" La iglesia ha de mojarse más, alejándose de las torres de marfil de mitras, casullas e inciensos" La voz de Gustavo Gutiérrez en Filipinas

Gustavo Gutiérrez
Gustavo Gutiérrez

"Sobre todo a raíz de la dictadura de Marcos (1972/1986) flotaba en la atmósfera filipina como una nube o niebla o silbido el nombre de Gustavo más que su voz"

"De las trincheras en tiempos de Marcos a los saraos y palacios en tiempo de Cory en adelante, la iglesia clerical lo ha dominado todo si bien, al menos en la Manila de Rosales (la época post-Sin), la iglesia se mostró más solidaria"

‘Pasó por estos sotos con presura’, como rezara el vate místico.  Bien puede aplicarse esta descripción del Dios-Amado al recién fallecido Gustavo Gutiérrez quien estuvo por estos pagos en el año 2000 y que pronunció una conferencia en la Real y Pontificia Universidad de Santo Tomás de los dominicos, de la Orden a la que pertenecía el finado ilustre y que actualmente solo presume de figuras con sus presuras, creando a su vez fisuras, e invitados con sus pesos en lugar de una perdurabilidad de tradiciones y convicciones.

No puedo decir, de entrada, que existe una voz perdurable de Gustavo en estas islas si bien desde la década efervescente de los setenta sonaba su nombre a raíz del libro que le lanzó a la fama mundial Hacia una teología de la liberación (1969) que en su edición española (de España) se tituló Teología de la liberación. Perspectivas (1972) con el imprimatur concedido por el entonces obispo de Salamanca, Mauro Rubio Repullés, pastor que compartía el talante del entonces papa, el ahora san Pablo VI.

Boletín gratuito de Religión Digital
QUIERO SUSCRIBIRME

Libro de Gutiérrez

Sobre todo a raíz de la dictadura de Marcos (1972/1986) flotaba en la atmósfera filipina como una nube o niebla o silbido el nombre de Gustavo más que su voz.  Se limitó a lo de teología de la liberación que varios profesores de religión, incluso sacerdotes, describían entonces como la teología de moda.  Sin embargo, muchos no leyeron esta obra ni siquiera en su traducción inglesa, guardados los ejemplares de esta celosamente en bibliotecas en un país en que la circulación y divulgación de grandes obras era y sigue siendo precaria.  Pero sí ha habido textos policopiados de esquemas, apuntes, simplificaciones, adaptaciones, reducciones.  Se redujo esta teología en estos términos:  la Biblia y Marx, la fe y Marx, el Éxodo y Marx.  De tal forma que lo que la herramienta de análisis se convirtió en la finalidad o se identificó en la esencia que es evangélica.

Filipinas es y siempre ha sido un teatro de acción (y de inacción o indiferencia).  Los conflictos se intensificaron y multiplicaron.  Muchos, incluyendo clérigos y religiosos, entre ellos el exsacerdote y misionero del Verbo Divino Conrado Balweg (1942-1999), abandonaron los hábitos y las sotanas para abrazar las armas, abandonar la civilización y huir a las montañas y bosques.  Todo dentro del contexto de la fundación del Partido Comunista de Filipinas por José Ma. Sisón en 1968.  Obispos, sacerdotes y religiosos se enfrentaron.  Las líneas se establecieron.  La conferencia episcopal (CBCP) y la conferencia de religiosos (ARMSP) fueron divididas.  Pero eran colaboradores y rivales, sobre todo en el concurso de quien aplicaba o vivía mejor los ideales de la teología de la liberación, muy repetida y circulada pero lamentablemente no muy conocida ni estudiada.

Para más inri, el protagonismo lo llevaba (o lo sigue llevando) el clero.  Un clericalismo ‘marxista’, por así decirlo.  En que los fieles se reducen a las ratas del flautista de Hamelín.  Bien me acuerdo de la cima de todo ese movimiento en la primera mitad de los ochenta.  Con homilías más revolucionarias y atrevidas, esto es, críticas a la administración de Marcos.   Todo en nombre de la teología de la liberación, una voz potente pero no muy comprendida.  Incluso Gustavo no era muy conocido, su nombre no muy pronunciado salvo en círculos académicos que presumen de erudición.  Junto a él, otros nombres próceres, sobre todo Galilea y los hermanos Boff.

Mientras tanto, aquella Instrucción de la CDF de Ratzinger y presentado (con un tono más tajante que el empleado por el mismo Ratzinger) por el entonces nuncio a Filipinas, Bruno Torpigliani.  Este era un padre de los obispos filipinos.  Era el consagrante de la mayoría de ellos.  Una figura intocable, lejana pero cercana a los Marcos.  De hecho, repetidas veces, recordaba a un famoso obispo del sur de Filipinas (Antonio Fortich de Bacolod), un pastor de los pobres, de su deber de presentar inmediatamente su renuncia cuando cumpliera los 75 años.   El documento emanado por la CDF fue un bombazo de agua para apagar los fuegos.   Sobre todo con la presentación de la pluma de Torpigliani.

