"No barnicen la verdad, porque la cobardía es la madre de la crueldad" Una mirada cansada: "Las víctimas no necesitamos dar lástima o recibir limosnas"
"Las víctimas y supervivientes de la pederastia eclesiástica se ven aquejadas por el dolor imperecedero de las secuelas producidas en sus carnes, por la comisión del delito"
"Comprobamos una y otra vez como quienes deben realizar el trabajo de reconocimiento, reparación, acompañamiento e indemnización, engañan, doble victimizan y maltratan a las víctimas"
"Seguimos pidiendo lo mismo que ya hicimos desde fechas ya lejanas, años y años atrás, reconocimiento, reparación, acompañamiento e indemnización"
"Las víctimas merecen otro trato, muy alejado del demostrado por ustedes desde hace años y hasta el día de hoy"
"Seguimos pidiendo lo mismo que ya hicimos desde fechas ya lejanas, años y años atrás, reconocimiento, reparación, acompañamiento e indemnización"
"Las víctimas merecen otro trato, muy alejado del demostrado por ustedes desde hace años y hasta el día de hoy"
| Juan Cuatrecasas Asua* Portavoz de la Asociación Nacional Infancia Robada
"Die beiden feinde des menschlichen glück sind Schmerz und Langeweile". El filósofo alemán Schopenhauer nos refirió así como el aburrimiento y el dolor son para cualquier ser humano los grandes enemigos de la felicidad. Ello siendo consciente, supongo, de que la felicidad plena y duradera no existe en un mundo trazado para que así sea.
En lo que a la pederastia eclesiástica y global se refiere, las víctimas y supervivientes se ven aquejadas por el dolor imperecedero de las secuelas producidas en sus carnes, por la comisión del delito. El plano emocional de una niña o niño agredidos en pleno proceso de formación de su personalidad, la influencia que genera un sentimiento de culpabilidad, la perversión del adulto pederasta inyectada en los menores agredidos, que en muchos casos, aprovechando la inocencia de estos se disfraza incluso de designio divino, son laceraciones difíciles de tratar, complejas, que imponen, incluso a los facultativos más veteranos.
El otro día me lo comentó una psicóloga de mediana edad, desde un plano puramente académico es intentar aplicar la teoría estudiada, los conocimientos fruto de la experiencia de cada psicóloga, mostrar empatía y escuchar, pero desde un plano humano deberíamos tener un corazón de hielo, para no estremecernos por el calado de algunos testimonios.
La relación segura y voluntaria es a buen seguro el cimiento de una estructura sólida con visos de éxito. El feeling, que dirían los más cursis. Y es que compartir la narrativa del trauma, avanzar, es a veces una ardua tarea. Si al dolor, añadimos una base, una pincelada de aburrimiento, comprobando una y otra vez como quienes deben realizar el trabajo de reconocimiento, reparación, acompañamiento e indemnización, engañan, doble victimizan y maltratan a las víctimas, negándose al reconocimiento, trampeando porcentajes o minimizando consecuencias, el hastío, la sensación de abandono, el aburrimiento, unidos al dolor, forman una masa madre imposible de digerir.
Lo que estamos soportando en España, en relación a la historia interminable de la falta de respuestas activas, por parte de la jerarquía eclesial, es una demostración palpable y absolutamente reprobable, de cómo la autoridad se malinterpreta por quienes debieran, hace tiempo, hacer extendido una alfombra roja, en las puertas de Añastro, e incluso de la Nunciatura Apostólica.
Lejos de ello siguen decididos a jugar partidas de naipes, con ases en la manga, reduciendo el número de casos de modo arbitrario, usando más que un bastón de madera de Jacarandá, una varita mágica de más que dudosa credibilidad. Lo que objetivamente no resulta ser un comportamiento acorde con homilías y prédicas, con valores cristianos que sobre el papel guardan directa relación con el humanismo, con los derechos humanos y los de la infancia y la adolescencia, se convierte así en un argumento para el público desprestigio de la institución.
Surgen entonces las descalificaciones, que si las víctimas son anticlericales, de izquierdas, bolcheviques, partisanos. Los mismos que usan esos calificativos, parecen obviar que la casa se limpia de dentro afuera y que todos sus movimientos de mentiras premeditadas, de ocultamiento y encubrimiento, de falta de transparencia, sólo logran que su falta de credibilidad pública aumente día a día, que el anticlericalismo real esté intra muros, que quienes juegan a ser el azote irreverente de las víctimas y supervivientes, son los primeros culpables de la negra sombra que envuelve a esa jerarquía insolente y también indolente.
No se necesitan bolcheviques ni partisanos externos. Tampoco hordas herejes. Porque las víctimas no lo somos, nos hemos reunido con ellos varias veces en el tiempo, ANIR ha dejado siempre abierta una ventana y media puerta, hemos propuesto, no impuesto, hemos reunido el criterio de un gran número de víctimas y supervivientes, hemos colaborado con el Defensor del Pueblo y seguimos pidiendo lo mismo que ya hicimos desde fechas ya lejanas, años y años atrás, reconocimiento, reparación, acompañamiento e indemnización.
¿Tan difícil es de entender? ¿Tan complejo les resulta actuar con transparencia, buena fe y compasión?. Las víctimas no necesitamos dar lástima o recibir limosnas. Las víctimas, señores de la ejecutiva episcopal, somos antes que nada, seres humanos. Y por ello tenemos derechos. Y esa condición nunca debe ser vulnerada por quienes aseguran domingo a domingo, predicar con el ejemplo. Ya nos cansamos de proponer, de escuchar que a este punto se ha llegado gracias al esfuerzo de la Iglesia, cuando no es cierto. A este punto, si se ha llegado es por la tenacidad de todas y cada una de las víctimas y supervivientes que denunciaron hace más de diez años y por las que siguen haciéndolo a día de hoy. Ellas, ellos, han sido el motor propositivo.
Sin ellas esto nunca hubiese existido. Ustedes hubiesen seguido mirando al dedo y no a la Luna, escondiéndose detrás de un biombo de cobardía y mala fe. Es hora ya que sacudan sus alfombras, sí, les pedimos una vez más, que se dejen de excusas y demuestren voluntad y actitud, que sean honestos consigo mismos y con los demás. Y si no tienen pensado hacerlo, que lo digan de una vez con voz alta y clara. Pero no barnicen la verdad. Porque la cobardía es la madre de la crueldad, y como dejó establecido el gran Cicerón la sola idea de que algo cruel pueda resultar útil, es en sí misma una inmoralidad.
Claro que hablo de la cobardía pensando bien, porque si pienso mal diría cosas que prefiero no decir. O mejor dicho, que ya he dicho tantas veces, que caería en el error de repetirme. Iuris et de Iure, las víctimas merecen otro trato, muy alejado del demostrado por ustedes desde hace años y hasta el día de hoy. Tenemos la mirada cansada, créanme. Pero nunca cesaremos en nuestra legítima reivindicación. Porque su culpa es grande y nos legitima para seguir, hasta donde y cuando sea necesario hacerlo. Magna culpa, dolus est.
Juan Cuatrecasas Asua
Portavoz de la Asociación Nacional Infancia Robada.
Haro, 5 de junio de 2024.
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