Antonio Aradillas El sistema español respecto al nombramiento episcopal precisa urgente e inexcusable reforma
(Antonio Aradillas).- "Porque, o para que, le plazca y sea del agrado de Dios y de los hombres", es decir: "Ut placeat Deo et homínibus", que fue la intención del fundador y "bautizo" de la ciudad de Plasencia, por el rey Alfonso VIII en el año 1180, sobre los restos de la antigua "Ambracia", es lo que justifica mi decisión personal de redactar estas líneas.
La situación actual de "sede vacante" en que se encuentra el obispado, que en 1189 fundara el Papa Clemente III, y que bien pronto llegó a convertir la ciudad en relevante centro artístico, cultural y comercial de obligada referencia, demanda estas y tantas otras reflexiones.
- Resultaría ciertamente evangélico, ejemplar y profético, que los sacerdotes diocesanos tomaran plena conciencia de la necesidad de ser consultados antes del nombramiento de su próximo obispo. Aún más, que fueran ellos mismos -los sacerdotes- quienes directamente presentaran a su candidato, implicando, por supuesto, en tarea tan eclesial a los grupos de cristianos/as, comprometidos con su fe y con las verdadera realidades "terrenales", en cuyo marco ella es respuesta de salvación redentora.
- El sistema actual vigente practicado en la Iglesia española respecto al nombramiento episcopal, precisa urgente e inexcusable reforma. Como, gracias sean dadas a Dios, hoy todo, o casi todo, se sabe, con pormenores y detalles, adentrarse en los "misterios" curiales de candidaturas y selecciones para engrosar el episcopologio, es tarea fácil y al alcance de los medios de comunicación social, con seguridades rotundas de acierto.
- El "santo temor de Dios", reducido en otros tiempos a silencios, cómplices a veces, y con citas expresas a la "voluntad de Dios", y a la "presencia y actividad explícita del Espíritu Santo", de tan dudosa procedencia, no suple por sí tantas carencias, desviaciones y "despistes", como posteriormente, y ya sin remedio, han de caracterizar no pocos nombramientos, que lo fueron, por ejemplo, por intereses personales o de grupos de influencia "eclesiástica", o "para- eclesiástica, o simplemente como otros tantos premios "mitrados" a "servicios prestados" o por prestar.
- Además de "nuestra", de "santa", de "madre", de "católica apostólica, romana", y otras adjetivaciones, la de "democrática", con los valores añadidos al término, cuando su procedencia y praxis es el evangelio y el servicio, es -será- invocación y configuración de la Iglesia. Tal empeño, no tendría por qué parecerles a canonistas, a teólogos y a historiadores ilegítimo, o extraño, conociendo, con documentos y pruebas, que la práctica de la elección por parte del pueblo estuvo vigente en las primeras comunidades de la Iglesia, antes de su nefasto deterioro a consecuencia de interesadas concesiones imperiales, regias o feudales, que tan gravemente contaminaron su imagen y su testimonio.
- La diócesis placentina en tiempos pre y anti- democráticos, todavía recordados por muchos, formó buena parte de su clero en comportamientos sociales, limpios y transparentes y al servicio del pueblo, corriendo riesgos tanto de orden público- político, como religioso, dado el contubernio existente entre la Iglesia y el Estado de entonces. De estas circunstancias puedo dar, y doy, fe, tanto personal como profesionalmente.
- El hecho de que sacerdotes de una diócesis como la de Plasencia, más o menos corporativamente, dieran pasos efectivos en el sentido de que, por fin, resplandezcan los procedimientos en la elección de su próximo obispo, favorecería "franciscanamente" su pastoral, lo que ayudaría a su homologación real, como conciliar y en fiel consonancia con el Vaticano II.
- Dejar pasar esta ocasión, primando en el nombramiento los criterios tradicionales, ancestrales y apergaminados, de los que la mitra es signo y coronación del carrerismo eclesiástico, contribuiría a tener que seguir aceptando "por los siglos de los siglos" la situación de marginación y colonización padecida en la Iglesia extremeña.
- Solo a título de insinuación, ya de entrada, habrá que exigírsele que despeje de verdad los obstáculos que impiden que el Monasterio-santuario de Santa María de Guadalupe, patrona de Extremadura y su principal referencia, deje de pertenecer administrativamente a la diócesis de Toledo, en calidad de su fenecida condición feudal de primada, y se redima e integre en alguna de las diócesis extremeñas, preferentemente en la de Plasencia, y así reverdecerá también semánticamente su esencia y vocación de "ut placeat Deo et homínibus".
- Lejos de mí instar o inspirar actitudes y determinaciones calificables de "cismáticas". Pero también lejos de mí contribuir al epinicio poco serio de aceptación, sin más y "en el nombre de Dios", de adscripciones al episcopologio de candidatos, que lo sean, en rigurosa conformidad con normas y comportamientos ya periclitados.