Antonio Aradillas Contra malos epíscopos
(Antonio Aradillas).- De "antiepiscopalitis " aguda, frustrada y frustrante, y con derecho a sucesión", llegaron algunos a tipificar a la que otros llamaron "obsesión monotemática" de mi blog en RD, por cuanto se relaciona con los obispos, frecuente y desoladora referencia en su "itinerancia".
La Iglesia de los últimos -más recientes- tiempos, superados los del Nacional Catolicismo, en España, es, y sigue siendo, fiel reflejo de su episcopado, con imposibilidad de otras opciones, se abre ya paso con comodidad intelectual y con las consiguientes noticias, no solo en áreas religiosas, sino en las cívicas en general.
Sí, los obispos fueron y son para muchos, punto de referencia exacto -"único y verdadero"- en la Iglesia. Son su voz y su imagen. "Lo ha dicho la Iglesia" es decir, Dios, vinculada su palabra oficial y oficiosa, a la mitra y al báculo, lo mismo individual que colectivamente, y ya está". Así, de esta manera, con oportunidad o sin ella, sin recabar con "excesiva" atención la colaboración -, a veces prescindiendo positivamente de ella-, de sacerdotes y laicos, precisamente expertos en la materia, las Cartas Pastorales impartían enseñanzas y adoctrinamientos con todas sus consecuencias ético-morales, avalando su incumplimiento con anatemas y excomuniones, en la pluralidad de versiones penitenciales.
El Papa Francisco, con audacia y santo evangelio, siguiendo el esquema de la reforma eclesial que representa y entraña, decidió por fin afrontar parte de la correspondiente al episcopado, y acaba de hacerse espectacular noticia n su decisión de crear una nueva sección en el dicasterio romano la Sagrada Congregación de la Doctrina de la Fe, con el nombre y misión de "Tribunal para los obispos", nada menos que a cargo de un "Superfiscal".
Abusos de poder en el cumplimiento del ministerio y oficio episcopales , y urgencia y sacrosanta preocupación por su exención o incontaminación de encubrir jamás ningún tipo de abuso sexual, con mención explícita para los relativos a la pederastia, son titulares que los medios de comunicación social de cualquier color se han encargado de destacar como noticiosas informaciones de sorprendente y veraz relieve dentro y fuera de la Iglesia. El encubrimiento y la consciente determinación de no facilitar la denuncia de tan "luctuosos hechos" a la jurisdicción correspondiente, limitándose si acaso a tratamientos benevolentes, sigilosos e hipócritas en las demarcaciones de los Tribunales Eclesiásticos, tan poco fiables, originó, y origina, graves perjuicios para sus víctima y sus familiares, y para el nombre y misión de la propia Iglesia.
Da la impresión de que los abusos de poder le son inherentes al ejercicio episcopal. Serviciarios, sacerdotes, párrocos y coadjutores, funcionarios, canónigos y allegados, así lo refieren, con descripciones, datos y detalles ciertamente insólitos, propios más bien de quienes, anclados en plena Edad Media, o antes, fueron educados para sátrapas , infanzones, Augustos, Sumos, Ilustrísimos y Reverendísimos, sin escatimar nada para su expresión, vida y liturgia religiosa, social y política.
Eso sí, urge destacar cuanto antes, con conmiseración y justicia, que fue exactamente en este "obispo tipo" -o "tipo de obispos"- en los que los Nuncios de S.S. y sus asesores y amigos, pusieron los ojos para su presentación y posterior nombramiento al frente de las respectivas diócesis o supra- diócesis, y por quienes mostraron especial predilección en sus posibles ascensos, con predilecta predestinación para, en su día, llegar a engrosar el Colegio Cardenalicio, a no ser que razones "políticas" aconsejaran desistir, o aplazar, distinción tan anhelada en el carrerismo eclesiástico.
Ante tan triste, pero, por fin, esperanzador panorama del episcopologio, y gracias a las penúltimas determinaciones del Papa Francisco, hasta es ya factible que el nombramiento episcopal alcance la categoría de "elección" democrática, en la que intervengan sacerdotes y laicos, sin discriminación entre mujeres y hombres. Y "todos uno, en Cristo Jesús".
Mientras que la democracia y sus limpios procedimientos no comiencen a anidar en el árbol de la Iglesia, la tarea del nuevo "Superfiscal", en la Sagrada Congregación de la Fe", se desbordará, con lastimosa frecuencia, sin tiempo ya para resignarnos a tener que conformarnos a lo sumo, con aplicar las misas que en los antiguos prontuarios litúrgicos, y en circunstancias similares, se encargaban, con la intención expresa de "contra malos epíscopos", al igual que seguía, o antecedía otra, con el título e intencionalidad de "contra iúdices inicuos"
En el colectivo episcopal, a tenor de las aportaciones del Código de Derecho Canónico, y de la praxis "religiosa", es posiblemente en proporción ascética mayor, dentro y fuera de la Iglesia, en el que se pronuncia y se vive el "yo", transmutado en "nosotros, y además, "por la gracia de Dios". Parte de la gravedad de esta aseveración radica en la facilona comodidad con la que es posible aportar pruebas para su demostración.