A propósito de un comentario sobre el conflicto vasco
| Pedro J. Larraia Legarra
En el artículo de Religión Digital:
aparece el siguiente comentario:
«[…] La sociedad vasca en particular, que es el entorno más cercano en el que se mueve Krisare, lleva procesando desde 2011 un nuevo clima social con el fin de la banda (el resaltado es mío) terrorista ETA […]».
Acerca del conflicto vasco se ha extendido, mayoritariamente, un relato, el relato del Estado español y el de la “España constitucional”, que se repite sistemáticamente sin ningún tipo de análisis crítico ni valoración contextual y, por supuesto, sin escuchar las razones de la otra parte.
El asunto de las nacionalidades es un tema muy complejo, porque trata del encaje en el Estado español de los diferentes pueblos que lo conforman y que no encuentran en él su lugar. De ahí el conflicto. Un conflicto esencialmente político y de reconocimiento del derecho de los pueblos a desarrollar su propio proyecto colectivo. El conflicto vasco es un caso que viene de muy lejos, y que, precisamente por eso, debería cuidarse mucho más su tratamiento y no despacharlo de la manera tan reduccionista y tópica con la que se suele aludir a él.
Vendrá una generación de historiadores -está apareciendo ya- que cuestionará el enfoque de buenos y malos dado hasta ahora al conflicto vasco, pero, mientras tanto, no estaría de más tomar en consideración el artículo que hace quince años (noviembre de 2010) publicó Pascual Serrano en Le Monde diplomatique en español sobre la manera de informar acerca de este conflicto, y que tituló “Banda terrorista u Organización armada. ‘Terrorismo’ en los medios”.
En él explicaba que, a raíz de la difusión, en el mes de septiembre de ese año, a través de la cadena pública inglesa BBC, de un vídeo de ETA donde ésta anunciaba un alto el fuego, se reavivaron en España las críticas a ese medio británico por no haber calificado a ETA de “banda terrorista” y haberla designado con la expresión de carácter más neutro: “organización separatista armada”.
Refería también que la BBC aclaró que su misión es “contar lo que pasa y dejar que las calificaciones las hagan otros”, sin que eso suponga que desconozcan o nieguen “la existencia del terrorismo, o que hay países, organizaciones y personas que sí califican a otros de terroristas". Que no se trata de una cuestión específica de la BBC con ETA, con los vascos o con los españoles, o que quieran ser benevolentes con ETA: “No, no lo utilizamos para ningún grupo de gente, organización, gobierno o Estado”. Es más, los responsables de la BBC recordaban que, a pesar de que el Estado británico es mayoritario en el capital de la BBC, en un admirable ejercicio de coherencia y profesionalidad, tampoco utilizaban el término “terrorista” para hablar del Ejército Republicano Irlandés (IRA, por sus siglas en inglés) a pesar de que éste empleaba en su lucha contra el Estado británico técnicas y métodos terroristas.
Hay que recordar, proseguía, que el terrorismo no es una ideología política, como pueden serlo el neoliberalismo o el socialismo, por ejemplo. Es un método de lucha, usado frecuentemente por el débil contra el fuerte, aunque el fuerte también lo utiliza y se habla entonces de "terrorismo de Estado". Prácticamente todas las doctrinas políticas, de derechas, de centro y de izquierdas, en algún momento de su historia, han recurrido a procedimientos terroristas con la intención de alcanzar sus designios.
La propia BBC señalaba también que “además de tener una carga política y emocional muy fuerte, la palabra ‘terrorista’ puede cambiar en distintas épocas y momentos históricos. Hubo un tiempo en que el African National Congress (ANC) de Nelson Mándela era considerado por muchos como una ‘organización terrorista’, y hoy es el partido de gobierno en África del Sur, llegado al poder por la vía electoral”. Y cierto es que, a veces, como observa el intelectual paquistaní Eqbal Ahmad, “el terrorista de ayer es el héroe de hoy, y el héroe de ayer se vuelve el terrorista de hoy”.
Ahmad recuerda que, en los años 1930, las fuerzas clandestinas judías en Palestina eran consideradas “terroristas” por los británicos, quienes ofrecían recompensas de hasta cien mil libras esterlinas por Menahem Begin, personalidad que años después se convertiría en primer ministro de Israel. Más tarde, los “terroristas” pasaron a ser los palestinos, en especial la OLP (Organización para la Liberación de Palestina). Sin embargo, cuando se iniciaron los diálogos palestino-israelíes, Yaser Arafat, jefe de la OLP, pasó de ser terrorista a ser Premio Nobel de la Paz en 1994... Y si vamos más atrás encontramos al propio George Washington acusado de ser un “terrorista” por el imperio británico.
