Hay quienes desearían
acallar el rumor creciente
de voces y vientos y olas
y verdes brotes emergentes.
Hay quienes intentan
cerrar las sendas con cercas
y cancelas blindadas
y muros y alambradas.
Hay quienes pretenden
contener los anhelos,
esposar tantas manos alzadas,
prohibir las rosas moradas.
Hay quienes desean
mantener la mente, el arte,
la ciencia y la poesía inaudibles,
en un territorio oculto e invisible.
Pero nadie puede contener
la fiesta, el júbilo del encuentro,
la efervescencia de la espuma
y la primavera que rezuma.
Nadie puede impedir
que se derriben las vallas,
que se abran las ventanas,
que se corten las ligaduras inhumanas.
Nadie puede poner
un cerco a los sueños, detener
el alma y la memoria como aliadas,
prohibir las desafiantes miradas.
Nadie puede detener
la belleza de sus causas,
el triunfo de la entera verdad,
la frente alzada de la dignidad,
de mis queridas amigas,
compañeras, hermanas…