(Antonio Aradillas).- El piso imprime carácter. Lo mismo aísla, que comunica e integra. Lo mismo contribuye a potenciar al máximo la capacidad y el ejercicio sagrado de vivir como uno más, que encumbra, levanta y endiosa. En proporciones similares a como el piso adoctrina y encamina hacia la convivencia y la vecindad a quienes lo habitan, también crea y educa para la supremacía, la distinción y la preeminencia. El piso-piso torna más humildes a las personas de hoy. Es escuela de confraternidad. La comunicación (común-unión) se celebra entre sus paredes y zonas comunes con sentido y contenido de con-celebración.
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