Felices quienes se detienen a respirar en el sendero de la vida, miran con serenidad a su alrededor, y continúan caminando.
Felices quienes comprueban que el camino es mucho más llevadero si se recorre junto a los demás.
Felices quienes mantienen los pies muy pegados a la tierra y la mirada fija en el horizonte.
Felices quienes saben que la soledad del camino les prepara para el encuentro.
Felices a quienes el camino les parece siempre nuevo, cuando lo miran con los ojos curiosos del niño que llevan dentro.
Felices quienes creen que hay que estar siempre en camino, buscando, andando, saboreando el placer sencillo de caminar.
Felices quienes contemplan el paisaje que les envuelve, en silencio, y vislumbran lo que les espera, enfrente, alrededor, muy dentro de ellos.
Felices quienes saben que el horizonte llega paso a paso, hasta el paso de hoy, que convoca al siguiente. Y que ese horizonte siempre está más allá, tan hermoso, sin dejarse atrapar.