A sus 85 años, Bergoglio sigue imponiendo un ritmo frenético en su labor al frente de la Iglesia No dejemos a Francisco solo con su reforma
Por razones obvias de edad, el papa es consciente de que su pontificado se acabará más temprano que tarde. Por ello, fiel a su estilo, sigue conduciendo a la Iglesia por caminos que huyen de la frivolidad, de la comodidad, del clericalismo y del cierre en sí misma
Bergoglio sabe que la Iglesia se hace fuerte si se desmarca de las élites del poder para situarse del lado de los más débiles, lo que le lleva a no desfallecer en su afán de plantar nuevas semillas de cambio
Durante su última etapa como arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Jorge Mario Bergoglio solía quedar los sábados por la tarde con Julio Rimoldi, periodista y director del Canal 21 (canal del arzobispado), para tomar café, comer galletas y ver películas. A inicios de 2013, antes de viajar a Roma para participar en el cónclave del que debía salir el sucesor de Benedicto XVI, a Bergoglio le regalaron un DVD de Habemus papam, un film dirigido por Nanni Moretti que recrea una situación insólita: la de un papa (Melville) que es elegido en contra de su deseo y que, frente al terrible peso de la responsabilidad, sufre un ataque de pánico y entra en depresión. Bergoglio y Rimoldi quedaron en que la verían juntos después del cónclave.
Sabido es que Bergoglio no volvió a reunirse con Rimoldi para ver la película, porque el 13 de marzo de 2013, inesperadamente por él, fue investido como líder máximo de la Iglesia católica.
Han pasado casi nueve años desde entonces y el papa, pese a sus recién cumplidos 85 años y la operación de colon a la que fue sometido en julio de este mismo año, sigue imponiendo un ritmo frenético. Así, durante los últimos meses ha visitado Budapest, Eslovaquia, Chipre y Grecia, en dos peregrinaciones apostólicas marcadas, com es habitual, por un programa maratoniano que le han llevado en pocos días a pisar diversas ciudades, mantener encuentros con personalidades políticas, jerarquías eclesiales y representantes de otras religiones y pronunciar algunos discursos.
Por razones obvias de edad, el papa Francisco es consciente de que su pontificado se acabará más temprano que tarde. Por eso, siempre fiel a su estilo y su forma de ser, sigue llevando a la Iglesia día tras día por caminos que huyen de la frivolidad, de la comodidad, del clericalismo y del cierre en sí misma. Sabe que la Iglesia se hace fuerte si se desmarca de las élites del poder para situarse del lado de los más débiles. Por ello, sigue clamando por una institución “de puertas abiertas” y no desfallece en su afán de plantar nuevas semillas de cambio. Su última gran propuesta es el sínodo sobre la sinodalidad, con el que hace un llamamiento a todo el pueblo cristiano a caminar hacia una forma de ser más inclusiva y co-participada.
Al contrario que el cardenal Melville, protagonista de Habemus papam, Francisco no tiene miedo a asumir su responsabilidad. Por eso lo mejor que puede hacer el mundo católico es, como dice Fernando Cordero en las páginas del último número de la revista Foc Nou, no dejarlo solo en su reforma.
Boletín gratuito de Religión Digital
QUIERO SUSCRIBIRME