Las víctimas y la sociedad peruana en general están viviendo con mucha esperanza el proceso de disolución de la organización La mayoría de los obispos peruanos se caen del caballo del Sodalicio
"El Sodalicio de Vida Cristiana era, mutatis mutandis, como el Opus Dei en la España del milagro económico"
"Durante muchos años, los grandes jerarcas del país, comenzando por el cardenal Cipriani, entonces arzobispo de Lima, pusieron la alfombra roja a sus pies: eran poderosos y ricos y, además, tenían vocaciones tanto masculinas como femeninas"
"Años después, se fue formando un núcleo de prelados opuestos al Sodalicio, entre ellos el cardenal Barreto, el cardenal Castillo, el cardenal Prevost o los obispos Nan, Strottmann y Schmalhausen"
"Hoy, la opinión de la mayoría de los prelados peruanos respecto al Sodalicio ha cambiado radicalmente, aunque sólo algunos, como Castillo y Schmalhausen, se atreven a decirlo públicamente"
"Años después, se fue formando un núcleo de prelados opuestos al Sodalicio, entre ellos el cardenal Barreto, el cardenal Castillo, el cardenal Prevost o los obispos Nan, Strottmann y Schmalhausen"
"Hoy, la opinión de la mayoría de los prelados peruanos respecto al Sodalicio ha cambiado radicalmente, aunque sólo algunos, como Castillo y Schmalhausen, se atreven a decirlo públicamente"
Fueron, durante años, referencia de la mezcla del poder, del dinero y de la fe en Perú. La gente les admiraba por su rápido crecimiento y por su influencia, pero sobre todo temía su poder. El Sodalicio de Vida Cristiana era, mutatis mutandis, como el Opus Dei en la España del milagro económico. 53 años después de su fundación por el abusador Luis Fernando Figari, el Sodalicio entona el canto del cisne y la sociedad peruana acoge su disolución con alivio y esperanza. Sobre todo, sus numerosas víctimas.
¿Y la jerarquía de la Iglesia peruana? Durante muchos años, los grandes jerarcas del país, comenzando por el cardenal Cipriani, entonces arzobispo de Lima, pusieron la alfombra roja a sus pies: eran poderosos y ricos y, además, tenían vocaciones tanto masculinas como femeninas.
Con el paso del tiempo y la deriva sodálite hacia la corrupción física, espiritual y social, los prelados peruanos intentaron pararle los pies al Sodalicio, según fuentes cercanas a la Conferencia Episcopal Peruana (CEP), pero la mayoría episcopal, que todavía se mostraba complaciente con los sodálites, apoyados por algún alto curial romano, lo impidieron.
Hay que tener en cuenta que, en ese momento, todavía fungía como arzobispo de Piura, monseñor Eguren (obligado por el Papa recientemente a renunciar a su archidiócesis y expulsarlo del Sodalicio), el prelado sodálite, que, con malas artes, intentó encarcelar a Pedro Salinas por denunciar sus atropellos contra los indígenas en su diócesis.
Años después, se fue formando un núcleo de prelados opuestos al Sodalicio, entre ellos el cardenal Barreto, el cardenal Castillo, el cardenal Prevost o los obispos Nan, Strottmann y Schmalhausen.
Hoy, la opinión de la mayoría de los prelados peruanos respecto al Sodalicio ha cambiado radicalmente, aunque sólo algunos, como Castillo y Schmalhausen, se atreven a decirlo públicamente.
Uno de los prelados de la mayoría silenciosa, tras el encuentro de hoy con monseñor Bertomeu, enviado especial del Vaticano, ha declarado a un periodista que los obispos han entendido que el Sodalicio no sólo cometió graves abusos sexuales y de conciencia, sino también graves irregularidades financieras. Y que el padre Baertl, el sacerdote líder del Sodalicio, les manipuló arteramente.
Tras la medida del Papa, los obispos peruanos se han dado cuenta (más vale tarde) que lo que afirmaban Paola Ugaz, Pedro Salinas y otros periodistas perseguidos por los sodálites era verdad y esto les asusta. Arrepentidos, parecen dispuestos a hacer lo posible por entender mejor lo que ha pasado y reparar el daño causado.
Tras la reunión con Jordi Bertomeu, los obispos están convencidos de que, ahora, lo que deben hacer es dejar trabajar al comisario pontificio, que conoce a fondo al Sodalicio, tiene una excelente preparación y cuenta con la plena y total confianza del Papa Francisco.
Por eso, la CEP no tolerará que continúen los ataques injustos contra Bertomeu y, además, los obispos están dispuestos a hacer todo lo posible por ayudar al enviado del Papa a hacer justicia, porque el problema de los comportamientos sectarios en la Iglesia va más allá del Perú.
Tras entender que el Sodalicio, fundado por el laico Figari, ha sido un movimiento elitista que no tiene lugar en la Iglesia, y, por eso, sus ataques a los opositores, a través de gente sin principios ni moral, es la mejor prueba de lo acertado de la decisión del papa a la hora de suprimirlo.
A partir de ahora, el problema pendiente será cómo resarcir a las víctimas y qué hacer con aquellos hombres y mujeres del Sodalicio que quieran continuar de buena fe su vida de consagración, entre ellos, algunos sacerdotes que deberán ser incardinados en alguna diócesis. Para ir atando todos estos cabos sueltos, los obispos peruanos esperan el asesoramiento de monseñor Bertomeu.