La hipocresía de los políticos quizás pueda permitir esos bandazos, pero el periodista tiene la obligación de mantener coherencia si quiere presentarse como serio y riguroso. Que un ente respetado como la BBC no utilice la omnipresente expresión en los medios españoles de “banda terrorista” para apellidar a ETA no supone ninguna complicidad ni con el ideario ni con las acciones de la organización separatista armada. La BBC sencillamente se limitaba a exponer elementos incuestionables: informaba, por ejemplo, que ETA había puesto una bomba causante de tantas víctimas, que había asesinado a unas determinadas personas y que era un “grupo armado” que actuaba por la independencia del País Vasco. ¿No eran esos los hechos?
Y agregaba, los medios de comunicación hacen generalmente una utilización abusiva del término “terrorismo”, en especial en España, donde existe un sospechoso consenso en nombrar a ETA siempre con el calificativo de “banda terrorista”. La palabra “terrorismo” comporta tal cantidad de connotaciones que no cumple el principio periodístico de la neutralidad. Tras reducir a un bando a un mero “grupo de terroristas”, sin más elementos de análisis, la opción de la guerra contra el “malo” es la única que se presenta a la opinión pública.
Para visibilizar los “efectos colaterales” del conflicto vasco, el Instituto Vasco de Criminología ha llevado a cabo recientemente tres trabajos determinantes: “Proyecto de investigación de la tortura y malos tratos en el País Vasco entre 1960-2014” (diciembre 2017); “Investigación de tortura y otros malos tratos en Nafarroa (1960-1978)-Fase I” (diciembre 2022); “Investigación de tortura y otros malos tratos en Nafarroa (1979 a la actualidad)-Fase II” (diciembre 2023).
Los trabajos han concluido que en los cuatro territorios forales se han producido, desde 1960 y por parte de agentes de la autoridad, unos 6.000 casos de tortura - en ocasiones con el resultado de muerte- acreditados por medio del Protocolo de Estambul. El forense Francisco Etxeberria Gabilondo estima que la cifra de torturados en estos territorios, desde 1960 hasta 2014, estaría en torno a las 20.000 personas, pero que podrían ser más, porque por parte de muchos torturados existe un rechazo a pasar por un proceso -el protocolo de Estambul- que les haría revivir de nuevo situaciones enormemente dolorosas y traumáticas.
Sin embargo, de esto no se lee ni una palabra en los medios, a no ser que sean vascos, digitales marginales, o correspondan a dictámenes emitidos por organizaciones de derechos humanos.
En los últimos años, se han estrenado dos documentales claves sobre esta materia: Karpeta urdinak (Carpetas azules), de Ander Iriarte; y Non dago Mikel? (¿Dónde está Mikel?), de Amaia Merino y Miguel Ángel Llamas. Su visionado resulta imprescindible para aproximarse al universo del horror y del espanto de la tortura.
Los cristianos estamos llamados a construir el Reino, a hacer humanidad, no a identificarnos con la moral del sistema. Y eso supone un compromiso político, social y económico para que la voluntad del Padre, ínsita a ese proyecto que nos desborda y al que llamamos Creación, alcance su plenitud. ¡Cuántas concesiones ha hecho la Iglesia institucional al poder y al sistema, en nombre del evangelio, que luego han resultado auténticas aberraciones! La esclavitud, la Inquisición, las actitudes ante el psicoanálisis («difícilmente se podría excusar de pecado mortal a la persona que consciente y libremente se sometiera a un psicoanálisis». Cardenal Felici. Roma 1954), las posiciones ambiguas sobre el nazismo (al comunismo y al socialismo, sin embargo, no se ha cansado de desacreditarlos hasta hace muy poco; y, con toda seguridad, que muchos comunistas, socialistas y ateos nos precederán en el encuentro con el Padre), … Y a pesar de que desde nuestra atalaya del siglo XXI estas discusiones parecen ya superadas, en cada momento histórico muy pocos fueron capaces de señalarlas y dirigirse a los que dándoselas de cristianos hacían interpretaciones interesadas, que no guardaban relación alguna con el evangelio, para decirles: por ahí no es, por ahí no va lo de Jesús. Así lo entendió José María Setién Alberro, obispo de Donostia, y por ese motivo fue denostado.
En estos momentos se están llevando a cabo iniciativas -una de ellas ante el Defensor del Pueblo- para que se reconozca la práctica de la tortura en el Estado español con el fin de emprender acciones que den voz y reconocimiento a quienes fueron víctimas de terribles abusos. Pero la resistencia de las instituciones es numantina y uno de los argumentos al que se aferran como a un ancla de salvación es la Ley de Secretos Oficiales.
Como cristianos debemos esforzarnos por llamar a las cosas por su nombre, trabajando por la verdad, la justicia y la reparación y abandonando la búsqueda de la complacencia del sistema, porque el Reino no pertenece a la dimensión del sistema. Porque ser cristiano no es ser de derechas, implica comprometerse en la gestión del bien común y “meterse en política”.
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