"Que en ella todas y todos puedan comulgar, gente justa y pecadora" La misa 'al revés' del modo impersonal, estático y mecánico que predomina por doquier
"Incluso para las personas mayores ha llegado a ser algo anacrónico, muy aburrido. A las y los menores les resulta ininteligible"
"Falta una revolución litúrgica, a riesgo de perder el pueblo católico el sacramento que recrea la Iglesia. Si se sigue así, perderemos la Iglesia"
"Si la liturgia no es un lugar en el cual exista la posibilidad de que las personas se den unas a otras un testimonio de cómo el amor de Dios ha cambiado sus vidas, debe considerarse inútil; podrá ella ser válida conforme a las rúbricas del misal romano, pero invalida y un estorbo para la fe"
"La prueba de fuego de una misa bien celebrada, en todo caso, será la participación de las personas empobrecidas y pecadoras. Si en ella estas ocupan las bancas de atrás, tal celebración no tendrá nada que ver con el Evangelio"
"Si la liturgia no es un lugar en el cual exista la posibilidad de que las personas se den unas a otras un testimonio de cómo el amor de Dios ha cambiado sus vidas, debe considerarse inútil; podrá ella ser válida conforme a las rúbricas del misal romano, pero invalida y un estorbo para la fe"
"La prueba de fuego de una misa bien celebrada, en todo caso, será la participación de las personas empobrecidas y pecadoras. Si en ella estas ocupan las bancas de atrás, tal celebración no tendrá nada que ver con el Evangelio"
| Giorgio Romano
Pasan los años, cambia la cultura, la teología se desarrolla y, sin embargo, nada de esto parece incidir en la celebración de la eucaristía, convirtiéndose esta, cada vez más, en un rito incapaz de actualizar una experiencia de fe en el pueblo cristiano. La misa se ha convertido en una ceremonia helada. Incluso para las personas mayores ha llegado a ser algo anacrónico, muy aburrido. A las y los menores les resulta ininteligible.
La inmensa mayoría del clero es indiferente a este problema. Sigue como si nada. No me refiero puntualmente a los sacerdotes a la antigua. Hablo de los presbíteros comunes y corrientes. A los mismos curas les está dando lata conmemorar el misterio pascual, pero se sobreponen y dicen la misa.
Falta una revolución litúrgica, a riesgo de perder el pueblo católico el sacramento que recrea la Iglesia. Si se sigue así, perderemos la Iglesia. Esta se convertirá en una Mega-secta de gente iniciada en un credo esotérico. ¡Las oraciones no se entienden! ¡Las lecturas de Antiguo Testamento aterran! ¡Presbíteros comentan los evangelios como si estos no fueran para ellos realmente una buena noticia!
Propongo una misa “al revés”. Al contrario del modo de celebrar que predomina por doquier, modo impersonal, estático, mecánico.
Creo que es más necesario que nunca ser fieles a mandatos claves del Concilio Vaticano II. Resumo: interacción en la Eucaristía entre los y las bautizadas, al servicio de quienes se debe el presbítero (Lumen gentium); centralidad de la Palabra vivificante de Dios (Dei Verbum); apertura pastoral al mundo y a las vidas de las personas (Gaudium et spes); y participación protagónica de todo el pueblo celebrante (Sacrosanctum Concilium).
Una revolución litúrgica requiere otra manera de ejercer la presidencia en el culto. Los curas en la liturgia debieran ayudar a los y las cristianas a revivir con fervor una tradición de dos mil años, consistente en el testimonio vivo de lo que el Señor resucitado ha ido haciendo de generación en generación. Si la liturgia no es un lugar en el cual exista la posibilidad de que las personas se den unas a otras un testimonio de cómo el amor de Dios ha cambiado sus vidas, debe considerarse inútil; podrá ella ser válida conforme a las rúbricas del misal romano, pero invalida y un estorbo para la fe.
La razón de ser del ministerio ordenado, conforme a la más auténtica tradición de la Iglesia, es la actualización del misterio pascual en el presente. La Eucaristía es memorial. Ha de vitalizar al Cristo palpable, audible y visible en el mundo contemporáneo, y en particular en las personas reales.
