"Los Estados Unidos deben utilizar su influencia para contener la reacción militar en términos razonables" Los rehenes y los inocentes de Gaza: Las mediaciones indispensables
"Para Hamás cualquier israelí es un enemigo al que hay que abatir y cualquier palestino es un potencial 'mártir' en el mercado del terror"
"Esta enésima guerra quedará grabada en la conciencia del pueblo israelí como una herida de difícil curación. Marcará el final de toda una generación de Gaza"
"A medio plazo habrá que volver a la política con la solución de los dos Estados que se propuso hace tiempo y que nunca se ha hecho realidad"
"La Autoridad Nacional Palestina debe salir del letargo de estos años y debe convertirse en un interlocutor válido. El Parlamento israelí debe alcanzar un difícil consenso bipartidista sobre los planes de paz"
"A medio plazo habrá que volver a la política con la solución de los dos Estados que se propuso hace tiempo y que nunca se ha hecho realidad"
"La Autoridad Nacional Palestina debe salir del letargo de estos años y debe convertirse en un interlocutor válido. El Parlamento israelí debe alcanzar un difícil consenso bipartidista sobre los planes de paz"
| Marco Impagliazzo, presidente de San Egidio
Ante el horror de las imágenes y de las historias de masacres, en la guerra brutal que Hamás desencadenó contra Israel, uno se queda horrorizado y sin palabras. Las masacres llevadas a cabo por Hamás son el fruto de una estrategia terrorista bien delimitada que se alimenta de un relato unilateral y victimista sobre el destino de los palestinos, basado en el bipolarismo del odio. Hamás insiste en demostrar que asesinar a gran número de civiles israelíes es políticamente justificable, pero nunca lo es, sobre todo si se trata de niños. Los métodos que utilizan son como los del Estado Islámico: quieren sugestionar y aterrorizar.
A sus líderes no les importa el precio que hay que pagar en civiles palestinos, rehenes suyos. Para Hamás cualquier israelí es un enemigo al que hay que abatir y cualquier palestino es un potencial "mártir" en el mercado del terror. Sus líderes están a salvo en algunos países de Oriente Medio.
Hamás quiere el poder absoluto sobre los palestinos de toda la zona geográfica, incluidos los israelíes, lucha contra la normalización de los acuerdos de Abrahán, provoca una fuerte reacción israelí (por otra parte, previsible) y utiliza a los secuestrados como escudos humanos. Esta enésima guerra está resultando la más cruel desde 1948, porque es contra civiles y niños. Quedará grabada en la conciencia del pueblo israelí como una herida de difícil curación. Marcará el final de toda una generación de Gaza.
Como amigos de Israel y de la paz, tenemos el deber de preguntarnos cómo curar este odio y el deseo de venganza que lo alimenta, regado por un clima de hostilidad que hace demasiado que dura en una tierra, como Gaza, donde la vida es imposible y no tiene futuro. No podemos engañarnos pensando mantenernos «sanos en un mundo enfermo», como dijo el papa Francisco.
Hay que encontrar inmediatamente estrategias para que no haya derramamiento de sangre, empezando por los inocentes. El secretario de Estado de EEUU, Anthony Blinken, declaró en Jerusalén que «hay que tomar todas las precauciones posibles para evitar que los civiles sean atacados». Se refería a los rehenes israelíes, a los civiles israelíes amenazados por las incursiones de Hamás, y también a los civiles palestinos, ahora sin luz y sin agua, sin medicamentos ni alimentos, atrapados en la franja de Gaza o que desfilan como respuesta al ultimátum de Israel de abandonar el norte de Gaza.
Allí el 60% de los habitantes son menores, y están entre la violencia de Hamás y la extorsión de Israel. Su muerte no representa una ventaja para nadie ni puede comportar beneficio alguno. Pero son ellos, además de las víctimas israelíes, los que pagan las consecuencias de la situación. Hay que respetar el derecho internacional humanitario sancionado por las convenciones de Ginebra y de La Haya, que obliga a «las partes en conflicto a adoptar todas las medidas posibles para proteger a la población y los bienes civiles» y que prohíbe «el uso de civiles como escudos de protección». Así pues, no se puede someter al hambre y a la sed a una población.
Las propuestas egipcias y de otros países sobre corredores humanitarios para enviar suministros a Gaza o para evacuar a civiles son importantes para abrir una vía de salida a la escalada militar. Los Estados Unidos deben utilizar su influencia para contener la reacción militar en términos razonables. La Santa Sede se ha mostrado dispuesta a mediar en favor de los rehenes y los inocentes de Gaza. Por otra parte, a medio plazo habrá que volver a la política con la solución de los dos Estados que se propuso hace tiempo y que nunca se ha hecho realidad.
La Autoridad Nacional Palestina debe salir del letargo de estos años y debe convertirse en un interlocutor válido. El Parlamento israelí debe alcanzar un difícil consenso bipartidista sobre los planes de paz. El odio que ha explotado en estos terribles días no puede garantizar seguridad para nadie. Solo la política puede hacerlo. Décadas de negociaciones interrumpidas o incompletas nos dan una lección: cada vez que una parte ha intentado hacerse con más o conceder menos ha logrado justo lo contrario. Oslo, Camp David y la "Hoja de ruta para la paz" fueron importantes novedades políticas, pero gran parte de aquellas decisiones naufragaron en el bipolarismo del odio y del rencor, provocando cansancio incluso en la comunidad internacional.
El clima belicista, que se va afianzando en el mundo, con la guerra de Ucrania y también en Nagorno Karabaj, en África, en Siria, en Libia y en Yemen, no debe aturdirnos. El aturdimiento lleva a la idea de que la guerra es la única herramienta que tenemos en las manos. Y así las guerras se gangrenan: se preparan las guerras de mañana. No existen conflictos congelados. Existen solo crisis a las que hay que poner fin necesariamente con la paz. Y hoy la paz en esta zona del Mediterráneo solo puede ser el fruto de un esfuerzo conjunto de países determinados y preocupados por la suerte del mundo.
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