Nuncio Torpigliani

Fue la bonanza antes de la tormenta.   Todo llegó a su conclusión en los días más intensos de aquella revolución de 1986 cuando hubo un enfrentamiento entre Torpigliani y Sin, llamado el ‘darling’ de la teología de la liberación de Filipinas.  Fueron los días de EDSA cuando Sin llamó al pueblo a que se presentase en la Avenida de EDSA para apoyar y proteger con sus cuerpos a los rebeldes.  Fue un exitazo mas selló la brecha entre Nuncio y Cardenal que convocó a sus fieles mas en realidad se escondió en su residencia de lujo mientras que sus feligreses, incluyendo obispos auxiliares, curas y religiosos arriesgaron la vida.  Después vino la Cory Aquino, quien valía solo en las trincheras pero no en los despachos de los palacios. 

Las críticas, inspiradas por la teología de la liberación, las apagaron el mismo Sin quien había canonizado a Cory.  Claramente solo el establishment podía interpretar la teología y el magisterio aunque se sabía que la actuación de Sin en 1986 no agradaba para nada al papa Wojtyla ni al secretario de estado de entonces Casaroli.  Lamentablemente en esas condiciones se levantó la estrella en el Oriente del cardenal Ricardo Vidal, el contrapunto de Sin, mediador amable y campechano pero amigo de los influyentes.  Asimismo Sin, con el peso de la enfermedad y con su involución tras la revolución, fue jubilado inmediatamente tras presentar la renuncia el 31 de agosto de 2003.  Su sucesor, un hombre de distinto talante pero también combatiente con el establishment opresivo, tomó posesión el 21 de noviembre de aquel año.  

De las trincheras en tiempos de Marcos a los saraos y palacios en tiempo de Cory en adelante, la iglesia clerical lo ha dominado todo si bien, al menos en la Manila de Rosales (la época post-Sin), la iglesia se mostró más solidaria.  Tras el exitazo de EDSA (y recibir una admonición papal) la involución de Sin consistió en lo siguiente: en vez de simplemente mandar a la gente a las calles para las interminables manifestaciones esta vez acaparaba los medios para hacer oír su voz disimulando o enmascarando su versión de la teología de la liberación en una de conformidad incluso en lo político y en las opciones personales y privadas en la alcoba (léase cuestiones del foro interno).    La iglesia con vocación de liberadora se ha encerrado en su sistema monolítico no queriendo dialogar ni abrirse a una sociedad cada vez más liberada, es decir, plural.  En efecto, el legado final de Sin, su versión final de la teología de la liberación era una iglesia incapaz de convivir civilmente con la pluralidad.

Todo esto sobre todo en una época anterior el internet, con la precariedad de los medios.  Todo intento de estudio fue controlado en tiempos de Sin.  Si bien ha habido estudios (tesinas, tesis y foros), todo ha sido control eclesiástico que dictaminaba la verdadera libertad.  También en tiempos de Sin, sonó lo de la opción para los pobres.  Pero la iglesia ya dejó las trincheras.  Algo difícil de conceptualizar.  Ya no estaba con los descamisados.  Se decía que defendía a estos.  Pero siguen los pobres.   Siguen siendo pobres.  Se interesan por ellos solo para causas eclesiales, por ejemplo, en los comicios, en cuestiones como el divorcio, el sexo fuera del matrimonio, etc.  Y no para sus necesidades, sus verdaderas necesidades.  Un maquillaje eclesial de una institución monolítica incapaz de compartir lo concreto y convivir con la pluralidad.

Cardenal Sin

Se convocó en 1991 el segundo Concilio Plenario de Filipinas.  Se decía que había que ser una iglesia para los pobres.  Se abrió y se cerró con pompa litúrgica, hubo jornadas intensas hasta publicar actas prometedoras.  Pero nada después se supo o pasó.  Todo seguía el mismo ritmo de entonces.  Acción que llegó a la inacción.  El statu quo sobre todo.  Una teología o promesa clericalizada ha quedado.  Dicho concilio es un testimonio contundente del fracaso de la teología de la liberación con una iglesia monolítica.  La teología de la liberación solo podría sobrevivir en un ambiente de diálogo, de tensión incluso de disensión mas no en lo esencial sino en lo que a las herramientas se refiere.  Sin embargo, como queda dicho, en Filipinas no han (hemos) sido capaces de distinguir el instrumento con lo esencial.

