Felices quienes se sienten seguros, tranquilos al calor del amor de su familia, de su comunidad, de sus amigos, de su buen Dios.
Felices quienes hacen de la confianza el sendero más firme de la amistad.
Felices quienes fortalecen su familia desde el diálogo, la sinceridad y la alegría, dentro de una convivencia llena de serenidad y confianza.
Felices quienes se fían y confían en los demás con una confianza renovada, pues creen más en la bondad de la humanidad que en su egoísmo.
Felices quienes creen que el abandono y la confianza segura es la característica más natural del ser humano.
Felices quienes se abandonan en el amor de su Madre Dios, como una niña se duerme tranquila y feliz en los brazos de su padre.
Felices quienes cubren el sendero de la amistad con el asfalto suave, seguro y duradero de la confianza.
Felices quienes se dejan invadir por la certeza de que los miembros de su comunidad son los brazos con los que Dios les abraza y les invita al abandono de la confianza fraternal.