Antonio Aradillas Los obispos y el congreso de los diputados

(Antonio Aradillas).- Es cierto que todas las comparaciones son odiosas, pero es cierto también que algunas lo son más que otras. Es esta una de las impresiones que "a bote pronto", con benevolencia y sin necesidad de forzar en exceso la imaginación, se les ocurren a quienes por cualquier motivo se vieran instigados a conectar con los medios de comunicación que se trasmitieron con pundonor, fidelidad y detalles los acontecimientos relacionados con la elección del Presidente del Congreso de los Diputados y la apertura de nuevo periodo electoral. Desde valoraciones y criterios prevalentemente religiosos, las siguientes reflexiones podrán ser de provecho también para los "creyentes".

. Está bien, y es esencial en toda convivencia que la cultura de la convicción se abra paso con agilidad, profundidad y eficiencia. Por las razones- sinrazones que sean, a la asignatura del pacto se le prestó, y se le presta, poca o nula atención en la formación religiosa. Diríase que todo lo contrario. Los dogmatismos son pauta constante de comportamiento. Nos formaron, y formamos, para la confrontación, la intransigencia, el martirio y la muerte, y más "en el nombre de Dios". Instituciones, organismos, celebraciones y "autos de fe" se justifican con revestimientos, ornamentos y recuerdos litúrgicos o para- litúrgicos, dimanantes de la oposición, del antagonismo, de la persecución y de la cruzada.

. Por fin, hubo pactos, y se dieron firmes y, por ahora, definitivos pasos en la carrera del entendimiento parlamentario, que pudieron y debieron servir de puntos de comportamiento, también para cuestiones relativas en la interpretación de la fe y de la ética-moral, y más en tiempos solemnes del perdón y de la misericordia oficialmente proclamados con toda clase de indulgencias y de referencias del santo evangelio.

. Fue y es ejemplar el testimonio de componentes "a perpetuidad" de las Cámaras legislativas y organismos adjuntos, al ceder sus puestos- escaños y dedicarse a las tareas anteriores de su profesión y oficio. Vivir siempre con sotana, de la sotana y de los ornamentos sagrados de tan vivos colores, con sus privilegios, emolumentos y títulos, no es de recibo, en una sociedad con creciente vocación igualitaria.

. Ejemplo singularmente prevalente, cristiano, eclesial y convivencial es el del uso sagrado de las urnas para la elección de los representantes del pueblo y de la colectividad. A la Iglesia le faltan criterios, formas, teología y cánones que le faciliten firmes y salutíferos accesos al convencimiento de parte de fieles y jerarcas, de que a la democracia se le han de abrir de par en par las puertas, aunque algunos añoren los ecos teocráticos y prefieran invocar al Espíritu Santo en la toma de decisiones, pudiéndose comprobar con facilidad y escándalo, que intereses personales y de grupos, por "espirituales" que se nos presenten, resultaron ser los verdaderos artífices de la elección- nombramiento y proclamación de sus diputados- procuradores- obispos.

. Prestarle atención a la procedencia familiar, social y profesional de los componentes de las Cámaras "Alta" y "Baja" -Senado y Congreso- , con sus atuendos - con corbatas o sin ellas-, signos y gestos menos artificiales y "litúrgicos", y hasta mamás con "bebés", pudiera también prestarse a serias y entrañables consideraciones, sin obviar otros criterios distintos, pero tan respetables como estos. Los tiempos cambian y acompasarse a los mismos es también una gracia de Dios.

. La gran lección "religiosa" que entrañaron los actos políticos referidos, radica en el hecho de que precisamente ellos fueron, y serán, espejos fieles de lo que es y pretende ser la sociedad española que espera lecciones y ejemplos de sobrenaturalidad, cuya misión le compete a la Iglesia por vocación, ministerio y oficio. En mundos tan distintos, extraños, raros, extravagantes y extraterrestres como los concretados y expuestos en las "Conferencias Episcopales" y en las Cámaras políticas, da la impresión de que humanamente serán imposibles el entendimiento y la comprensión y, por tanto, la colaboración al servicio del bien común.

. Reconforta pensar que para eso están los "milagros", de los que por cierto el papa Francisco se presenta, y es aceptado, ante el mundo como excepcional artífice y mediador. "Modernizar" el episcopado - con niños o sin ellos- es tarea pontificia y de todo el laicado, que reclama su replanteamiento en profundidad y con santa urgencia.

."La estabilidad política es un don de Dios para España..." Es palabra "vaticana", fervorosamente predicada, pero sin que se la pueda vincular sustantivamente con la liturgia de las corbatas, rastas y gestos, y menos con la de los formularios con promesas y con juramentos divinos y constitucionales que, pese a todo, ni finiquitaron ni finiquitarán con los corruptos en la pluralidad de situaciones, categorías y estados.

Volver arriba