"Humilde y sencilla. El centro que se desplaza a las periferias existenciales" Más allá de los gestos y las palabras: La revolución silenciosa de Francisco
Nos estamos acostumbrando a todo; nuestra retina está al amparo de atrocidades que no producen ni una sola mueca en nuestros rostros…
Pero cuando todo lo vemos perdido, cuando nadie da su brazo a torcer porque las ideas y las posiciones se han tornado inamovibles, llega del Papa Francisco y tiene un gesto, unas palabras que transforman e inundan el corazón de humanidad
| Jose Miguel Martínez Castelló
Todos los inicios de curso resultan estimulantes. En una sociedad tan compleja como la actual y dominada, hasta el paroxismo, por el consumo se asume como un hecho natural y sobrevenido que el verano tiene que significar una vuelta con las pilas cargadas y así cambiar el estado de cosas con nuevos proyectos e ilusiones. De la misma forma, se forma una necesidad en nuestro inconsciente y es creer que las cosas, nuestros asuntos y temas van a ir mejor. Sin embargo, en la historia esta creencia se disuelve como el azucarillo.
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Dejamos el trabajo con los mismos problemas y volvemos a ellos, pero corregidos y aumentados. Esta sensación se crece de forma exponencial si nos asomamos al patio político, a su entablado y asistimos a las diferentes escenas, a las subidas y bajadas del telón con un estupor cada vez más creciente. Vivimos con la certeza de que se echa gasolina al fuego, que no se quiere parar esta lógica inhumana que ha encendido medio mundo. Nos estamos acostumbrando a todo; nuestra retina está al amparo de atrocidades que no producen ni una sola mueca en nuestros rostros.
"Vivimos con la certeza de que se echa gasolina al fuego, que no se quiere parar esta lógica inhumana que ha encendido medio mundo"
Perocuando todo lo vemos perdido, cuando nadie da su brazo a torcer porque las ideas y las posiciones se han tornado inamovibles, llega del Papa Francisco y tiene un gesto, unas palabras que transforman e inundan el corazón de humanidad, de esa fraternidad que es el motor de toda acción cristiana.
Religión Digital se ha hecho eco de estas historias tan cercanas que tanto alimenta Bergoglio y que nos hacen comprender que no todo está perdido. Traigamos a colación varias para poder enriquecernos y así poder crecer en la misericordia y en el servicio como guía todo lo que hacemos.
No es la primera vez que expresa el principio de su revolución silenciosa, la única que puede variar los derroteros de la humanidad: “El verdadero poder es el servicio. Hacer por los otros y para los otros”. Y a los jóvenes les insiste una y otra vez en lo siguiente: “Haced la revolución de la caridad y el servicio”. Alguien podrá objetar que las palabras se las puede llevar el viento, pero el legado de Francisco es que asume pequeños gestos y proyectos, micro utopías que pueden cambiar ese estado de cosas que se vicia por la indiferencia y el paso del tiempo.
Primera prueba, primer gesto revolucionario, sencillo, pero con unas repercusiones fuera de toda duda. Durante una audiencia general de principios de septiembre sorprendió a propios y extraños cuando convocó a todos los científicos del mundo para hallar la cura del alzhéimer, pidiendo apoyo, implicación y oración. No es cualquier cosa. En un mundo que descarta a las personas mayores porque ya no producen y su consumo es menor, poner la atención en la enfermedad que borra la memoria y el pasado implica un toque de atención frente a ese olvido real y ese borrado de las generaciones que nos han permitido tener lo que tenemos. Y aprovechó para alzar la voz y apoyar a las familias que están con más de 55 millones de enfermos en el mundo que se disparará hasta los 75 millones en 2030. Cuidar, dignificar y humanizar son infinitos y verbos precisos y profundos en toda la pastoral de francisco. Es la revolución silenciosa, humilde y sencilla del servicio, de la misericordia donde Cristo es el centro que se desplaza a las diferentes periferias existenciales.
