Felices quienes sienten la amistad como un perfume siempre fresco, cuya fragancia les embriaga.
Felices quienes caminan al lado del amigo y están siempre cerca, aunque no les necesiten.
Felices quienes celebran los gozos del amigo, y secan sus lágrimas con el pañuelo de su presencia.
Felices quienes ofrecen gratuitamente, cuando se les necesita, su escucha en silencio o su palabra oportuna.
Felices quienes han experimentado que hay siempre un tiempo para el gozo y otro para el dolor en la amistad.
Felices a quienes se les ha agudizado el gusto y el deseo de saborear y reposar el momento gozosamente con el amigo.
Felices quienes afianzan en su vida una amistad sincera, entretejida de afectos y confidencias.
Felices quienes renuevan cada día la amistad, la sienten distinta, aunque mucho más profunda.