"Un grupo de obispos pastoralmente 'ociosos', pueden ser un serio obstáculo para la Iglesia" ¿Cuál es el futuro de curas y obispos ya jubilados?
"La jubilación de curas y obispos, y pronto la de los papas, está ya a punto de constituirse en un grave problema para la Iglesia. La vida se nos alarga casi indefinidamente y la línea roja canónica establecida en los 75 años de edad se traspasa, y traspasará, con facilidad explicable"
"Desde los palacios, tanto si son o fueron cardenalicios, arzobispales, o simplemente episcopales, no es posible ni ver ni interpretar la vida y menos si esta es o pretende ser cristiana y en conformidad con los santos evangelios"
"¿Cuál sería el resultado de la posible coincidencia de un grupo de obispos, - y más ya jubilados- cardenaliciamente presididos- , todos ellos disconformes con las orientaciones eclesiales del papa Francisco, es decir, del Concilio Vaticano II, merced a las cuales ellos se vieron obligados a dejar sus diócesis y ser substituidos por otros más “conciliares”?"
"¿Cuál sería el resultado de la posible coincidencia de un grupo de obispos, - y más ya jubilados- cardenaliciamente presididos- , todos ellos disconformes con las orientaciones eclesiales del papa Francisco, es decir, del Concilio Vaticano II, merced a las cuales ellos se vieron obligados a dejar sus diócesis y ser substituidos por otros más “conciliares”?"
La jubilación de curas y obispos, y pronto la de los papas, está ya a punto de constituirse en un grave problema para la Iglesia. La vida se nos alarga casi indefinidamente y la línea roja canónica establecida en los 75 años de edad se traspasa, y traspasará, con facilidad explicable. La falta de curas insta a la mayoría de ellos a inscribirse a perpetuidad entre los “disponibles” en tareas pastorales y ministeriales y, gracias a su disponibilidad , y dentro de un orden, hay pueblos en los que todavía puede celebrarse la Eucaristía y administrarse y compartir algunos sacramentos.
¿Y cuál es el futuro de los curas ya jubilados? ¿Está este en parte formado por sus sobrinos y demás familiares? ¿Son las Casas Sacerdotales diocesanas sus últimos destinos? ¿Acaso son su refugio otras instituciones, como la de las benditas Religiosas de los Ancianos Desamparados? ¿Cuentan ellos -los curas- con medios económicos suficientes -completada la pensión con fondos diocesanos- como para poder seguir viviendo “por su cuenta” atendidos como corresponde, en condiciones similares a las del resto de profesionales y obreros?
¿Echarán de menos los lazos familiares que les supuso y exigió su condición celibataria? No teniendo, por ejemplo, nietos, ¿a qué dedican su tiempo? ¿Cual es la agenda de su retiro-jubilación? ¿Sigue siendo esta en cierto sentido, pastoral? ¿Cuánto y qué tiempo dedican a la oración y cuando a los “juegos de mesa”, con sus colegas, amigos y vecinos de sus mismas “quintas”? ¿Siguen practicando su condición de curas -sacerdotes- y sus conversaciones rebasan la temática común de los deportes, del recetario de pastillas, de las inclemencias del tiempo, de los “escándalos” que vive la Iglesia, de la política vaticana y de las otras, así como de la figura tan discutida y discutible del papa Francisco? ¿Cuál suele ser el tono de las “batallitas” mantenidas con sus respectivos obispos en la diversidad de sus cargos y cargas que les fueron encomendadas en el ejercicio de sus ministerios?
El tema de la jubilación de los obispos es aún más delicado y sus soluciones más intrinicadas y difíciles. Y si estos son Cardenales, mucho peor, al menos por lo de aquello de que “Sic transit gloria mundi”. Acostumbrados a vivir -residir- en mansiones palaciegas, con ornamentos sagrados, la mitra, el báculo, el anillo , el “NOS por la gracia de Dios”, poseedores de la última palabra -y esta ser siempre “palabra de Dios” -, la convivencia de los obispos jubilados es -será- tarea extremadamente difícil , por mucha capacidad de comprensión humildad y discernimiento que hayan cultivado y estén dispuesto a seguir cultivando.
Y es que, desde los palacios, tanto si son o fueron cardenalicios, arzobispales, o simplemente episcopales, no es posible ni ver ni interpretar la vida y menos si esta es o pretende ser cristiana y en conformidad con los santos evangelios. A las mismas misas, les falta algo importante, cuando son celebradas “en palacio” y con “mentalidad palaciega”.
¿Será ahora la Casa Sacerdotal su residencia habitual, en la que se avecindará como cualquier otro sacerdote? ¿Disfrutará de algunos privilegios, de los que no participen habitualmente el resto de sus “hermanos en el sacerdocio”? ¿Cómo serán aceptados los obispos por sus sacerdotes, -ya jubilados- algunos de los cuales pudieran haberse sentido, con razón o sin ella, preteridos, estando él al frente de la diócesis? ¿Optarán por vivir en sus propias casas? ¿Con quién o con quienes?¿Les facilitará la diócesis algún piso-palacio, atendido por monjas y turiferarios, con cargo al erario diocesano, tal y como acontece, por ejemplo, en Madrid, y en otras ciudades?
¿Cuál sería el resultado de la posible coincidencia de un grupo de obispos, - y más ya jubilados- cardenaliciamente presididos- , todos ellos disconformes con las orientaciones eclesiales del papa Francisco, es decir, del Concilio Vaticano II, merced a las cuales ellos se vieron obligados a dejar sus diócesis y ser substituidos por otros más “conciliares”?. A nadie se le oculta que un grupo de obispos pastoralmente “ociosos”, pueden ser un serio obstáculo para la Iglesia, por ejemplo, con declaraciones abiertamente condenatorias, o casi, contra quién parece estar ya soberanamente dispuesto a “cargarse” a la Curia Romana de la que algunos de los “disidentes” hasta llegaron a formar parte.
El elenco de preguntas, y previsibles respuestas habrá de enmarcarse próximamente en las más altas esferas vaticanas , cuando el número de papas “eméritos” se acreciente, tan solo con que se lleve a efecto el mandato canónico de que a los 75 años se jubilen los obispos, sin posible y explicable exención para el de Roma, que es papa, precisamente por serlo de la hasta el presente considerada como “Ciudad Eterna”.
Nos encontramos en las ante-vísperas de acontecimientos eclesiásticos muy relevantes, por lo que urge preparar cuantos caminos conduzcan al bien de la Iglesia, cuyos papas habrán de despojarse de títulos tan singulares, y de más que dudosa aplicación, como los de “Romano Pontífice”, “Vicarios de Cristo”, “Vice-Dios” y otros similares, de difícil -imposible- encuadramiento en la teología y en los santos evangelios.