Bendito entre las mujeres
Llevo ya muchos años, alrededor de unos cuarenta, en los que caminar junto a las mujeres, codo a codo, desde sus alegrías y sus penas, desde sus luchas y sus esperanzas, ha sido un sendero que no ha hecho más que darme satisfacciones. Y como regalo, una enriquecedora plenitud humana.
No quiere decir que este camino haya sido miel sobre hojuelas, porque no es un sendero fácil, en medio de una sociedad aún tan androcéntrica, machista, patriarcal. Hacer presente en el mundo masculino mi opción vital por el feminismo, es decir, por un esfuerzo permanente por la igualdad de las mujeres y, por lo tanto, contra su discriminación a todos los niveles y en todos los ámbitos sociales, profesionales y económicos, no provoca más que, en muchos casos, sonrisas sarcásticas y chistes rancios y recurrentes.
Pero no solo en círculos de hombres, sino también en otros de mujeres, porque el machismo y el patriarcado han calado también en la mentalidad femenina, y el darse cuenta, concienciarse y reaccionar es un esfuerzo permanente, continuo, agotador, en muchos casos.
Porque decir feminismo sigue siendo una bandera discutida, conflictiva, que produce enfrentamiento, en cualquier espacio, sea familiar, de amistad e, incluso, de compromiso social y ciudadano. Porque el tener una opción vital de izquierdas, por ejemplo, no significa aliarse y alinearse con las luchas y reivindicaciones de las mujeres en tantos ámbitos en los que hay que exigir reformas, mejoras y transformaciones.
Yo empecé a asistir a las manifestaciones del 8 de marzo en los años ochenta, cuando la presencia masculina se podría contar, casi, con los dedos de una mano. He visto, con enorme alegría, cómo este número ha ido creciendo de año en año. Y hoy es mucho mayor mi contento, cuando en las últimas marchas se veía a muchos hombres, sobre todo jóvenes, junto a las mujeres en las manifestaciones o en sus luchas diarias por la igualdad y la justicia.
Pero aún hay mucho que hacer, que apoyar, acompañando a tantas mujeres, a escala nacional e internacional, en sus demandas. Porque siguen muriendo cada día a manos de varones machistas violentos. Porque siguen teniendo miedo las jóvenes a volver solas por la noche de camino a su casa. Porque la discriminación salarial en multitud de trabajos se mantiene. Porque los micromachismos y comportamientos machistas siguen campando por sus fueros y violentando a las mujeres. Porque se siguen manteniendo los estereotipos de la superioridad de los hombres en multitud de instancias profesionales, políticas o sociales…
Yo sigo apostando por seguir acompañando y exigiendo sus propias reivindicaciones, desde una postura feminista, de búsqueda permanente por la igualdad, la justicia, la fraternidad y la sororidad. Desde los barrios, las ciudades, los países y a escala mundial. Porque esta lucha, este reclamo ineludible, no tiene fronteras.
Y es necesario, y contracultural a la vez, seguir dando testimonio y reclamando una masculinidad alternativa, abandonando con decisión cualquier supuesta superioridad, para abrirnos al encuentro más sincero, abandonando la mochila de tantas cargas machistas, patriarcales, androcéntricas, que no nos dejan apartarnos de los esquemas impuestos y opresivos, para salir transformados, respirando una nueva forma de ser, más humana, desde el ánima que también nos habita, la parte femenina que nos va a liberar también a nosotros de tantas ataduras.
Para sentirnos bendecidos y felices, al fin (como siempre me he sentido yo), entre las mujeres.