"El legado de Francisco es que asume pequeños gestos y proyectos, micro utopías que pueden cambiar ese estado de cosas que se vicia por la indiferencia y el paso del tiempo"
Otro gesto que describe la Iglesia quiere Francisco lo encontramos cuando se dirigió el 22 de septiembre pasado a los jóvenes y a las personas que forman parte de Christmas Contest dentro del certamen promovido por la Fundación pontificia Cultura para la educación. Se trata de recoger canciones inéditas de todo el mundo inspiradas en la Navidad. Una iniciativa que surge, a partir del nacimiento de Cristo, del convencimiento de que la encarnación de Dios en el mundo tiene un objetivo claro: la paz entre todas las culturas y las naciones, más allá de religiones, fronteras, lenguas, inclinación sexual… un golpe en toda regla al eje de flotación al espíritu actual de la política internacional inspirada en la polarización y en el señalamiento constante a aquel que no es de mi cuerda ideológica, de mi colectivo o de mi partido. Con ello recupera el pulso de la juventud, de su talento tan silenciado en ocasiones, situarlos donde se merecen porque sin ella la vida se muestra sin energía ni necesidad de cambio. La música y las voces de los participantes tienen que ser testigos de paz y esperanza. No todo está perdido porque en medio del mal y del egoísmo reinantes se alza la voz de la ilusión contra la enfermedad, la guerra o la migración forzada.
Si alguien tiene dudas de cómo va Francisco haciendo su revolución y se enfoca, en ocasiones, con pequeños gestos como los que hemos señalado, también utiliza palabras gruesas sobre temas que no sabemos o no queremos pronunciarnos, que siempre los presentamos con un sí, pero no. En el viaje de vuelta de su último viaje por Asia y Oceanía, volvió a practicar esa revolución, sin gritos, sin parafernalia conceptual, yendo al grano. Ante la pregunta de la periodista Anna Matranga, sobre qué sentido del voto sería el más coherente en las elecciones presidenciales de EE.UU. desde temas como el aborto y la inmigración que nos son gestionados como defiende la Iglesia, respondió de tal forma que deberíamos leer, estudiar una y otra vez para saber responder en libertad de cómo se requiere vivir desde el evangelio. No tiene desperdicio:
“Ambos están en contra de la vida, tanto el que echa a los emigrantes como el que mata a los niños. Ambos están en contra de la vida. No se puede decidir, yo no puedo decir, no soy de Estados Unidos, no voy a votar allí. Pero seamos claros: tanto el no dar a los migrantes la posibilidad de trabajar como el no brindarles acogida es un pecado, es grave. En el Antiguo Testamento hay un estribillo: el huérfano, la viuda y el extranjero, es decir, el migrante. Estos tres son los que el pueblo de Israel debe proteger. Quien no cuida al migrante comete una falta, es un pecado, un pecado también contra la vida de esas personas. Celebré la Misa en la frontera, cerca de la diócesis de El Paso. Había muchos zapatos de migrantes, terminaron mal allí. Hoy hay una corriente de migración dentro de Centroamérica, muchas veces son tratados como esclavos porque se aprovechan de ellos. La migración es un derecho que ya estaba en la Sagrada Escritura y en el Antiguo Testamento. El extranjero, el huérfano y la viuda, no lo olviden. Esto es lo que yo pienso sobre los migrantes”. Y sin pausa, mirando a los ojos con una mirada dulce, pero precisa y profunda, prosigue:
“Luego, el aborto. La ciencia dice que en el mes de la concepción están todos los órganos de un ser humano, todos. Abortar es matar a un ser humano. Te guste o no te guste la palabra, pero es matar. La Iglesia no se cierra porque no permite el aborto, la Iglesia no permite el aborto porque mata. Es un asesinato, ¡es un asesinato! Y en esto debemos ser claros: alejar a los migrantes, no dejarlos desarrollarse, no dejarlos tener vida es algo malo, es maldad. Alejar a un niño del pecho de su madre es un asesinato, porque hay vida. Y sobre estas cosas hay que hablar claro. “No, pero sin embargo…”. Nada de “peros”, ambas cosas son claras. El huérfano, el forastero y la viuda: no olvidar eso”.
En un mundo donde las vallas y las fronteras cada vez tienen más altura, donde se descarta a las personas que están solas, ya sean menores que están en alta mar jugándose la vida, y en el que cada vez el diálogo resulta más difícil, cuasi una expresión utópica e imposible, tenemos la suerte de contar con un Papa que habla claro, sin complejos, de forma tranquila, dando juego y voz a los invisibles y sin voz de la tierra. Por eso es incómodo, por eso exaspera, por eso quieren su cabeza en una bandeja. Así acabó el Bautista y la respuesta de Jesús fue seguir con su misión, curando enfermos y poseídos, personas con necesidades que estaban en los márgenes del camino y de la historia. Francisco, simplemente, trata de hacer lo mismo. ¿No es acaso el vicario de Cristo en la tierra? Su revolución continua.