"El pueblo ama a su madre. Tiene una devoción por ella" Un modo de iglesia en salida: los peregrinos de la Virgen de Luján
No pedí cargar a la Virgen. No se me pasó por la cabeza. Fue una invitación de los peregrinos de Luján. Acepté de inmediato
“María está pasando por aquí…y cuando pasa todo se transforma, la alegría viene y la tristeza va”
| Por Lucas Schaerer, Ciudad de Buenos Aires
Nunca antes había cargado en los hombros a la imagen de la Virgen de Luján.
Cuantos pecados tengo decía en broma y en serio. Me pesaba. Me incomodaba. Aunque hice unas cuadras de la avenida Rivadavia, un camino bien pavimentado, nada de barro, cascotes y pozos.
Fue el pasado sábado 7 de agosto, Día de San Cayetano (patrono de los trabajadores), en el tramo donde la peregrinación se mezcló con la marcha de los movimientos populares que claman un salario para dejar la indigencia y apoyo a la economía popular.
No pedí cargar a la Virgen. No se me pasó por la cabeza. Fue una invitación de los peregrinos de Luján. Acepté de inmediato.
Ellos llevaban tres días caminando. Habían salido el martes 4 desde su sede, la Casita de la Virgen, pasando por la Basílica de Luján. Había estado con ellos un día antes de la partida y cuando estuvieron misionando en Moreno para una nota.
Al peregrinar los entendí. Antes los había escuchado y no vivido.
El pueblo ama a su madre. Tiene una devoción por ella.
Así lo viví por una mujer con un delantal blanco. Salió al cruce de la peregrinación/marcha pidiendo que quería pedirle a la Virgen por todas sus compañeras de la farmacia. Al unísono rezamos un profundo Ave María. La trabajadora frente a la imagen de la Virgen. Todos con la mirada hacia abajo.
Desde los balcones miraban. Los comercios no habían bajado sus persianas. Algunos pasaban a fotografiarla a la Virgen, y a su lado el cuidador, la imagen del Negro Manuel. Más liviana.
Me volvió a sorprender la piedad popular por un hombre. Hacia fotos con su celular y en la otra mano sostenía una pila de volantes. No podía creer. Este anónimo llevaba propaganda partidaria no tan sensible a los pobres. Pero hacia fotos a la imagen de la Virgen llevada en los hombros por un barbudo de 1.85 metros de altura, el orador final desde el escenario de los Movimientos Populares.
Llevar la imagen de la Virgen en los hombros es muy distinto a verla en el techo de un auto o camioneta.
El Cayetanazo fue en algún punto un desborde eclesial. Un modo de iglesia en salida.
La peregrinación se animó con las canciones de la iglesia. “María está pasando por aquí…y cuando pasa todo se transforma, la alegría viene y la tristeza va”. Repetíamos, algunos peregrinos saltaban de alegría luego de tres días de caminata. Algo inexplicable. Cambiaban María por Jesús, Francisco, está pasando por aquí.
Un tercer momento de Dios fue el sacerdote parado en la entrada de la Basílica de San José de Flores. Se puso en salida a ver el pueblo fiel de Dios que pasaba caminando. Los peregrinos de manera imprevista, porque no estaba organizado, giraron a su derecha y frenaron a los pies de la escalinata. El joven cura extendió sus brazos impartiendo la bendición y se acercó a tocar las imágenes de la Virgen y el Negro Manuel en los hombros de los peregrinos.
Fue una verdadera caravana de la religiosidad popular. Desde Escobar y otras localidades del conurbano grupo de mujeres cargaban imágenes de San Cayetano o el gauchito gil.
Era una selección de fe para ganar el campeonato de la vida. La Virgen era la capitana. Dios el DT.