Francia, Alemania o Bélgica optan por el "no"; el mundo anglosajón aboga por integrarlo Europa, dividida entre la aceptación o la negativa al uso del burkini o el burka en lugares públicos

La prohibición del burkini en algunas playas francesas ha desatado una ola de críticas en los países anglosajones, convencidos de que la exclusión de prendas de connotaciones religiosas es un freno a la integración. Mientras Francia, Alemania y Bélgica buscan vetar el burkini o el burka en lugares públicos, Italia se despega aunque intenta regular.

En la vereda opuesta, el mundo anglosajón habla de la "absurdidad francesa" y prefiere integrar. "Absurdidad francesa", lanzó el editorialista David Aaronovitch en el diario The Times, por considerarlo propio de "mentes retorcidas" y foco de más problemas.

"¿De verdad que vestir un burkini ofende más que entrever la "raya del trasero de una persona de mediana edad" que se sale de un bañador de corte clásico?" se pregunta Remona Aly, de la organización británica Exploring Islam Foundation, que fomenta una mayor comprensión del islam.

Cruzarse en el Reino Unido con una mujer con velo integral en algunas ciudades o barrios poblados por muchos musulmanes es bastante común y no desencadena polémica.

El ejemplo más célebre de burkini en el país no lo ha protagonizado una musulmana, sino Nigella Lawson, una presentadora de la radiotelevisión británica que se puso uno en 2011 en una playa de Sídney para evitar el bronceado.

La mayor parte de los medios de comunicación británicos dedicaron reportajes al escándalo en Francia. La BBC recabó testimonios muy críticos de musulmanas.

"El burkini me ha dado la libertad de nadar y de ir a la playa, sin la sensación de traicionar mis convicciones", declaró Aysha Ziauddin en la televisión pública.

"Es chocante que se pueda exigir a alguien que se destape o que se vaya", abundó Maryam Ouiles, en la BBC.

La discrepancia se debe a las diferencias culturales entre los dos países, entre la política de integración al estilo francés y el multiculturalismo británico, considera Sara Silvestri, de la City University de Londres.

La dificultad del modelo francés que promueve la igualdad entre todos los ciudadanos independientemente de su raza o religión "es que es difícil de aplicar de forma equitativa", añade.


"Los dos modelos de integración están en crisis: ya no se aplican o comprenden con claridad y cada país mira lo que hace el otro para extraer lecciones", abunda.

En tanto, las filas conservadoras de la canciller alemana, Angela Merkel, acordaron el viernes impulsar restricciones al uso del burka, la vestimenta musulmana femenina que cubre todo el cuerpo y la cara, en el espacio público, así como un paquete de medidas para reforzar la seguridad en el país ante la amenaza del radicalismo islámico.

El burka es un obstáculo para la integración en Alemania y su uso es inaceptable en espacios públicos, según una declaración consensuada entre el ministro de Interior, Thomas de Maiziure, y sus pares de los estados federados de la Unión Cristianodemócrata (CDU) y su hermanada Unión Socialcristiana de Baviera (CSU).

En Italia, mientras el oficialismo sostuvo que no imitará a Francia en la prohibición del burkini, que es tema de polémica en las playas galas, y mientras la Iglesia critica la medida del gobierno francés, la oposición pidió la regulación total de la prenda usada por mujeres que profesan el culto islámico.

"Nosotros somos severos haciendo controles, arrestos y expulsiones. Pero quien usa el burkini no viola le ley", aseguró el ministro del Interior italiano, Angelino Alfano, en declaraciones a la radio RTL, sobre el polémico traje de baño que cubre cabeza y cuerpo y que usan las mujeres musulmanas.

"Nuestra brújula fue siempre el sentido común. No hacemos provocaciones que pueden atraer reacciones violentas", prosiguió el ministro encargado de la seguridad del país luego de que el primer ministro francés, Manuel Valls, defendiera la prohibición que dispuso su país al burkini.

"Hasta ahora Italia ha sido un país seguro también porque la comunidad nacional no ha tenido comportamientos que hayan hecho pensar en una crisis de rechazo a los musulmanes", agregó Alfano.

Desde la jerarquía católica italiana, en tanto, llegaron las voces de apoyo a la postura del gobierno del primer ministro italiano, Matteo Renzi, en la voz del secretario de la Conferencia Episcopal, monseñor Nuncio Galantino.

"Tenemos que aprender a vivir juntos, y esto también significa conocimiento de los símbolos de otras culturas, y aceptarlos si no afecten negativamente a los requisitos de seguridad. El miedo a la ropa musulmana me parece instrumental", definió Galantino en declaraciones al diario Corriere Della Sera.

"Esta guerra contra los símbolos es algo en lo que es difícil de entender plenamente a Francia", agregó.

Desde Bélgica, la diputada de origen marroquí Nadia Sminate, miembro del partido separatista Nueva Alianza Flamenca (N-VA), ha pedido la prohibición del burkini en todo el territorio de Bélgica, tanto en las piscinas como en las playas, informaron hoy varios medios locales.

"Es absolutamente necesario evitar que las mujeres se paseen en burkini por Flandes. Ni en las piscinas ni en las playas y, de hecho, no creo que quieran, en nombre de la fe, caminar con semejante horror en la playa", aseguró la diputada y miembro de la Comisión sobre radicalismo del parlamento flamenco.

En ese sentido, Sminate -cuyo padre es marroquí y su madre, flamenca- explicó que, si se permite la utilización de la vestimenta, "se margina a las mujeres de la sociedad".

La prohibición de usar el burkini debe extenderse a toda Bélgica, en opinión de la diputada del N-VA, partido vencedor de las últimas elecciones federales belgas en 2014 con el 20,3 % de los sufragios y que seguiría ganando las generales en el territorio flamenco según las últimas encuestas, pese a haber perdido apoyos.

(RD/Agencias)

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