Antonio Aradillas Otras mediaciones del Papa Francisco

(Antonio Aradillas).- La incuestionable, y a la vez, santa, misión ministerial de la mediación ejercida por el Papa Francisco para el acercamiento entre Cuba -Estados Unidos y el resto del mundo, es y será digna de diversidad de consideraciones humanas y divinas.

. Está de más reseñar que el cometido pontificio haya respondido, y se incluya, en el teológica y absurdamente clásico diseño de la "Plenitudo Potestatis" -plena y universal práctica- , que le fuera arrogada- atribuida, a los Papas, por su propia condición "religiosa" jerárquica de "dueños, señores y administradores" de los bienes y de las intenciones terrenales y espirituales, con el que de modo tan ignominioso, y hasta escandaloso, se identificaron "Romanos Pontífices" tales como Gregorio VII, Inocencio III, Bonifacio VIII, Alejandro VI y otros, con sus correspondientes y simbólicas tiaras, ya periclitadas. La fuerza y capacidad de mediación esperanzadora del Papa Francisco están definidas por su humildad- humanidad, sencillez, evangelio, cercanía, sensatez, transparencia, bondad y servicio a la colectividad, al margen y sobre las creencias y los colores, reconocidos reiteradamente como prioritarios, y en la cúspide del asentimiento por parte del pueblo, con la aprobación y aquiescencia unánime de los medios de comunicación social.

. Por multitud de razones, llama poderosamente la atención el índice de efectividad adscrito a la gestión del Papa Francisco en territorios político- administrativos, sin que el mismo no sea homologable, por ejemplo, con el imperante en los caminos del ecumenismo. Sorprende que en estos, los pasos sean todavía tan precarios, entre hermanos, hijos de Dios, redimidos por Cristo Jesús, por más señas, con teología, evangelio y misterios comunes, con la gracia divina a disposición de sus jerarquías y laicos, y con la ineludible responsabilidad de testificar la común- unión -"Comunión- sacramental, con el convencimiento , principios y dogmas que configuran la autenticidad de toda concepción y actividad que se proclamen "religiosas".

. La sola posibilidad de resignarse a tener que seguir aceptando que la unión entre los cristianos- pueblo de Dios-, resulta de por sí incomparablemente más difícil -imposible-, que entre los políticos, economistas, ideólogos, embajadores, y diplomáticos, proporcionan elementos de significativo interés para enjuiciar el tema. Consuela, no obstante, acariciar la idea- convencimiento, de que la santa tenacidad, y limpia clarividencia del Papa Francisco, le proporcionen pronto a la historia eclesiástica la alegría de que en el marco de su "pontificado", se escribió uno de sus capítulos más importantes, al dictado de los vínculos de la unidad, que reflejan y destilan los evangelios, y no los rituales y Códigos de Derecho Canónico de las respectivas "confesiones". El honesto y creciente re-descubrimiento penitencial de que en las mismas, más que al Dios verdadero, se le rinde culto, a veces hasta sistemáticamente, a intereses personales, o de grupo, sin tener en cuenta el servicio al pueblo, facilita la disposición a ponerse en camino en su nombre, y con las alforjas grávidas de esperanzas.

. Las razones, y el testimonio de vida, que esgrimiera el Papa Francisco en sus felices gestiones de acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos de América, podrán ser así mismo tan efectivas que otras que afronte en las relaciones con quienes "religiosamente" puedan tener, y tengan, autoridad sobre talibanes y adjuntos, en la interpretación del sagrado libro del Corán y de la limpia aplicación y práctica de la doctrina de Mahoma. Eliminar de las religiones toda justificación de la violencia y de falta de consideración y respeto, equivale a rendirle al único Dios, "vivo y verdadero", el culto que soberanamente se le debe.

. Con la anhelante seguridad de que el Papa Francisco pueda seguir todavía ejerciendo el ministerio de reconciliación como obispo de Roma el año 2017, fijo en él la esperanza de que los actos que lleven consigo las celebraciones del "Quinto Centenario de la Reforma de Lutero", le supongan a la Iglesia universal un decisivo avance en la consumación de la unidad entre quienes, desde sus diversas visiones, estudios e interpretaciones legítimas de la historia, siempre a la luz de los evangelios, la añoran, como signo sacramental de religión, de cultura y de culto.

La desunión entre cristianos, y además "en el nombre de Dios", es un escándalo y una blasfemia, que desacredita a todos, con mención estremecedora para sus jerarcas, a intentar ser y ejercer como sus representantes y ministros. Resultan incompatibles con la fe cristiana tesis, cánones y comportamientos que siguen distinguiendo, y diferenciando, a Iglesias que quieren vincularse con Cristo. La confesión pública y solemne del reconocimiento de culpa por parte de la Iglesia Católica, proclamada en la Dieta de Nüremberg, por el Papa Adriano VI el año 1523, es de soberana actualidad, digna de imitación y sobre la que se elaboran estudios, con llamadas a la conversión- reconversión hasta de los "oficialmente" santos o santas, cómodamente instalados en el honor de los altares de oratorios, catedrales o colegiatas.

. Presurosa, profunda y eficaz mediación "franciscana" demandan también los "cismas" que anidan dentro de la propia Iglesia Católica, inspirados por laicos, sacerdotes y obispos, atorados ya por los preliminares gérmenes de reforma que estimula el Papa Francisco, comenzando por la Curia, con sencillez, naturalidad sobrenatural y la gracia de Dios y por imperativo de la "revolución de la ternura y de la humildad" de la que es su principal artífice.

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