"Quiere alentar una Iglesia que escuche y ofrezca respuestas de esperanza" Ante el final del Sínodo: ¿crisis de esperanza?
"Se extiende la impresión de no saber a dónde vamos y tampoco interesa plantearlo, pues carecemos de respuestas o las que nos ofrecen no resultan fiables"
"La oferta del metaverso de las grandes plataformas nos sitúa con medios e incentivos poderosos en un paradigma donde nada hace falta esperar pues todo nos viene elaborado, diseñado, ofrecido y facilitado"
"¿Qué esperanza podemos ofrecer? Creo que es la pregunta decisiva de la humanidad hoy a la filosofía, a la ciencia, a las religiones y, por supuesto, a la misión de la Iglesia, a la teología, si quieren ser significativas"
"¿Qué esperanza podemos ofrecer? Creo que es la pregunta decisiva de la humanidad hoy a la filosofía, a la ciencia, a las religiones y, por supuesto, a la misión de la Iglesia, a la teología, si quieren ser significativas"
| Félix Placer Ugarte
Nuestro mundo en trasformación vive hoy “tiempos inciertos y vidas inestables” en una época crítica de inseguridad, según lo mostraba el Informe 2021-2022 de la ONU sobre el desarrollo humano. Los conflictos actuales están generando una situación que niega todo proyecto de auténtica paz y solo contemplan el armamentismo y la guerra como vía de solución de los enfrentamientos geopolíticos. El incontenible deterioro del medio ambiente se enfrenta a la sostenibilidad de la tierra, a su ecología y habitabilidad.
Las desigualdades socioeconómicas crecientes han suprimido el equilibrio mundial. La sensación de incertidumbre ha penetrado en las sociedades que no ven horizontes para un mundo sometido a intereses egoístas de Estados prepotentes guiados por intereses e ideologías capitalistas. Estamos encaminados hacia situaciones distópicas. En consecuencia la alarmante pérdida de horizontes utópicos que nuestro mundo vive y la amenazadora inseguridad oscurecen cada día más la esperanza, corazón de la espiritualidad.
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Este contexto es caldo de cultivo en la condición humana de la desilusión, del pesimismo e incluso de la angustia; una profunda desorientación invade el día a día. Vivimos en “tiempos oscuros”, afirma Hannah Arendt, inestables,”liquidos”, según Zigmunt Bauman. Se extiende la impresión de no saber a dónde vamos y tampoco interesa plantearlo, pues carecemos de respuestas o las que nos ofrecen no resultan fiables. El vértigo del nihilismo conduce a la convicción de que la humanidad carece de sentido y solo cuenta lo inmediato que consiste, para los países pobres, en lograr sobrevivir y, para los ricos, en incrementar la acumulación de bienes materiales que permitan disfrutar de su posesión y garantizan un futuro seguro.
Las ofertas de un mundo virtual en el metaverso
Ante esta situación una “civilización artificial” digitalizada, según el diagnóstico de José María Lasalle, conducida por las máquinas computadoras, pretende ofrecer ya respuestas adecuadas. Como advierte Yuval Noah Harari, “podrías ser perfectamente feliz cediendo toda la autoridad a los algoritmos y confiando en ellos para que decidan por ti y por el resto del mundo”. En efecto las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones la ponen a nuestro alcance inmediato lo que ‘debemos’ saber. Para no sentirnos perdidos ante los innumerables datos que hoy se generan, la Inteligencia Artificial se encarga de ordenarlos y nos ofrece respuestas al instante sobre nuestras preguntas y dudas. Ante los graves problemas de vida saludable, la Biología Sintética nos promete resultados saludables sorprendentes. Incluso se anuncia en pocos años una ‘superinteligencia’ que, superando a la humana actual, resuelva todos nuestros problemas y nos guíe por el camino ‘adecuado’ creando un transhumanismo hacia un posthumanismo.
Con una condición, dejarnos conducir por los metaversos de las poderosas plataformas informáticas que hoy controlan todo el mundo digital y nos conducen a universo virtual ofreciendo ilimitadas posibilidades. No hace falta esperar nada; todo está a nuestro alcance digital; también el futuro. Y me refiero concretamente a una 'sociedad digital' que, promovida por las plataformas de influencia globalizadas de las grandes corporaciones occidentales (Google, Appel, Facebook, Amazon, Microsoft), con sus correspondientes empresas rivales chinas (Alibaba, Tencent, Baidu,…), está invadiendo el mundo, la cultura y la misma condición del ser humano.
En esta época de la digitalidad, también se plantea, a mi entender, cómo comprender y vivir la espiritualidad en el 'metaverso' que nos sitúa en el nuevo paradigma de un mundo virtual dominado por los intereses de las grandes plataformas y por la lucha geopolítica entre USA y China por la Inteligencia Artificial
En esta época de la digitalidad, también se plantea, a mi entender, cómo comprender y vivir la espiritualidad en el 'metaverso' que nos sitúa en el nuevo paradigma de un mundo virtual dominado por los intereses de las grandes plataformas y por la lucha geopolítica entre USA y China por la Inteligencia Artificial.
