se ha llevado hasta crueles extremos, y repetidamente, a lo largo de la historia (la religión siempre ha sido muy amiga del miedo); como hoy ocurre a veces con los islamistas más fanáticos. Y, en otro contexto, pero de un modo especialmente estremecedor, con el judaísmo sionista que sustenta el genocidio de los palestinos.
En España, tenemos el extraño caso de que las religiones institucionalizadas pretenden, y los sucesivos gobiernos de derechas o izquierdas les conceden, que sus posiciones dogmáticas apoyadas en la irracionalidad, a menudo pseudo o anticientíficas, y en ocasiones con poco respeto a los derechos humanos, merezcan un especial «respeto» frente a las proposiciones avaladas por la ciencia y a la defensa de los derechos humanos (llamémoslas globalmente valores o proposiciones democráticas). ¿Es asumible que en una democracia tengan especiales protección y prerrogativas movimientos contrarios a los postulados y valores democráticos?
Al ser un «extraño caso», me ha recordado el del Dr. Jeckyll y Mr. Hide, de Robert Louis Stevenson. ¿Se imaginan que la sociedad diera cancha al segundo en detrimento del primero? (Entiéndanse con buen humor los paralelismos de ese caso con el aquí tratado).
Hacia las soluciones
En el terreno personal, podemos preguntarnos a qué se debe que un fundamentalista se empeñe en zaherir las afirmaciones y posiciones de una persona racional hasta extremos violentos, mientras que la racional se toma pacíficamente las del fundamentalista. Quizás ocurra que si una afirmación que consideras clave para darle sentido a tu vida es tan insegura que no la puedes defender racionalmente, la tienes que salvaguardar como sea. Que cuanto más indefendible es tu posición –cuanta más impotencia racional sientes–, con más intransigencia la tienes que proteger. En cambio, si tienes convicciones firmes pero racionales, o sujetas a dudas razonables, no te preocupa, o al menos no te ofende, que se rían de ellas. Quizás sea esta una de las conexiones entre inteligencia, apertura mental y humor.
En este ámbito personal, creo que lo que haría falta sería no la reverencia religiosa hacia las afirmaciones racionales, sino la irreverencia racional hacia todo tipo de aseveraciones, respetando siempre, por descontado, los derechos humanos, entre los que está el de los creyentes o increyentes para creer o dejar de creer lo que libremente les plazca. Para llegar a eso es esencial unaeducación emancipadora, libre de todo adoctrinamiento. Por eso hay que rechazar con especial tenacidad cualquier prerrogativa para adoctrinar dogmáticamente a la infancia, en defensa del derecho de los niños y niñas a desarrollar su libertad de conciencia. Es mucho más probable que, no habiendo sido adoctrinados, lleguen a ser adultos defensores de los derechos humanos, con pensamiento crítico y autonomía moral.
Desde el punto de vista político y jurídico, es inadmisible en España (y en otros países) el contrasentido de que las posiciones religiosas estén especialmente protegidas frente a las racionales y democráticas; de que las asociaciones de creyentes religiosos –es decir, las Iglesias, y sobre todo la católica– tengan todo tipo de desorbitados privilegios (económicos, educativos, simbólicos…), herederos del franquismo y amparados por los leoninos Acuerdos de 1979 con la Santa Sede (Estado teocrático, ultramachista…), por la Ley de libertad religiosa de 1980, por los Acuerdos de 1992 con otras confesiones,… y hasta por los artículos 522-525 del Código Penal. Es obvio, pues, que la solución no es sustituir el confesionalismo nacionalcatólico por un multiconfesionalismo en el que se extienden los privilegios de la Iglesia a otras religiones, como viene haciendo el Gobierno «progresista» actual. De hecho, eso empeora gravemente la situación.
Si queremos una sociedad más justa y democrática, en vez de seguir ese camino tan desafortunado, ¿por qué no aprovechamos la conmemoración de los 50 años de la muerte de Franco para llevar a cabo lo que es imprescindible e inaplazable: acabar con aquellos Acuerdos del 79 y del 92, con aquella Ley del 80, con esos artículos del Código Penal,… y con todo lo que sustenta unos privilegios religiosos netamente antidemocráticos? En definitiva, lo necesario para terminar con el Estado confesional que padecemos y establecer un Estado laico. Y, más allá de textos legales, hace falta que en la política y en la sociedad se extienda la conciencia de que para que haya una democracia real se exige la igualdad de derechos con independencia de las creencias y convicciones personales, es decir, el laicismo.
Etiquetas