Liberación personal y colectiva
«Una profunda y vasta aspiración a la liberación anima hoy a la historia humana» (Gustavo Gutiérrez).
Igual que la solidaridad podría sustituir, en muchas actividades y compromisos a la palabra amor, la liberación podría sustituir a autonomía, emancipación… O en términos religiosos a redención, salvación, porque muchas personas no entienden ya expresiones que no tienen ningún significado para sus vidas: ¿qué es redención, de qué se me salva? Tenemos que anunciar la buena noticia, pero con palabras de hoy, para la gente de hoy.
Y la liberación adquiere una multitud de significados, para distintos momentos y aspectos de la vida: económica, social, religiosa, personal…
La liberación es un proceso que hay que recorrer. Y en ese inicio del proceso nos encontraremos con el yo egoísta, que pretenderá aislarnos de los demás, intentará que satisfagamos exclusivamente nuestros deseos y pasiones primarias, nos invitará a volver el rostro ante las injusticias que se cometen contra los demás. El camino de la verdadera liberación comienza dentro de nosotros mismos, para poder salir al encuentro del otro sin ataduras ni esclavitudes.
Evidentemente, esta sanación y libertad interior no se adquiere de un día para otro, ni en su totalidad, después de pasar un curso acelerado de liberación integral. Es un proceso que se debe integrar junto con la liberación de los demás y las causas que les oprimen. No podremos ser libres totalmente hasta que todo el mundo sea libre. No hay liberación personal sin liberación del otro. Una liberación está enlazada con la otra, se alimenta una de la otra, progresa la una con la otra. Sin que podamos decir que una sea más importante, porque cualquier desplazamiento producirá una pérdida.
Para liberarnos y comprometernos en la liberación de los demás, deberemos ascender a los manantiales donde se bebe el agua fresca y limpia de la verdadera liberación: escritos, vidas de personajes, experiencias de muchas personas que han luchado por liberarse de todo, para que nada les impidiera acercarse con libertad a los demás. Y en un entorno adecuado, de cuidados mutuos, de reflexión, de amistad, de autocrítica para ayudar a crecer, de diálogo sereno, de silencio, escucha, oración y/o reflexión.
Sin miedos a conocer y luchar junto a movimientos, asociaciones, ONGs… que quizá no coincidan plenamente con nuestros ideales y pensamientos, pero que están comprometidos también en la liberación integral del ser humano. Sin temor a mancharnos las manos, a que nos identifiquen como marginales, trasnochados, antisistema… También hablaron así de Jesús y de los grandes profetas de todos los tiempos. Y, sobre todo, muy unidos, participando en los grupos que defienden y en los que están integrados los excluidos y marginados del sistema económico y social imperante.
Teniendo también en cuenta que el compromiso por la liberación interior, personal y la colectiva, no tiene edad. No puedo decir: “Ya he hecho todo lo que tenía que hacer, hasta aquí he llegado y aquí me quedo”, pues no conseguiremos más que retroceder en el sendero recorrido. La liberación no es cuestión de años, sino de actitud, de ganas, de sentir la necesidad o el grito del otro, de buscar la libertad y la plenitud como personas, sin atarnos a nada ni a nadie, a no ser que sea por amor.
«Felices quienes han descubierto en la liberación el tesoro, el motivo de su propia liberación».