Antonio Aradillas Mucho más "normales"
(Antonio Aradillas).- Calificar de "normal", en singular o en plural, a personas o grupos con quienes se convive, no es tarea fácil. "Normal" -´"dícese de lo que se halla en su natural estado", o "que sirve de norma o regla"-, es uno de los términos cuyo uso se presta a diversidad de interpretaciones en todos los idiomas, y en la rica gama que se elija en cualquier dirección, con el fin de iniciar y mantener con decencia el área de la convivencia en la que a los seres humanos les corresponde vivir, por su propia condición.
Con ponderación, humildad y respeto, y cierta dosis de santa y redentora audacia, comenzando por el principio y por "barrer ejemplarmente la puerta y alrededores de la propia casa", el papa Francisco, en importante y adoctrinador encuentro reciente con los miembros de la Sagrada Congregación del Clero, no se ahorró diagnósticos como los siguientes:
"Los fieles no deben pagar las neurosis de los curas"; si eres neurótico has de acudir a los médicos, pero no a los curas: estos, más que pensar en sí y ser y ejercer como autoritarios, habrán de sentirse permanentemente "autorizados" por el pueblo al que sirven, sin dar jamás la impresión de hacerlo en calidad de funcionarios". "El índice de rigidez y de fundamentalismos es notable en el clero". "Un buen cura es -debe ser- un hombre bueno, cargado de humanidad, pacífico y pacificador y en cuyo ministerio y oficio prevalezcan su entrega y consagración a la serenidad, con sagrada obligación de dar ni causar miedo a nadie". "El sacerdocio no es un oficio: el sacerdote es un "oficiante", por mucha liturgia sagrada que entrañe este concepto". "Padre" y "hermano" son las coordenadas que encuadren la verdad de su vocación al servicio de la Iglesia. En tal actividad y compromiso, la influencia que en su formación y preparación haya podido ejercer la familia - su propia familia- es fundamentalmente constructiva..."
El rosario de sugerencias que contienen y departen estas y tantas otras palabras del papa Francisco, en el empeño por restaurar los principios, terminología, valores y sistemas de la formación eclesiástica, es ciertamente religioso y educadoramente evangélico.
El hecho es que, hasta la extenuación, el número de curas personas normales -lo que se dice "normales"-, a la luz de la convivencia habitual con el resto del pueblo, no es tan consolador como para que a algunos les de la impresión de haber diagnosticado el papa el problema con características tan preocupantes. Estos, con tranquilidad de conciencia, califican una vez más de excéntrico "franciscanismo" sus palabras, al dictado de populismos absurdos y de baratas y peligrosas "concesiones anticlericales".
Y es que son muchos los que olvidan que a la formación religiosa en general, y más a la eclesiástica en particular - seminarios, noviciados, casas de formación...- , les faltó, y les falta naturalidad, normalidad, contacto y vivencia popular, sin que esto les debiera haber supuesto reducción alguna en exigencias, principios y motivaciones religiosas, aunque ciertas apariencias y exageraciones proclamaran lo contrario.
La disciplina, el "ordo", el ideario, el carrerismo, la teología, la liturgia, la pastoral, la burocracia y los cánones, las hipocresías y las contradicciones les han robado, en parte, naturalidad sobrenatural a instituciones y centros de formación religiosa, lo que explica el desproporcionado acceso obligado seminarístico y clerical y "religioso/a" a tratamientos patológicos de carácter neurótico.
Con humildad, humanidad, comprensión y absolución, extiendo y aplico el diagnóstico papal a buena parte del episcopado en el que además, y por la relevancia, colorido, cánones y liturgia de sus ornamentos, el relieve que ofrecen sus actos y comportamientos es más notorio, reclamando mayor capacidad de exegesis y de imaginación para su explicación e imposible convencimiento en el pueblo, que poco a poco se despierta de somnolencias bostezantes o narcotizadoras.
Con los "ministros del Señor" que representan, "hacen" y edifican oficialmente la Iglesia en la actualidad, al margen o en contradicción con las ideas y testimonios del papa Francisco, no es posible ni justo cambiar el diagnóstico de acentuada neurosis clerical dictado y aplicado expresamente por él a los miembros de la Congregación del Clero, penúltimos responsables de tal situación.
Disponer de espacio y de tiempo para "ilustrar" con datos y detalles, actuaciones y consecuencias de las susodichas neurosis "penitentes", es -sería- tarea que les corresponde a otros, entre quienes no cuentan sólo, sino también, aquellos "doctores que tiene la Iglesia, que sabrán responder", en infantil remembranza con su catecismo y su praxis, bastante generalizada todavía, por cierto.