Felices quienes con su limpia mirada van haciendo nacer la transparencia en su forma de ser. Quienes con la sinceridad de su vida acaban con la mentira y, por lo tanto en su corazón, se asienta la palabra verdadera.
Felices quienes brindan todos los días por una vida repleta de claridad, sin engaños ni tapujos. Quienes se contemplan a sí mismos en el espejo, a veces empañado, de los ojos de los demás.
Felices quienes viven su vocación intentando mantener la mirada limpia de la niñez.
Felices quienes trabajan con todas sus fuerzas por eliminar la opacidad, las tinieblas, la tristeza: todo lo que oculta, divide y esclaviza.
Felices quienes son transparentes en todos sus compromisos y las actitudes que llevan a cabo.
Felices quienes son translúcidos en sus sentimientos, porque nunca se sentirán defraudados mostrándose como son.
Felices quienes muestran la epifanía de los detalles más nimios, que son los que quedan ocultos para la mayoría de la gente.
Felices quienes se colocan los cristales de la transparencia, quienes se operan de las cataratas de la niebla, quienes se despojan de la indiferencia del corazón, para ser consecuentes con la claridad de la vida.