Así, cada eucaristía puede, y debiera constituir un acto completamente original. Jamás debiera repetirse. Dios no se repite. ¿Por qué las oraciones de colecta, ofertorio y comunión han de ser iguales en Mozambique, Santo Domingo, München, Buyumbura, Bruselas o la Antártida? Si han de serlo, al menos podrían elevarse al Padre en un lenguaje inculturado. Cada cristiano/a es única. La celebración eucarística tendría que ayudar a la realización de lo que el Creador quiso hacer cuando la engendró. Si el rito no vehicula la acción creativa del Espíritu Santo, mata.
¿Cuántos minutos ha de durar una misa? El cura debiera ser suficientemente elástico con los tiempos. La elasticidad y la capacidad de improvisar del celebrante tendrían que ser muy importantes. ¿Y si la misa se va alargando? Disminúyanse los cantos, redúzcanse las lecturas, sáltese el Gloria o el Credo. No puede faltar, eso sí, la posibilidad de alabar al Señor, de rogarle, de experimentar su amor y su perdón y, por supuesto, la lectura de la Palabra y la comunión con su cuerpo y sangre.
¿Es eucaristía la celebración de una asamblea sin sacerdote? ¡Ciertamente! En muchos lugares las religiosas, por ejemplo, han creado comunidades y los domingos ellas mismas proclaman el Evangelio. No están preocupadas de ser indispensables. Su vida es un servicio. Entienden, como diría Pablo VI al término del Concilio, que la Iglesia es servidora de la humanidad. Ellas están atentas a lo que vive la gente. Viven preocupadas de sus necesidades. Ayudan a las niñas y niños a hacer las tareas, recopilan ropa para los más pobres, crean canastas de alimentos para las familias hambreadas, llevan a las personas ancianas al médico, marchan contra las empresas que contaminan, sacan la voz por quienes migran y acompañan a las mujeres víctimas de la trata. Esto les da autoridad, no tienen otra investidura que vivir el Evangelio.
En cambio, la ignorancia de los curas de lo que sucede con los demás celebrantes durante la misa quita pertinencia a sus consejos. Sus enseñanzas no vienen al caso. No hablemos de su auto-sacralización. El clericalismo, la separación asimétrica que establecen con el resto del Pueblo de Dios, la incensada a los fieles y la auto-incensada, atonta, infantiliza y desvía de lo esencial.
La prueba de fuego de una misa bien celebrada, en todo caso, será la participación de las personas empobrecidas y pecadoras. Si en ella estas ocupan las bancas de atrás, tal celebración no tendrá nada que ver con el Evangelio. Ellas y ellos, que son lo últimos, tendrían que ser los primeros. “Hagan esto es conmemoración mía”, dijo Jesús. Diría hoy: “practiquen mi misericordia”.
¿Saben sus nombres unos de otros los celebrantes? Tendencialmente debieran conocerlos. ¿Se los sabe el cura? Si no le interesa aprenderlos mejor sería que “colgara la sotana”. Si en la misa las personas no interesan, ¿dónde interesarán? Mejor será que vayan a aquellos lugares donde sí se les toma en cuenta. No pierdan tiempo en iglesias y capillas en las que no serán más que espectadores y números que aumentan o disminuyen.
No se trata de hacer misas divertidas. Sería una impertinencia con las personas que perdieron a su hijo/a o a su padre o madre, o sufren penas semejantes. Pero esto mismo debiera considerarse esencial. La compañía en el sufrimiento y las alegrías compartidas, asumidas en un pan comido entre todos, será la mejor prueba de la presencia real del Señor en su Iglesia.
La misa, en estos términos, puede cumplir una función misionera. Para que efectivamente la cumpla, faltaría una condición: que en ella todas y todos puedan comulgar, gente justa y pecadora, tal como a Jesús gustaba que se hiciera en las comidas a las que lo invitaban. Los fariseos, que se creían buenos y despreciaban a los demás, comían solo entre ellos. Jesús, en cambio, fue criticado por comer con “publicanos y pecadores” (Mc 2, 15).
La misa “al revés” es la Eucaristía en la que la primera y última palabra la tiene el Espíritu Santo que crea la comunión porque regenera la originalidad espiritual de las personas y de las comunidades.
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