"¿Por qué Francisco no exige un mayor alineamiento a su Prefecto?" Otra vez el Papa y Müller
(Maite Gibaud).- Se está produciendo una extraña apostasía en los sectores más conservadores de la Iglesia, que termina anulando todo lo que nos enseñaron en el Catecismo acerca del significado del Papa para la Iglesia Católica.
Francisco ha admitido que en su propia Diócesis de Roma, por indicaciones precisas de su Vicario, exista la posibilidad de que algunos divorciados vueltos a casar -hecho el debido discernimiento personal y pastoral- puedan comulgar, aun cuando no logren vivir plenamente la castidad por diversas circunstancias serias que limitan su capacidad de decisión.
Por otra parte, recibió las orientaciones dadas por los Obispos de la Región Buenos Aires, que admiten también esta posibilidad, y no sólo les agradeció ese trabajo con un breve mensaje, sino que les envió una nota formal, encabezada por el escudo papal, donde además les dice que esa es la "única interpretación posible" del capítulo 8 de Amoris laetitia.
Queda claro que no se trata de contradecir la moral objetiva, ni de negar que lo intrínsecamente malo es siempre malo desde el punto de vista objetivo. Pero aún un acto intrínsecamente malo puede no ser plenamente culpable debido a los condicionamientos que limitan la capacidad de decisión.
Francisco piensa que una mujer con hijos pequeños, que necesita del apoyo de su pareja, puede no estar en condiciones reales de modificar esa situación por el momento. Aunque un acto sexual, en esa situación, se considere intrínsecamente malo por su objeto, los límites concretos pueden hacer que esa mujer tenga una culpabilidad atenuada y que por lo tanto esté en gracia de Dios.
Ya que la Eucaristía es un sacramento de vivos, puede entonces recibir el sacramento que le ayuda a sostener su vida en gracia. Los sacramentos no están para emitir juicios sobre la moralidad objetiva, están para sostener y acrecentar la vida de la gracia. La persona, junto con su pastor, puede realizar un discernimiento en esta línea sin que ello signifique ostentar su situación como si fuera objetivamente correcta.
¿No bastan la decisión del Vicariato de Roma y la carta a los Obispos de Buenos Aires para conocer con toda claridad el sentido correcto del capítulo 8? ¿O no interesa ya el sentido exacto que quiso dar a ese texto su propio autor, el Vicario de Cristo?
Parece que para el Cardenal Müller no interesa lo que piense el Papa, y tampoco importa que lo haya expresado en una carta donde dice cuál es la interpretación "única". Sin embargo, si el propio Cardenal Müller escribiera una nota con el sello de su Congregación, ¡que nadie se atreva a discutir lo que él diga! A quien ose hacerlo le llegarán seguramente las debidas advertencias y pedidos de aclaración. ¿Vale más una nota de una Congregación que una nota del Santo Padre?
Ahora Müller, en recientes entrevistas, parece querer prohibir que los Obispos opinen sobre los documentos, ignorando que el mismo Papa ha refrendado algunas de esas opiniones con su propia firma. ¿Cree que Francisco está pintado, que es una pequeña flor que adorna la estructura de su Congregación? Por una parte dice que no hay contradicción entre Amoris laetitia y la doctrina de la Iglesia, pero siempre que la exhortación de Francisco se interprete de manera restrictiva.
En el Catecismo nos enseñaron que la Revelación está contenida sólo en las Sagradas Escrituras y en la Tradición, pero que hay un carisma único en la Iglesia al servicio de la interpretación correcta de esa Palabra divina: el carisma dado a Pedro para atar y desatar y para confirmar en la fe a sus hermanos.
En contra de ello, como bien ha mostrado Elske Rasmussen, ahora algunos opinan que el Papa no puede interpretar ni siquiera los documentos que él escribió. Parece que para eso está Müller, que es quien decide qué se puede decir y qué no se puede decir, porque él sí conoce la recta doctrina. ¿Esto no escandaliza a los sencillos? Por cierto, pero además está planteando una cuestión grave que deberían responder los especialistas en Teología Fundamental.
Sin ser Prefectos, algunos sacerdotes y laicos que escriben en blogs conservadores, parecen sentirse los auténticos intérpretes de la Revelación divina. ¿Habría que escucharlos a ellos para evitar caer en los "extravíos" del Santo Padre? ¿Eso no es en la práctica un cisma alentado por algunos falsos líderes que creen saber no sólo cuál es la auténtica Revelación sino también cuál es la única razón posible?
En muchas partes está resonando esta pregunta: ¿Por qué Francisco soporta las insolencias de su propio Prefecto, quien a la hora de opinar ignora cosas que decide y escribe el propio Papa? Imagino una sola respuesta posible.
Porque Francisco entiende que tanto la Curia romana como el Prefecto de Doctrina de la Fe se habían dado a sí mismos tantas atribuciones que terminaban ocupando el lugar de Dios. Ya antes de ser Papa, Bergoglio lamentaba esa "inflación" de las funciones de los curiales que a través de sus redes universales pretendían tener el control de toda la Iglesia, hasta en sus más lejanos rincones. Varios que conocen su pensamiento afirman que él siempre creyó que había que "desmitificar" todo eso para que el mismo Papado no terminara siendo relativizado.
Pues bien, al permitirle a Müller que vaya por el mundo dando entrevistas donde pretende ponerle límites a su enseñanza, sólo deja que el propio Prefecto se desacredite, pierda el respeto de la mayoría, y así se "desmitifique" su función. Termina siendo adulado sólo por un grupo reducido de conservadores resentidos. Esta desmitificación abre el camino para que la tarea de Doctrina de la Fe recupere su lugar de servicio humilde al Vicario de Cristo, en orden a alentar el desarrollo del pensamiento teológico en la Iglesia.
Francisco aguanta, perdona, no pierde la calma, espera. No le gustan los ataques directos, y "el tiempo que es superior al espacio" termina dándole la razón.
Sólo espero, como sencilla mujer creyente que pudo estudiar algo de Teología y enseñar a rezar a sus hijos, que la mayoría de los Obispos advierta la insensatez de algunos colegas suyos (Burke, Schneider, etc.) que en realidad están intentando construir su propia Iglesia. No les gusta la que se construye en torno a Cristo y su Evangelio, sobre esa sencilla roca que es Pedro. Yo, desde la simple piedad creyente que alentaron mis padres, prefiero confiar en el sucesor de Pedro, que confirma mi fe y mi amor al único Señor, Jesucristo.
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