Benditos

Benditas las lágrimas que se desbordan
ante la oscura sombra en la mirada
y la helada acogida tras el mar de la infamia.

Benditas las manos que acarician,
que cosen amables los desgarros
provocados por las dentelladas de la soledad.

Benditas las sonrisas que despliegan
insospechadas alamedas a la esperanza,
sendas abiertas al encuentro y la celebración.

Benditas las miradas que no están ausentes,
sino que contemplan de frente la angustia,
el hondo abismo del miedo y tanto desespero.

Benditos los brazos que se abren sin temor,
que se funden en luminosos abrazos,
que se transforman en refugio y consuelo.

Benditos los pies que recorren caminos inéditos,
que se dirigen diligentes hacia el suburbio,
que vuelan para encontrarse y abrazar al amigo.

Benditos los labios que se abren lo justo
para ofrecer un humilde consejo,
para nombrar la alegría, para deleitarse en el beso.

Bendita la mañana que nos baña de ilusión y de luz,
bendita la tarde que nos ayuda a volver al hogar,
bendita la noche que nos invita a esperar el alba de nuevo.
Volver arriba