Vuelta al evangelio sin glosa Los silencios del Papa Francisco

(José Luis Segovia).- El futuro es el tiempo de Dios y siempre ámbito de esperanza. Cuando teníamos perfectamente calculada la órbita del asteroide 2012 DA14, la realidad nos sorprende con un meteorito descomunal. No estaba en el guión y cae en la región de los Montes Urales causando más de un millar de heridos. En el ámbito eclesial, en un gesto de fe, libertad, audacia y coherencia, Benedicto XVI sorprende al mundo con su renuncia y da paso a un Papa Francisco que nos descoloca con gestos expresivos de un programa de renovación para la Iglesia. A lo que se ve, el cielo siempre depara novedades.

Entre las muchas cosas que llaman la atención de este papado recién iniciado, quiero destacar dos silencios en cuestiones relevantes. Que nadie entienda estas omisiones como falta de consideración al legado precedente. No es esa la clave de interpretación. Me estoy refiriendo a cómo un tema, que ha sido central en los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, como la "nueva evangelización" no ha sido explicitada en sus discursos formales e informales. Lo mismo puede decirse del acontecimiento conciliar cuyas bodas de oro estamos celebrando.

No cabe la más mínima duda de que Francisco es consciente de los desafíos evangelizadores que se ciernen sobre un Norte secularizado, depredador, individualista y notoriamente aburrido, y mucho más sobre los que sobrevuelan el continente Latinoamericano. Por otra parte, si cabe, es aún más indiscutible su compromiso con el Vaticano II y su nueva forma de autocomprenderse la Iglesia y de relacionarse con el mundo: basta remitirse a la elocuencia de sus gestos. Sin embargo, hasta donde sé, a ninguna de las dos cuestiones centrales ha dedicado palabras explícitas.

Se trata probablemente de una omisión intencionada. Tanto la nueva evangelización como el Concilio han dado lugar a interpretaciones ideologizadas y han provocado no pequeñas fricciones en el interior de la Iglesia. Mi sensación es que el papa Francisco quiere plantear un tiempo de serenidad, desideologización y de vuelta a la unidad en lo esencial. Por eso habla sobre todo de amor, misericordia, oración, perdón y cuidado de los pobres, y cita, sin demasiadas teologías, textos del evangelio de directa aplicación (p.e. lo de "pastores con olor a oveja").

Como había señalado Benedicto XVI, la crisis más importante que padecemos es de naturaleza teologal. Hemos de cultivar la fe, la esperanza y la caridad cuyo origen y término es Dios mismo. Por ello, la Iglesia hará bien en retornar a la tradición primerísima y acentuar lo sustancial, descargándose del "polvo imperial acumulado".

Es la vuelta a lo que san Francisco llamaba el "evangelio sin glosa". En buena hora tan sana y santa recomendación. Démonos todos un tiempo de sosiego, ayuno de ideologizaciones, y volvamos todos, calzados y descalzos, al lugar del que nunca debimos separarnos: los pies de la cruz, a la vera de los crucificados, fijos los ojos en el Señor, y siendo, de verdad y dentro de la diversidad, uno para que el mundo crea.

José Luis Segovia Bernabé
Profesor del Instituto Superior de Pastoral (UPSA-Madrid)

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