Dios mío, ¿por qué hay tantas guerras en el mundo,
tanta injusticia, tanto dolor, tanta violencia?
Los poderosos y las multinacionales
tienen tal influencia, que imponen sus criterios
por encima de los propios gobiernos,
y no les importa que los pueblos
estén cada vez más sumidos en la miseria,
que sigan muriendo miles de personas
de hambre cada día,
por satisfacer sus intereses
y su rentabilidad económica.
Pero tú, oh Dios misericordioso,
recoges cada lágrima
que derraman los pobres
y los excluidos de la tierra,
alentando la solidaridad
de quienes no aceptan este orden criminal,
quienes desean y se esfuerzan por construir
otro mundo posible, más justo y fraterno.
¡Felices quienes mantienen la esperanza,
quienes siguen creyendo en la bondad humana,
y confían, a pesar de todo, en ti!
(Salmos para otro mundo posible, Editorial Paulinas)