Felices quienes mantienen cada día la búsqueda permanente en el abismo insondable de su corazón.
Felices quienes rechazan cualquier postura rígida o ideas preconcebidas, porque ponen barreras en el sendero de los caminantes.
Felices quienes rechazan los dogmas, las normas impuestas, las leyes injustas, pues abren las puertas a lo insospechado.
Felices quienes tienen pasión por conocer, por indagar, por investigar, por descubrir, pues nunca se darán por satisfechos.
Felices quienes han hecho suyas las palabras de Jesús: “La persona no está hecha para la ley, sino la ley al servicio de la persona”, y esto les hace recrearlo todo por el bien de los demás.
Felices quienes anhelan ser felices, y no cesan nunca de buscar cómo poder compartir su felicidad con los que conviven.
Felices quienes ven en sí mismos, en los demás, en el mundo, en el universo, que todo cambia y se transforma, que no se puede mantener uno estático sino en una búsqueda permanente por ser, conocer, contemplar y, a veces, callar ante el misterio de la Vida.