Con el papa Ratzinger con su noción de la esperanza lejos de las realidades mundanas (como demuestra su encíclica sobre el tema) se les pidió a los obispos y pastores menos revoluciones o moderación.  Ya no eran tiempos para salir a la calle.  Las revoluciones o las trincheras han cambiado.  Ya no son las calles sino que son los mismos despachos de poder, los mismos bancos, las mismas escuelas y demás instituciones.  Fue cuando el Cardenal Rosales decidió lanzar el Pondo ng Pinoy para recaudar fondos, ayudas, medios para ayudar a los más necesitados no solo en su querida Manila sino por todo el archipiélago. 

Este Pondo fue la cristalización de la teología de la liberación de Rosales.  Una gran idea que intentó abrir más espacios de diálogo en nuevas trincheras. Idea al final apagada, pese a su genialidad de compartir incluso lo poco que uno tiene como respuesta a las injusticias.  Pero seguían en muchos lugares la corrupción eclesial incluso cuando a las recaudaciones para las hecatombes tan frecuentes en Filipinas se refiere.  En fin, mucha buena voluntad al menos del Cardenal Rosales.  En general, mucha acción pero sin fundamento porque no nos hemos dado cuenta de que Rosales apuntaba no solo a la acción sino a un estilo de vida, a una espiritualidad.  De eso se trataba su Pondo.  De eso se trataba la desconocida teología de la liberación.

De verdad, todo viene del desconocimiento.  No solo del Evangelio sino de su interpretación dada por Gustavo quien en su fidelidad al magisterio no quiso confundir medio (o herramienta) con finalidad.  De hecho, publicó en la década de los ochenta Beber en su propio pozo.  Los expertos dicen que se trata de una evolución en su pensamiento.  Más bien opino que en esta obra expuso la clave de su teología, esto es, que es una espiritualidad, que ha de ser vivida desde el pozo, desde la fuente, que ‘mana y corre aunque es de noche’, en palabras de Juan de la Cruz, místico amado por Gustavo y sobre quien había dedicado un ensayo precioso durante el cuarto centenario de su muerte. 

Libro de Gutiérrez

La liberación ha de ser un estilo de vida como un Pondo constante (hay que dar constantemente aunque sea un poco, como dijera Rosales), esto es, una espiritualidad que requiere ser practicada constantemente pero ante y sobre todo estudiada, asimilada, vivida y, sobre todo, liberada del control clerical que ha querido diluir, manipular e incluso tergiversar todo (como estafar los fondos destinados para las víctimas de las catástrofes en una diócesis cerca de Manila).

Con la venida de Duterte y ahora con Marcos Jr.  la iglesia gradualmente ha vuelto a las trincheras.  Mas faltan muchos elementos, salvo el dramatismo en una era digitalizada.  Con un pie en los palacios y otro en la brecha, de tipo social y económico sobre todo, pero no muy entrado en ella.    La iglesia ha de mojarse más, alejándose de las torres de marfil de mitras, casullas e inciensos.  Lamentablemente en gran parte sigue siendo una iglesia muy alejada de los pobres y más cercana a los políticos.  Falta de espiritualidad.  Sobredosis de clericalismo.  El evangelio solo en el púlpito (con incienso) y no en el pavimento y barro (con el estiércol).Gustavo era y es un desconocido en Filipinas.  Su teología de la liberación, mal conocida por no decir desconocida.  Con su muerte, seguirá oyéndose su voz.  Pero me temo que más que nunca, al menos en Filipinas, la teología de la liberación padezca un silencio atroz cuyos gritos resuenan, clamando más acción pero con fundamento.

En medio de este diluvio de homenajes a raíz de su fallecimiento, estas líneas salidas de mi pluma, cuando aúlla e inunda el tifón Kristine azotando varias regiones del archipiélago magallánico (entre ellos Bicolandia tan devota de la Virgen de Peñafrancia pero tan lejos de los consuelos de los cielos en estos momentos), quieren ser unas ráfagas rápidas, clamando que se escuche la voz de Gustavo apagada por el establishment clerical que ha penetrado incluso en las filas de los seglares.  Que estas pinceladas rápidas, ciertamente un mosaico incompleto, constituyan una llamada para que no se silencie y manipule la voz de unos teólogos más significativos de nuestra generación frente a los retos de nuestra situación.

Gustavo Gutiérrez
Gustavo Gutiérrez

Doblan las campanas no solo por la muerte de Gustavo.  También porque su teología sigue desconocida en Filipinas.  Al menos, no se puede dudar de su influencia en Filipinas si bien habrá que matizarla con detención.  Y el primer paso es un estudio pormenorizado y constante de su obra como interpretación válida y perenne del mismo Evangelio.  Dios quiera que con su muerte la voz de Gustavo no se apague jamás.

Etiquetas

Volver arriba