Antonio Aradillas La importancia de los sueños

(Antonio Aradillas).- En parigual proporción e identidad, la vida, es decir, el árbol, crece y se desarrolla lo mismo hacia dentro que hacia fuera de la tierra en la que fuera plantado. Raíces y ramas los definen a la perfección, y sus frutos, con ínclitas e indefectibles referencias a su verdor de esperanzas, a su ascética carencia- despojo de sus hojas, en algunos, y en otros, al fastuoso ofertorio de sus sombras y ecologías, árbol y vida han proporcionado a Luigino Bruni la adoctrinadora y cercana posibilidad de escribir, y publicar, el libro El árbol de la vida en la editorial Ciudad Nueva, con el subtítulo explicativo e intensamente actual de Mercado, dinero y relaciones humanas en el Génesis, en su colección "Biblia y temas de hoy".

La seguridad y promesa de que "el lector descubrirá en el "Génesis" un lugar de inspiración siempre nuevo, para reflexionar sobre los interrogantes fundamentales de la vida y la economía actuales", garantizan el fervor y el interés con que afrontar su lectura, ágil, documentada y en estricta consonancia con palabras y testimonios fundamentalmente humanos y cristianos, enraizados en episodios -"palabras de Dios"- inscritos y descritos en el primero de los libros de la Biblia, manual de cultura que forma e inspira la difícil tarea de hacer que sus antiguas y universales historias y leyendas hablen a nuestro tiempo a las familias, y aún a las mismas empresas y empresarios.

De entre los capítulos -frutos maduros colgados en las ramas bíblicas como alimentos para el sustentar la vida, tanto personal como colectivamente-, acentúo los titulados "igualdad desde el principio", "todos somos herederos de Abel", "Noé construyó el Arco Iris", "el cielo no está sobre Babel", "la promesa no tiene dueños", "insustituible es la palabra"," establecer la Alianza y alimentarla", "la bendita lucha del perdón", "lo que hace que el mundo no se acabe", "los días que ya no nos llenan", "el don del hermano soñador","la palabra trastoca el mundo", "sin precio y sin estruendo"," la fraternidad no se compra", "hermanos nunca sin el Padre", " mendigos de bendiciones" y "las primeras luces del alba".

Los protagonistas de todos y cada uno de estos capítulos tienen nombres sacrosantos de profetas, patriarcas, reyes, padres y madres del pueblo de Israel, y en general de colectivos que vivieron y encarnaron episodios de relevancia en la historia de la salvación, con ínclita mención, por ejemplo, para la cita de que "ha habido hombres grandes por su energía, por su sabiduría, por su esperanza o por su amor, pero Abrahám fue el más grande de todos", sin dejar inéditas estas palabras de Jacob a Labián: "te equivocas se crees que he venido cargado de dinero: no tengo más que palabras".

Dios pronosticará también algo bueno para el Faraón, al decir y hacerle ver que "la tierra es un regalo que se habita, pero que no se posee" y que "la tienda de los nómadas es la casa verdadera". Que "el hombre de nuestro tiempo sigue siendo el de la piedra y la honda", que "el primer homicidio de la historia fue un fratricidio", y que "el hombre no abandonó solo el Edén, sino que lo hizo en familia", son frases que expresan pensamientos bíblicos con sobrada capacidad para decidir y reorientar la educación que llamamos cristiana y religiosa.

¿"Cual es vuestro oficio..."? Y es que en la historia de todas las culturas y civilizaciones, el paro jamás llegará a ser respuesta adecuada a esta pregunta que les formuló el mismo Faraón a los hermanos de José, el hijo predilecto de Jacob, vendido, por envidia, por el resto de sus hermanos... Cada hijo es un don y un misterio. Es el cumplimiento de una promesa. Es un sueño - el sueño por antonomasia--, hecho realidad bíblica.

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