Felices quienes han descubierto que su cadena original de ADN y la de la humanidad es el amor.
Felices quienes hallan el amor en la estrella más alejada del universo, en el brote de hierba más pequeño, en la sonrisa, en el abrazo.
Felices quienes sienten que en lo más íntimo de sus corazones, en las cimas más altas y en las simas más hondas, habita silencioso y ardiente el amor.
Felices a quienes el recuerdo les hace anhelar ardientemente el reencuentro.
Felices quienes han hallado que en su interior está oculto todo un universo de amor para contemplar y compartir.
Felices quienes saben que el amor ilumina todo, sazona todo, aclara todo, impulsa todo.
Felices quienes si no regalan cada día una caricia, ven que su amor se agosta como una flor sin agua ni sol.
Felices quienes desean que cada beso sea eterno, que cada abrazo les enardezca. Y que el perdón les conduzca a reafirmar y fortalecer el amor.