Valoración de la Vultum Dei quaerere Las monjas y el Papa Francisco

(Antonio Aradillas).- Las religiosas se hacen noticia de vez en cuando también en la Iglesia y fuera de ella. Al capítulo de "sucesos" les brindan argumentos notables, por ejemplo, la llamada compraventa de niños en tiempos no demasiadamente pretéritos.

Pero de los noticiarios tampoco se libran las religiosas- monjas de clausura, moradoras fervorosas de las celdas y claustros de importantes centros y complejos monásticos, muchos de los cuales son joyeros de arte, de recuerdos, de historias y de tradiciones. Las obras de las que son poseedores estos monasterios, así como las enormes posibilidades de que por falta de vocaciones y otras contingencias, algunos se encuentran ya en situación de cierre inminente, y hasta de derrumbamiento inmisericorde, hacen desoladora noticia instituciones tan preclaras en las ciudades, pueblos o lugares en los que se ubican.

Recientemente, gracias sean dadas a Dios y a la firma y promulgación del Papa Francisco en la Constitución Apostólica "Vultum Dei quaerere", las monjas consagradas de por vida, y por vocación, a la contemplación, se hacen felizmente noticia, con salvadoras intenciones de supervivencia para el bien de la Iglesia y del mundo. Del reciente documento y de sus implícitas preocupaciones pastorales, destaco, a titulo de ejemplo, algunas de sus consideraciones e iniciativas pontificias "franciscanas".

. El Papa refuerza una vez más la idea de la absoluta necesidad del cultivo y entrega a la oración - contemplación llevada a cabo por personas, en este caso mujeres, con el exigente y exacto cumplimiento del lema "ora et labora" benedictino, como expresión y norma de religión y de vida. Sin contemplación "profesionalizada" por parte de determinados miembros y comunidades de la Iglesia, esta sufriría graves quebrantos en su programación - ideario salvador. De "sol" y de "focos" de religiosidad verdadera, habrán de ser y ejercer estos monasterios en unos tiempos como los actuales en los que su necesidad es tan perentoria y sublime.

. Los valores comunitarios de la vida monástica, encielados con la visión contemplativa de quienes por otra parte jamás dejaran de ausentarse del mundo y de sus problemas -tristezas, gozos y esperanzas-, interpretados a la luz de la fe, son patrimonio de la humanidad y opción personal que se desarrolla y vive particularmente gracias a la gracia de su condición contemplativa.

. Cursos especiales de renovación y adecuación religiosa, así como contactos y encarnación en los problemas humanos, serán imprescindibles para el mantenimiento de la espiritualidad contemplativa, obligando a quienes se beneficien de ellos a vivir en la realidad y no fuera, y entre los celajes y perspectivas cerúleas "en el mejor de los mundos", con el convencimiento de que así, y solo así, resultará infalible encontrarse con el "rostro de Dios".

. Fórmulas como las dimanantes de la "Federación de monasterios", concentración de unos y desaparición de otros, reseñadas en la Constitución Apostólica, contribuirían efectivamente a resolver o paliar el problema de tanta importancia hoy en la Iglesia.

. No parece viable el burdo y soldadesco alistamiento o "reclutamiento de religiosas extranjeras" como solución estable, pese a que, hasta el presente, haya sido y sea la más socorrida, y que al menos salve las apariencias, en instituciones, Órdenes y Congregaciones religiosas, con lo que el cerrojazo material de las instalaciones monásticas por falta de personal se haya conseguido aplazar de momento. "Reclutamiento" y "alistamiento" -"soldados novatos"- , términos militares a perpetuidad, ni tienen, ni tendrán, cabida en los monasterios, y menos en los femeninos.

. Reformas profundas aldabean en las puertas de todos los monasterios de vida contemplativa, tanto masculinos como femeninos, que siguen respondiendo todavía a ritos, a costumbres y a tradiciones poco, o discutiblemente, religiosas. El colonialismo pastoral, teológico y ascético- místico al que los fundadores- fundadoras, capellanes, confesores y directores espirituales -todos varones-, sometieron y someten a las comunidades que "religiosamente" les fueron encomendadas, puerilizándolas además "por los siglos de los siglos", y exclaustrando como "non sancta" toda iniciativa, está a punto de consumar el proceso de marginalidad femenina de la Iglesia, precisamente en el colectivo de las monjas, por monjas, más necesitadas de las orientaciones y decisiones conciliares, ahora impartidas, con generosidad y oportunidad, por el Papa Francisco.

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