Felices quienes se solidarizan con los crucificados de la historia, porque alcanzarán la verdadera felicidad.

Felices quienes son derrotados en las batallas de los empobrecidos, porque al final alcanzarán la victoria y crecerán en humanidad y esperanza.

Felices los crucificados que se reconocen unidos y solidarios con los millones de crucificados de todo el mundo.

Felices quienes alumbran la historia con el testimonio de vida y resurrección de tantos otros crucificados.

Felices quienes perdonan a sus opresores, pero solicitando que la justicia y la verdad tengan siempre la última palabra.

Felices quienes no pasean en sus camisetas el ideal por el que han muerto tantas personas, sino que lo llevan impreso en su corazón y en sus actos.

Felices para quienes la cruz no es una cadena de oro alrededor de su cuello, sino la denuncia de cualquier instrumento de tortura contra un ser humano.

Felices quienes ven a Jesús crucificado como la motivación diaria para bajar de sus cruces a los crucificados que se cruzan en su camino, ofreciéndoles cuidado, ternura y esperanza para sus vidas.



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