Una sociedad sin horizontes en un mundo virtual
El catedrático de Humanidades Digitales en Western University de Canadá, Juan Luis Suárez, en un clarividente trabajo (La condición digital, Trotta, 2023) analiza esta época de la digitalidad, dominada por las plataformas, donde se busca hacer desaparecer toda fricción en una simbiósis máquina-humano. Se ha generado “la mayor crisis de identidad que la humanidad haya tenido jamás… que nos conduce a un cambio de civilización transhumano de carácter tecnológico y militar”, donde la esperanza que es la base y horizonte de una humanidad auténtica se difumina, por innecesaria, y nos encuadra en un “enjambre digital” de comportamientos grupales, como ya puso de manifiesto el filósofo surcoreano Byung-Chul Han (En el enjambre, Herder, 2014).
En este mundo tecnológico tal como hoy lo diseñan y desarrollan las grandes corporaciones y plataformas citadas, que nos envuelve y domina cada vez con más intensidad y penetración, la esperanza y la utopía, que implican audacia y compromiso liberador, están debilitándose en la sociedad; si no han desaparecido ya, sobre todo en las nuevas generaciones, ya digitalizadas desde la infancia que no atienden, ni entienden, ni les interesa el discurso de la esperanza utópica. ¿Para qué la esperanza y la utopía si el smartphone nos suministra al instante todo lo que necesitamos saber y podemos diseñarlo en sofisticados juegos ? ¿Para qué el espíritu crítico, cuando las soluciones están ya previstas? ¿Para qué la liberación, cuando sometiéndonos a proyectos ya elaborados, disfrutaremos de un mundo virtual feliz que otros han ya programado con interesados algoritmos? La oferta del metaverso de las grandes plataformas nos sitúa con medios e incentivos poderosos en un paradigma donde nada hace falta esperar pues todo nos viene elaborado, diseñado, ofrecido y facilitado.
En búsqueda de esperanza para nuestro mundo
Por supuesto, no faltan reacciones y respuestas, pues lo que está en juego es el porvenir de la humanidad: su concepción y futuro. Mujeres y hombres pensadores, filósofos, también científicos, poetas y escritores, teólogos… abordan hoy el problema con preocupación; también con reflexiones y propuestas de amplio alcance. Byung-Chul Han, en su último ensayo, El espíritu de la esperanza (Herder, 2024), propone la esperanza como forma de vida. Es necesario escucharles y dialogar con ellas y ellos. Proponen, por supuesto, no huir de la innovaciones tecnológicas, sino considerarlas como un avance positivo, siempre que no se sometan a los intereses de las plataformas dominantes. Pueden abrir caminos y alimentar actitudes de esperanza para la humanidad.
Desde un punto de vista cristiano subrayo las aportaciones que abren nuevas perspectivas. El papa Francisco anuncia un jubileo con el lema "peregrinos de la esperanza". Pide “una reflexión profunda que renueve el pensamiento y las opciones a realizar” desde el respeto de “la dignidad humana a la luz de la enseñanza de la Sagrada Escritura y de la Tradición cristiana”. El Sínodo en su última etapa quiere alentar una Iglesia que escuche y ofrezca respuestas de esperanza. Veremos sus resultados y su aplicación. Sería una gran decepción si se limita cambios formales y estructurales que, aunque necesarios, no respondan a los grandes interrogantes de la humanidad hoy, como ya pidió Gaudium et spes. ¿Podemos anunciar y practicar hoy una esperanza motivadora?
Por parte de reconocidos teólogos subrayo, entre otras las reflexiones, las de Juan José Tamayo desarrolladas en su trabajo Una espiritualidad liberadora sobre el "nuevo paradigma de espiritualidad en el horizonte del pluriverso cultural y religioso". Se pregunta si hay lugar para ella en la era de la tecnocracia, de los dictados de la Inteligencia Artificial entrenada por los intereses del poder y del capitalismo. Su reflexión teológica, inspirada en Ernst Bloch, J. Moltmann, D. Bonhoeffer, J. B. Metz y los teólogos de la liberación discurre movida por la motivación evangélica, por sus convicciones profundas razonadas y la esperanza utópica en el compromiso activo y militante. Como muy bien subrayaba Antonio J. Mialdea en RD, define a la persona humana como “ser-en-esperanza”. Esta perspectiva sintetiza el paradigma de una espiritualidad que implica el ecofeminismo, la interespiritualidad, el compromiso liberador para un pluriverso cultural y religioso.
¿Qué esperanza podemos ofrecer? Creo que es la pregunta decisiva de la humanidad hoy a la filosofía, a la ciencia, a las religiones y, por supuesto, a la misión de la Iglesia, a la teología, si quieren ser significativas. No podemos ofrecer respuestas aisladas, sino relacionadas, críticas, híbridas, en cooperación, como proponen, entre otros, Carlos Blanco, Victoria Camps, José Antonio Marina, Daniel Innerarity en Doce filosofías para un nuevo mundo (Fundación Santander, 2024), para lograr un plural consenso universal ético, político, ecológico, religioso, según indica también Tamayo; que estén abiertas a los signos los tiempos donde también las nuevas tecnologías, sin someterse a los metaversos de las poderosas plataformas, deben ser consideradas y utilizadas en una búsqueda ética, común y urgente, pues está en juego el porvenir de la humanidad.
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