Felices quienes entran con decisión en la noche de la duda, sin temores, sin recelos.
Felices quienes no temen a la noche, porque han afianzado su espíritu al afrontar de cara cada problema, cada dificultad.
Felices quienes han ahuyentado sus miedos interiores a la oscuridad, al enfrentamiento, a la sinrazón, al enigma del mal.
Felices quienes redescubren en la noche las estrellas, y la claridad del amanecer de cada nuevo día.
Felices quienes se sumergen en la noche cuando es inevitable, quienes enfrentan con valentía la soledad, la tristeza y el desamparo, porque saldrán fortalecidos.
Felices quienes se sienten acompañados en los momentos más duros de su existencia. Solo así sabrán valorar de verdad la dulzura de la amistad.
Felices quienes abandonan su propio sosiego, para compartir las lágrimas de otras noches oscuras.
Felices quienes salen fortalecidos de sus noches oscuras. Únicamente quienes han entrado en el misterio del dolor, se alzan y crecen, como un nuevo ser transformado.